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LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
La utilización política de lo que se presenta como problema cuando no se cuenta con soluciones.
La utilización política de lo que se presenta como problema cuando no se cuenta con soluciones.
Decía Perón en una de sus clases de Conducción Política: “Pequeños errores se cometen siempre en la Conducción. El gran secreto está en no cometer los grandes errores… Los que llevan a la derrota en las luchas políticas son los grandes errores”.
Un precedente para la reconstrucción del Genocidio Indígena en Argentina.
Es habitual en el momento actual, escuchar impunemente despotricar en contra de la justicia social. Un breve análisis de la legislación mosaica en clave de justicia social podría hacernos sopesar, tal vez, las consecuencias de semejantes desvaríos.
Corrientes, otra vez en el mapa de los hechos del mal. Una cadena contaminada por sucesos aberrantes que superan nuestras propias fronteras.
“Las fuerzas del orden –pero del orden nuevo, del orden revolucionario, del orden del cambio en profundidad- han de imponerse sobre las fuerzas del desorden entre las que se incluyen, por cierto, la del viejo orden de la explotación de las naciones por el imperialismo, y la explotación de los hombres por quienes son sus hermanos y debieran comportarse como tales” (del mensaje del Gral. Perón a la Asamblea Legislativa el 1º de mayo de 1974)
Ante la acuciante realidad que vive el país, la posibilidad de disgregación social, la pérdida de los valores que nos identifican como Nación, debemos volver a Perón. Leer su obra, aprender su pensamiento y la actualización doctrinaria para la toma del poder.
No era una sociedad de beneficencia, sino una herramienta política para acercar un paliativo a donde no podían llegar todavía las leyes laborales y los planes quinquenales.
Vivimos en una distopía producto de una elección, tomamos la decisión de dirigirnos hacia un rumbo sin mirar lo que dejamos atrás ni evaluar el futuro. Debemos volver a la utopía de imaginarnos una sociedad futura de características favorecedoras del bien común y caminar hacia ese horizonte ya nos hará mejores.
El descontento individual, las broncas personales, los miedos, las incertidumbres pueden finalmente transformarse en emoción colectiva porque el sujeto social no está muerto.
Se achica el Estado, baja el gasto público, tomando como chivo expiatorio del desguace al empleado público.
En su discurso anual en 1944, manifestaba una fuerte voluntad de promover la felicidad del pueblo norteamericano, sin exclusiones. La prosperidad generalizada se sostuvo durante 4 décadas, pero a partir de 1981 las políticas neoliberales que continúan hasta hoy, hicieron que muchas personas padezcan hambre y una mayoría carezca de varios de estos derechos que, para Roosevelt, eran inalienables.
Nunca más. Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía