“Camino de Pampa Bandera, lo esperan en una emboscada
y en una descarga certera ruge en la noche la metrallada.
Isidoro Velázquez ha muerto enancado en un sapucay,
pidiéndole rescate al viento que lo vino a delatar,
pidiéndole rescate al viento, que lo vino a delatar.”
Oscar Valles
Habré tenido 7 u 8 años cuando en mi provincia, Corrientes, escuché hablar por primera vez de Isidro Velázquez, fue por boca de mi padre. Era muy pibe pero quedé fascinado por sus relatos sobre aquel mítico “Robin Hood” litoraleño de finales de los 60´.
Años después -y tras estudiar cine en la ciudad de La Plata- junto con mi viejo concluimos que Isidro -un personaje sobre el que además había operado fuertemente la censura durante las dictaduras militares- merecía tener un documental. Entonces, nos pusimos a investigar sobre él.
Comprendimos que era necesario recorrer la Ruta Nacional número 16 que cruza el Chaco, para introducirnos en sus pueblitos, los mismos donde se había movido y escondido Isidro Velázquez. A lo largo de varios años, fuimos conociendo a sus familiares, a sus compañeros y hasta a sus enemigos, aquellos agentes policiales que lo persiguieron obsesivamente por los montes impenetrables durante casi una década…
Esas investigaciones de años, fueron la base de nuestro documental. Contar la historia de Isidro era de alguna manera, contar también la historia de muchos gauchos rebeldes o bandidos rurales de la Argentina (desde Mate Cosido al Gaucho Gil y de Vairoletto a Aparicio Altamirano entre tantos más) pero nosotros teníamos una gran ventaja: muchos de los testigos de sus andanzas estaban con vida para darnos sus testimonios, dado lo tardío de “fenómeno Velázquez”. Eso nos permitía realizar un registro verdaderamente histórico “de primera mano”, lo cual constituía todo un testimonio.
Nos pusimos en acción: escribimos el guion y por medio de un concurso del INCAA (el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la Argentina, cuyo Fondo de Fomento por estas horas corre el peligro de resultar recortado, lamentablemente) pudimos obtener los recursos para filmar. Conformamos un pequeño equipo y realizamos unas 25 entrevistas. Una vez que tuvimos ese hilo narrativo completo, nos reorganizamos con un grupo de más personas, unos 18 técnicos junto a 10 actores, con los que realizamos las grabaciones de las escenas y planos de ficción que funcionarían como una reconstrucción dentro del documental, con una particularidad: quién encarnaba el papel de Isidro Velázquez, era su propio nieto, Javier Aguirre, quien guarda un parecido físico impactante con quien fuera su abuelo.
Estrenamos el Cine INCAA de Resistencia, Chaco y fue inolvidable. Las funciones se prolongaron a lo largo de 5 meses en la Sala por el gran interés que despertó en el público que, de alguna manera, recuperaba un pedacito de su historia desde la pantalla.
Párrafo aparte y agradecimiento a la Policía del Chaco (en especial a Jorge Patiño) que nos facilitó para la filmación las armas originales con las que cayeran peleando Isidro y su compañero de andanzas: Vicente Gauna. Además, también nos permitieron investigar y trabajar con el prontuario original de Isidro, otra fuente invalorable de datos para seguir sus pasos.
Agradezco, como siempre, a los actores y técnicos sin los cuales sería imposible realizar y producir una película que, en este caso, trató de reflejar la historia del último de los gauchos rebeldes del país. En una tierra plagada de injusticias, no es de extrañar que aquellos pistoleros legendarios, encontraran en las gentes de a pie, cobijo y eco. Ese mismo eco que nos motivó a realizar el documental.
Camilo Gomez Montero
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