Dos libros se atribuyen a Evita, del 1º no me voy a ocupar, porque “contiene muchas macanas” como opinaba su confesor, el padre Benítez. En un artículo próximo voy a referir cuáles y lo que Perón hizo con ese libro: más macanas todavía.
Pero “Mi Mensaje”, dictado por ella tres meses antes de su muerte, es el auténtico pensamiento de Eva Perón, puro fuego militante, un librito que no llega a las treinta páginas, pero que ningún peronista, si quiere entender lo que fue el peronismo de Evita, debería dejar de leer. En esta hora oscura en la historia del Movimiento, en que hay peronistas de todos los pelajes y abundan los que se pasaron al antiperonismo y “los tibios”, como los llamaba ella, leer “Mi Mensaje” es como volver a las fuentes. Perón, en su larga vida, escribió varios libros, ninguno de ellos es más verdadero y más peronista que “Mi Mensaje”.
Casi no voy a analizarlo o agregarle comentarios, simplemente lo voy a citar. “Quizás porque en “La Razón de mi Vida” no alcancé a decir todo lo que siento y lo que pienso, tengo que escribir otra vez”. “Me duele demasiado el dolor de los pobres… el gran dolor de tanta humanidad sin sol y sin cielo como para que pueda callar”.
“Quiero rebelar a los pueblos. Quiero incendiarlos con el fuego de mi corazón”. “Quiero decirles la verdad que nunca fue dicha por nadie, porque nadie fue capaz de seguir la farsa como yo, para saber toda la verdad”. “Y me vestí también con todos los honores de la gloria, de la vanidad y del poder. Me dejé engalanar con todas las joyas de la tierra. Todos los países del mundo me rindieron su homenaje… lo acepté sonriendo, prestando mi cara para guardar mi corazón. Sonriendo, en medio de la farsa, conocí la verdad de todas sus mentiras”. Pero “yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder”.
“Un día me confesó (Perón) que yo era “la única compañera sincera y leal de su existencia. ¡Nunca como ese día me dolió tanto mi pequeñez!”.
“Los enemigos del pueblo fueron y siguen siendo los enemigos de Perón… quiero denunciarlos definitivamente. Porque serán enemigos eternos de Perón y el pueblo, aquí y en cualquier parte del mundo donde se levante la bandera de la justicia y la libertad”. “Nosotros los hemos vencido, pero ellos pertenecen a una raza que nunca morirá definitivamente”. “A los enemigos de Perón yo los he conocido de cerca y de frente… Declaro con toda la fuerza de mi fanatismo que siempre me repugnarán”.
“No hay nada más fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser justo, libre y soberano. ¿Los procedimientos? Hay miles de procedimientos eficaces para vencer, con armas o sin armas, de frente o por la espalda, a la luz del día o a la sombra de la noche, con un gesto de rabia o con una sonrisa, llorando o cantando, por los medios legales o por los medios ilícitos que los mismos imperialismos utilizan en contra de los pueblos”.
“Los dirigentes del pueblo tienen que ser fanáticos del pueblo” (…) “Para servir al pueblo hay que estar dispuesto a todo. Los fríos no mueren por una causa sino por casualidad, los fanáticos sí… Me gustan los héroes, los santos, y los mártires, cualquiera sea la razón de su fanatismo”. Se nos hace evidente aquí que Evita usaba “fanatismo” como sinónimo de “pasión”, como queda claro en el siguiente párrafo: “El mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos encendernos en el fuego sagrado del fanatismo, pero enardecernos significa quemarnos para poder quemar, sin escuchar la sirena de los mediocres y de los imbéciles que nos hablan de prudencia”.
“Comprendo más y casi diría que perdono más el odio de los oligarcas, que la frialdad de algún hijo bastardo del pueblo que no lo siente ni comprende a Perón” (…) “Los tibios, los indiferentes, las reservas mentales, los peronistas a medias, me dan asco. Me repugnan porque no tienen ni olor ni sabor”.
Sigue la lista de los enemigos del peronismo: “Los imperialismos han sido y son la causa de las más grandes desgracias de la humanidad, que se encarna en los pueblos”. Y se ilusionaba: “Todos los enemigos de la humanidad tienen las horas contadas ¡También los imperialismos!” (…) “En la hora de los pueblos, lo único compatible con la felicidad de los pueblos será la existencia de naciones justas, soberanas y libres, como quiere la doctrina de Perón”.
“Pero más abominables que los imperialismos son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos. Yo los he conocido también de cerca”.
Sigamos enumerando a los enemigos: “Me rebelo indignada con todo el veneno de mi odio… en contra del privilegio que constituyen todavía los altos círculos de las fuerzas armadas y clericales… a los pueblos les repugna la prepotencia militar que se atribuye el monopolio de la patria, como el de los que no concilian la humildad y la pobreza de Cristo con la fastuosa soberbia de los dignatarios eclesiásticos”. Tenga en cuenta el lector que esto escribía en plenos días de conspiraciones militares. Y también que faltaban más de dos años para que estallara el conflicto entre Perón y la Iglesia.
“Es necesario que los pueblos destruyan los altos círculos de sus fuerzas militares gobernando a las naciones. ¿Cómo? Abriendo al pueblo sus cuadros dirigentes… Los ejércitos deben ser del pueblo y servirlo… Los pueblos deben cuidar que sus fuerzas militares no se conviertan en cadenas o instrumentos de su propia opresión… Las fuerzas armadas son casi siempre carne de oligarquía”.
Pero allí no terminan los enemigos: “Nosotros…hemos llevado a los obreros y a las mujeres del pueblo a los más altos cargos y responsabilidades del Estado. Y cuidando después que… no pierdan contacto con las masas que representan. Los gobernantes del pueblo deben seguir viviendo con el pueblo… Esto es lo que yo hice, poco a poco, en mi vida. Yo los he visto marearse por las alturas. Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por un banquete o por monedas”. La burocracia sindical ya existía. Reflexionemos sobre esto; se supone que el gremialista debería defender siempre el interés de los trabajadores; pero sucede con frecuencia que traiciona esos intereses en defensa de su propio interés personal y hasta se vuelve empresario.
Y vuelve sobre las jerarquías clericales: “Entre los hombres fríos de mi tiempo yo señalo a las jerarquías clericales cuya inmensa mayoría padece de una inconcebible indiferencia frente a la realidad sufriente de los pueblos… en ellos he visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegio… No les reprocho haber sido ingratos con Perón. Les reprocho haber abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados y a los enfermos y haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía. El clero de los nuevos tiempos, si quiere salvar al mundo de la destrucción espiritual, tiene que convertirse al cristianismo y no predicando una estúpida resignación”.
El librito termina con la expresión de que todos sus bienes sean legados a un fondo social para responder a necesidades o catástrofes que le puedan suceder a su pueblo. Este capítulo, que lleva el número 29, fue leído desde los balcones de la Casa Rosada el 17 de octubre de 1952, a modo de testamento patrimonial, y fue el único fragmento de “Mi Mensaje” que se conoció.
Pero, cuarenta días antes de morir, Evita pronunció, el 1º de mayo, un último discurso ante la multitud: alertó contra los enemigos de adentro y de afuera y dijo: “Y yo le pido a Dios que no les permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día mi general yo saldré con las mujeres de mi pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, muerta o viva, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista”. Ese era su fanatismo, esa era su ilusión: si era necesaria una guerra civil para sostener al peronismo, ella la aceptaba. Como sabemos, en 1955, Perón no eligió ese camino.
Pero volvamos a “Mi Testimonio”. El resto del libro fue a parar a un cajón de la casa de gobierno y comenzó a juntar polvo por muchos años, en condiciones de papel viejo. El eterno escribano de la casa de gobierno lo salvó de su desaparición completa llevándolo a su casa. En 1985, una casa de remates anunció que unos presuntos papeles atribuidos a la extinta Eva Perón salían a la venta. Dos hermanas de Evita negaron su autenticidad, el asunto pasó a la justicia y comenzaron los peritajes. Dos connotados conocidos de Evita los reconocieron como auténticos, fueron Antonio Cafiero y Fermín Chávez, y la justicia de entonces los reconoció como tales.
El presidente Perón, que sin duda conoció y leyó el libro, comprendió al instante que semejantes verdades no las podía dar a publicidad mientras fuera presidente, mientras negociaba su poder con las Fuerzas Armadas, con la Iglesia y hasta con el gobierno de EEUU. Y así, “Mi Mensaje” fue a parar a un cajón por muchos años. Era demasiado sincero para ser político.