Propios y extraños ya sabíamos que la sentencia de Cristina sería confirmada en la instancia de Casación. No podía ser de otra manera, los Peronistas ya sabemos de esto, conocemos del odio y la maldad de un enemigo que es implacable con nosotros. Todos los agravios fueron vertidos. Lo importante, que debemos tener en claro que no es Cristina, es el Peronismo. El daño personal, más allá del regocijo que les produce, no tiene efecto sino acompaña el perjuicio al propio Movimiento Nacional. Vienen por ella. Como fueron por Perón, por el cadáver de Evita, por miles de compañeros. Les molesta lo que representan nuestros dirigentes. Vienen por todos.
Y Cristina no tiene alternativa tiene que seguir buscando justicia, así que tendrá que recurrir a la Corte, que ofrece iguales o menos garantías que la Casación. La Corte seguramente tratará de jugar políticamente con la causa que tiene como víctima primaria a la ex Presidenta y como víctima final al Peronismo todo. Finalmente, en lo jurídico, CFK deberá ocurrir ante la CIDH, que en su momento determinará que fue violado el debido proceso, que se impidió el agotamiento de recursos técnicos y también un manejo de los tiempos absolutamente arbitrario. La CIDH condenará a la Argentina y reconocerá que Cristina fue mal condenada, ya será tarde el daño fue hecho y soportado. En lo político nuevamente pretenderán terminar con el Peronismo. Ni lo sueñen, sobreviviremos.
En medio de este aparente acorralamiento, CFK asumirá el próximo 17 la conducción del Partido más importante de Argentina, columna institucional del Movimiento que muchos todavía pretendemos de Liberación. No será fácil la tarea de la compañera y lo debe saber, por algo aceptó el compromiso. Debe unir y organizar para poder desafiar con éxito el destino que la impronta liberal/libertaria quiere imponer. Poderosas fuerzas reaccionarias están minando lo poco que queda de nuestras instituciones democráticas.
El arte de conducir significa encontrar un marco estabilizador dentro del cual se puedan resolver las diferencias políticas reales. No se trata sólo de una batalla interna entre bandos diferentes. Es mucho más que la interna de una agrupación con bastante peso político en la provincia de Bs As. El Peronismo es mucho más que eso, nos comprende a todos por ello no es tarea fácil. Tampoco sirve explorar vías alternativas “progres”, la idea del tercer movimiento abortó con Alfonsín. Es una lucha por el alma misma del Peronismo. Y ahí estamos todos compañera Presidenta del PJ, acompañándola. Sobrevuele la interna de los egoísmos personales.
Este tipo de retórica no significa que no comprendamos que algunos “grupos” o “dirigentes” deban perder o dar por acabado su ciclo. Por ello solemos decir que de Cristina para abajo todo se discute, que las imposiciones ya no prosperaran, que en los distritos deberá haber internas, con reglas claras, con imparcialidad manifiesta. El enemigo se prepara para la batalla del medio tiempo y hasta está pensando en el 27. Una parte esencial de la política es aprender a sobrevivir y rearmarse después de la derrota.
El enemigo, si el ENEMIGO (si te quieren matar o meter preso/a con juicios nulos y pruebas alteradas, son enemigos), con un discurso disruptivo convenció millones de voluntades y entre insultos, agravios y mentiras dicen que conducirán a la República hacia un futuro grandioso. En algún momento el discurso se termina y el país se hundirá en el caos. Para ese momento debemos estar preparados para ofrecer alternativa, dejar de ser un tercio.
La “generación diezmada” tenía conflictos con la política partidista, que no eran casuales, Perón así lo había enseñado. La estructura partidaria resumía en sus ramas las expectativas del movimiento, estaba diseñado para conducir frentes electorales amplios, generosos y participativos, lejos de la burocracia partidista liberal burguesa. Fortalecer nuestra institución partidaria significa sacarla de la lógica común de los otros partidos.
El conflicto político puertas adentro no puede resolverse en el que un sector, por simpatía o incluso por internas se lleva todo, porque ello puede volverse destructivo, alimentando un ciclo creciente de fracturas y es más hasta de represalias. Se debe resolver los conflictos con la visión de un destino común como Nación y como Movimiento, ello no pondrá fin, por supuesto, a las disputas internas, estas debieran servir como contrapeso prudente a las pasiones de facciones. Quién conduce debe unificar en lo posible todo y sino encontrar un sistema de difuminar, y por lo tanto disciplinar, el conflicto entre “espacios”. Proteger la heterogeneidad es posible, creemos hay que intentarlo, si se realiza bien, nos llevará a una homogeneidad de aceptaciones que eviten el absolutismo disolvente. No sería ocioso, en ese marco, intentar un debate de ideas que defina con claridad un proyecto político, la naturaleza del movimiento y su carácter revolucionario. Sin miedo a las palabras y los conceptos.
Hoy nos podemos percibir como una federación de partidos justicialistas provinciales, en la mayoría de los distritos cada uno hace la suya, a tal punto que hasta la fecha elegida para las elecciones por los compañeros gobernadores no coinciden con las nacionales. Basta de quintas. Seamos todos artífices del destino común. ¿Les suena? No somos sólo miembros de un partido político, también participamos de un orden cívico más amplio, es la manera de entender que compañeros no nos voten. Aunque se lo defina de forma vaga, “primero la Patria”, es un sentimiento de vínculo común indisoluble y desempeña el papel más importante para evitar que “después el movimiento” se derrumbe en un conflicto eterno de hostilidades “individuales” que lo consuma todo.