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LAS ECONOMÍAS EXTERNAS

Las economías externas son aquellas que se realizan fuera de la unidad microeconómica: por ejemplo, si una empresa, digamos, YPF, construye un pueblo en la Patagonia para que vivan ahí las personas que llevan adelante una explotación petrolera, y un camino para llegar a él, eso genera desarrollo, y ese desarrollo produce ganancias, por ejemplo, de los comerciantes que se instalan allí para brindar servicios a los trabajadores petroleros, o de las empresas que proveen transporte. Esas ganancias se producen como consecuencia de la acción de YPF, pero no son apropiadas por la compañía, sino que benefician a terceros. Esta es una economía externa, también llamada externalidad positiva. Esta externalidad también produce otros beneficios para el país, como la desconcentración de áreas densamente pobladas, una ocupación más pareja del territorio nacional con ventajas geopolíticas, etc.

Pero más importantes que éstas son las externalidades negativas: si una explotación sojera contamina el medio ambiente con agroquímicos, perjudicando así, por ejemplo, una actividad pesquera en aguas cercanas, o una granja apícola, no suele pagar por ello. De manera que esa explotación, que puede resultar muy rentable para la empresa sojera, podría tener una rentabilidad negativa para la sociedad, si las deseconomías externas que genera fueran superiores a los beneficios de la producción de soja. Como nadie mide el efecto inmediato de esa contaminación, y mucho menos sus consecuencias en el largo plazo, no podemos saber si esa empresa sojera beneficia o perjudica al conjunto de la sociedad.

Las teorías que explican cómo una economía de libre mercado maximiza el bienestar económico, en la práctica no tienen en cuenta las externalidades, y los economistas que las profesan nunca aluden a ellas en el discurso cotidiano; esta realidad es para ellos un problema teórico insuperable, porque no se puede saber si una actividad es socialmente beneficiosa sin tener en cuenta TODOS sus costos, y los costos que se producen por fuera de la unidad microeconómica (la empresa) son tan importantes como los que se generan adentro, pero son ignorados en el proceso de optimización libremercadista, porque no se paga por ellos. Dicho de otro modo: algunas explotaciones, probablemente muchas, si tuvieran que pagar por los costos externos que generan, sufrirían pérdidas y desaparecerían.

La teoría económica, que descubrió este problema hace mucho tiempo, propone la internalización de las economías externas, negativas y positivas, mediante un sistema de impuestos y subsidios, de manera que cada empresa pague por el perjuicio que produce a terceros, y cobre por los beneficios. Pero ningún país hace eso, al menos de una manera generalizada. El diseño y aplicación de tal sistema, harto complejo, requeriría un Estado muy poderoso y eficiente, que resultaría repugnante para quienes sostienen las teorías neoliberales hoy en boga, además de perjudicar poderosos intereses.

El mundo moderno está lleno de externalidades de enorme magnitud: ¿cuánto cuesta el calentamiento global, que produce comunidades desplazadas en todo el mundo por los procesos de inundaciones y desertizaciones que genera, o huracanes más frecuentes, o el hundimiento de Venecia? ¿Cuánto cuesta la contaminación de lagos, ríos y mares, que algunos estados luego tienen que remediar a un alto precio? ¿Qué explotación agropecuaria, y qué empresa petrolera o minera, paga por los costos que genera a terceros? Y, aún más importantes, son tal vez los costos que no pueden –ni deben- medirse en términos económicos, como la pérdida de bosques nativos (que además contribuye al desastre del calentamiento global), la desaparición de especies, el envenenamiento de los cursos de agua, o los daños a la salud de las personas producidos por la contaminación.

Así las cosas, las economías externas, positivas y negativas, no existen en general para los economistas que pululan en los medios de comunicación. “Pequeño detalle”, que si fuera incorporado a los costos, modificaría profundamente las cantidades y los precios de los bienes y servicios que se producen y consumen, y sobre todo, los métodos de producción. Lo que demuestra que el sistema económico que hoy nos rige es profundamente ineficiente en términos sociales, en virtud de este “pequeño detalle”. Sólo un Estado fuerte, eficiente y activo, puede remediar esto.-

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Las notas publicadas son colaboraciones ad-honorem. Propiedad intelectual en trámite. Los artículos firmados son responsabilidad del autor y no representan la línea editorial de la publicación. Se pueden reproducir citando la fuente. 

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