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GRRR: PENDEJADA FINAL

Lo veníamos haciendo bien. En el nº6, publicamos un trabajo de Scalabrini Ortiz: “el 17 de octubre”; “La crisis del liberalismo” según R. Puiggros; “El pensamiento de Hernández Arregui” y un informe sobre el peronismo en Corrientes: “La conducción traiciona a las bases”. Y había más, en 34 pags.

En el nº7. “Entrevista a Raimundo Ongaro” realizada por Grrr en su casa de Los Polvorines. En ese momento cualquiera de los de Grrr, entraba al sindicato de los gráficos, como si entráramos a nuestra casa. Le hicimos una entrevista a Julián Licastro, de moda en ese momento porque lo habían expulsado del ejército por ser peronista. “Agrupaciones Gremiales Peronistas: reunión en Villa Ángela”. Se puede decir que estábamos metidos donde teníamos que estarlo: universidad, sindicatos, intelectuales, comedor universitario. Nos metimos de cuerpo entero en el conflicto entre el cura Marturet y el arzobispo Vicentín: ocupamos, junto con mucho pueblo, la capilla del Bº Aldana de la que lo querían desalojar con la policía. Editamos un suplemento con ese tema, que se distribuía gratis desde la capilla.

En el nº7, nuestro propio “editorial” hacía el balance completo y prometía un nº8. Que nunca salió, no hubo más suplementos ni escrito de ninguna especie. El Grrr desapareció sin despedirse. ¿Qué ocurrió? Me acuerdo como si fuera hoy: en una reunión en la que ya no éramos cuatro o cinco, sino que pasábamos de diez, se decidió que ya no era el tiempo de escribir y publicar, sino hora de “militar”, como lo hacía el Integralismo en la universidad, como el Ateneo de Derecho, como los muchachos de Pipirí y Nenón Gómez. La militancia era el imperativo de la hora: nosotros lo haríamos en los barrios Aldana y Belgrano, lo haríamos en la CGT, lo haríamos en Goya con el padre Camozzi, lo haríamos en la calle, en cada manifestación o acto relámpago. A nadie se le ocurrió que editar el Grrr también era militar, que publicitábamos desde allí lo que estaba haciendo el peronismo revolucionario, como si el Grrr fuera paja intelectual. Que explicábamos en Grrr lo que era difícil explicarles después a los muchachos del barrio. 50 años después, creo que éramos unos pendejos, que podíamos militar en los barrios, en la universidad, entre los curas, justamente con el Grrr en la mano, dándole voz a los que no la tenían en los diarios de la época. Pero bueno: un viejo de setenta no debe juzgar a unos pendejos de veinte que estaban haciendo lo que estábamos haciendo.

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Las notas publicadas son colaboraciones ad-honorem. Propiedad intelectual en trámite. Los artículos firmados son responsabilidad del autor y no representan la línea editorial de la publicación. Se pueden reproducir citando la fuente. 

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