Grupos de argentinos salen a las calles a reclamar libertad, república e institucionalidad. Libertarios se proclaman, en realidad son PRO que junto a sus aliados de Cambiemos UCR ARI y algunos menores, apuestan por amplificar la protesta minoritaria, para hacerla parecer protesta social. Que nadie esté contento con el aislamiento o con determinadas restricciones, no significa que no comprenda la necesidad de ellas. Lo que el país no necesita durante tamaña crisis sanitaria producto de la pandemia es proselitismos políticos degradantes.
En los últimos días Argentina pareciera zambullida en episodios irracionales rabiosos y torpes, que no pueden interpretarse de otra manera que un intento de tumbar la frágil institucionalidad en la que vivimos. Institucionalidad donde el Poder Judicial pretende gobernar sustituyendo funciones político administrativas, apoyado por un grupo de poderosos amparados en los medios y el dinero. No nos equivoquemos no es toda la Argentina, es la poderosa, es su capital con algunos rebotes aislados, pero es la cara visible, la que los medios toman. Porque como dice el dicho popular Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos aires (es metafórico no tiene que ver con el segundo mandamiento de la iglesia católica).
Decenas de vecinos salieron a las calles de Buenos Aires (CABA y primer círculo norte), ciudades y barrios acomodados de lo que conocemos como AMBA, a golpear cacerolas al grito de “libertad, libertad, libertad” y también otros bramidos y carteles varios con insultos, improperios y solicitudes de cambio de gobierno. Qué bueno hubiera sido que estos hubieran salido a la calle cuando los militares de la última dictadura desaparecían y torturaban argentinos y argentinas en centros clandestinos. Quizá no lo hicieron porque eran los cómplices civiles, la pata civil que le dicen.
Ayer eran “derechos y humanos” obedientes del poder militar, hoy obedecen a la extrema derecha argentina nucleada alrededor de Macri, un obediente Larreta, Bullrich, Carrió, Negri, Cornejo y algunos otros. Muchos de ellos se concentran en frente de la residencia presidencial y llegan a reclamar hasta la renuncia del Presidente.
No es un fenómeno que ocurra solamente en Argentina, sucede en otras latitudes también. La que hasta hace muy poco denominábamos la derecha, podemos hoy con todas las letras llamar la ultraderecha, y ha salido a las calles de Argentina (copiando a otros lugares del mundo) a “reclamar libertad” sobre los cadáveres de miles de muertos por el virus, nada les importa y todo hace presuponer que éste es el comienzo de una campaña política en año electoral y hasta dicen que este es “solo el inicio”.
Hay que prestar atención al fenómeno que intentan producir, no podemos descuidarnos y el gobierno menos que nadie; a menudo consiguen más de lo que se espera.
Uno de los periodistas estrellas del Grupo Clarín Marcelo Longobardi pidió por radio, “un país más autoritario para controlar a los pobres” y Lanata que era el otro interlocutor, también estrella del grupo dijo que “habría que discutirlo”. La voz del autoritarismo al palo, la ultraderecha de Cambiemos con sus voceros periodísticos más destacados pide a los gritos (perdón por la reiteración): “Gobierno autoritario para controlar a los pobres”.
Va a llegar el momento, espero más pronto que tarde, en que estemos todos inmunizados contra el COVID, pero en realidad el virus de la ultraderecha no es fácil de combatir, la vacuna es más y mejores políticas sociales, sanitarias, reformas estructurales. No ceder a ningún reclamo, aunque parezca legítimo, la discriminación, la xenofobia, la promoción de la desigualdad suelen estar escondidas bajo otros ropajes. Por más banderas en las que se envuelvan, por más cacerolas que toquen y aunque esgriman argumentos válidos como querer ir a la escuela, o viajar, salir a visitar familiares, trabajar más, debemos pensar que son cosas que todos queremos, pero hay que ser claro en el mensaje, la vieja normalidad es posible que demore mucho en volver o no vuelva nunca, tema no exclusivo de nuestro país. La ultraderecha Cambiemista intenta recuperar el gobierno parasitando legitimas preocupaciones populares como el miedo al presente y la incertidumbre por el futuro. Pretenden con el mayor cinismo llevar adelante el plan autoritario de control social sobre los pobres que un desvergonzado Longobardi se animó a vociferar.
Un solo interés, el pueblo
Mientras los “profetas del odio” se oponen a cualquier intento de bienestar para nuestro pueblo, la acción del gobierno está orientada a la recuperación del país pos macrismo, la gestión de la pandemia y la concreción de los objetivos de campaña.
Alberto Fernández asumió el poder hace casi año y medio, en situación tremendamente compleja. Sin dudas fue espantosa la herencia dejada por el neoliberalismo, o si se quiere la derecha conservadora con tufillo autoritario y reminiscencias militaristas, simplificando “macrismo”, que tras 4 años de poder destruyó todo lo institucional, mezclando poder judicial con periodismo dependiente y servicios de inteligencia, que se dedicaban a destruir a los políticos fundamentalmente peronistas.
Los más pudorosos macristas intentan justificarse diciendo que hubo desaciertos o que les faltó tiempo para solucionar los temas económicos. Veamos: entregaron un país en recesión (2,5% de caída del PBI en 2018 y 2,2% en 2020), con más pobreza (35,5%), una inflación de 53,8% y una situación financiera al borde del colapso: el peso se devaluó casi 550%, con un default parcial de la deuda, siendo sin dudas el tema más preocupante, que pasó de menos de 40% a más de 100% del PBI, con un cronograma de pagos que era imposible de cumplir. Ni mencionar lo ya conocido merced a la pandemia de la destrucción del sistema sanitario y el presupuesto muy bajo en educación. Los más desvergonzados, actúan como si nada hubiera pasado, se convocan para la protesta cacerolera, atacan la política sanitaria, las vacunas, el aislamiento, la contribución de los ricos. Aplauden que haya más enfermos y muerte.
Ese es el país que le toca gobernar a Alberto Fernández. Cuando comenzó su mandato, debía recuperar la Nación del desastre económico e institucional para luego tratar de intentar los objetivos propuestos en la campaña electoral. Logró algunas cosas muy importantes como la legalización del aborto y comenzar la renegociación de la deuda externa con acreedores privados, que luego terminó exitosamente. El camino emprendido no era fácil, la propia conformación de la alianza peronista que lo llevó al poder le exigía y aún lo hace, caminar en muchos aspectos con pies de plomo, pareciendo en algunos casos hasta tímidamente. Fernández es un hombre honesto, cuando no estuvo de acuerdo con la Presidenta abandonó el gobierno y quizá ese gesto fue el más valorado por la propia Cristina a la hora de ungirlo como Presidente. Si tuviéramos que definir a su corta gestión podríamos decir que tiene un estilo moderado a veces ambiguo, que si bien en la mayoría de las cosas avanza en el sentido correcto en muchas otras aún está buscando el camino.
Cuando estalló la pandemia que dio vuelta todo, que acabó con las intenciones, planes y proyectos, el Presidente, en una demostración de capacidad política y sensibilidad social reaccionó rápido. Reestructuró los recursos del sistema de salud destruido por la anterior gestión, implementó un conjunto de programas sociales de emergencia, para trabajadores y empresarios, para formales e informales, aumentó jubilaciones, la AUH y los planes alimentarios. Congeló alquileres, impidió desalojos y muchas otras medidas necesarias e impostergables. Imprimió a su gobierno un ritmo increíble que contemplaba la ayuda por igual a gobiernos provinciales de cualquier signo. Se levantaron hospitales de campaña, se construyeron nuevos, se equiparon otros, se logró el abastecimiento de respiradores y se comenzó a negociar para conseguir vacunas cuando las mismas aún estaban en etapas experimentales. Al mismo tiempo se negociaba con los buitres, con las empresas y los trabajadores. La gestión avanzaba lucidamente en un contexto amenazador.
El laberinto de Alberto
EL Presidente que sentó en la misma mesa a fieles y bellacos se veía seguramente cerrando la grieta, sentía que la sociedad lo premiaba con altos índices de popularidad. Y la derecha reaccionó y muy fuertemente, cayó en uno tras otro intento de desobediencia civil convocando a marchas por cualquier tema. Y el presidente que quería ser el de Todos y Todas, en algunas cosas cedió y mucho, la reforma judicial se estancó, con Vicentín retrocedió, la mesa de dialogo se diluyó, estaba destinada al fracaso. Macri volvió del ostracismo y Rodríguez Larreta se cuadró y junto a Bullrich y los radicales al garete, le pusieron regularidad a una oposición que juega con la muerte, con la complicidad del hegemónico poder mediático.
Ahora con el desgaste físico y político por la gran actividad desarrollada, con la apuesta hecha a poder vacunar a la mayor cantidad de argentinas y argentinos lo antes posible, sosteniendo un plan económico que en un contexto mundial de crisis no logra estabilizar las variables y bajar la inflación, con las elecciones a la vuelta de la esquina, con la oposición mostrando garras y dientes con mensajes hasta golpistas. La suerte del gobierno se juega en la posibilidad de lograr una rápida recuperación de la economía. Hay algunas señales, incremento del consumo de materiales de construcción y alimentos que no dejan de ser un repunte incipiente luego de cuatro años continuos de deterioro.
El gobierno, principalmente el Presidente, deberá tomar decisiones drásticas. La orientación “moderada” y “centrista” fue un buen ensayo que chocó con la obscena indignidad de los “profetas del odio”, que se oponen a cualquier intento de bienestar para nuestro pueblo. Hay que salir del laberinto, es una trampa que le tienden con diálogos ficticios, quieren ejercer un poder político paralelo apoyado en medios y Poder Judicial. Ejercer un liderazgo firme conduciendo la unidad del Frente gobernante, romper lo que haya que romper para hacer la tortilla, expeler a los “funcionarios que no funcionan” (CFK dixit). Gobernar con la mirada puesta en lo estratégico, abordando las realidades con la premura que éstas lo exigen con el único sentido con el que nos identificamos, “defender un solo interés: el del Pueblo”