Don Miguel Unamuno escribe en su diario: “No hay duda de que Occidente ama la tragedia”. Yo pensé que era verdad, que existe detrás de las mascaradas de la vida, un sentimiento trágico, no desprovisto de atractiva belleza. Lo bello, decía Baudelaire, siempre tenía para él, un componente de tristeza. Por ello, sin objetar el genio de Don Miguel pensé que existía un antídoto para aquel amor triste… ¡el humor! Un pasaje de lo trágico a lo tragicómico… al héroe tragicómico, como señalaba Jacques Lacan. Freud también veía en el humor un tratamiento de los afectos particularmente emancipador y enaltecedor. Incluso en el límite del humor negro “… el condenado a muerte, que al ser llevado al cadalso un lunes, dice: Empieza bien la semana”.
A nadie escapa, que desde el poder real se trata de desmoralizar, entristecer, desanimar a los movimientos nacionales que se le oponen. Intentan por todos los medios -que en el poder real con sus gerentes políticos es desvergonzadamente hegemónico- “quitar la alegría de los pueblos” como decía don Arturo Jauretche. Frente a ello, se establece, conmovedoramente, una y otra vez, una magnífica resistencia popular.
Dentro de ese contexto, de esa lucha, nuestro Ateneo Liberación organizó un encuentro con “Un Rubio Peronista” en la casa del Partido Justicialista de la ciudad de Corrientes. El amplio salón central se llenó de espectadores -en rigor, un público en su mayoría militante- que, a través de las geniales ocurrencias de Gustavo Berger, el “Rubio”, vivió un momento de mucha alegría.
No fue para menos, la presentación de Gustavo transita por episodios de su propia vida y de la realidad política en clave de humor, muy graciosos por cierto. Yo sentí que detrás de las risas colectivas se escondía un sentimiento reflexión, de mirarnos con respeto y lo que es mejor aún con un claro sentimiento de esperanza.
Reviví a través de mi risa interior, aquella alegría que nos dio el humor, en tiempos de Cristina y Néstor, cuando éramos “la mierda oficialista” o lucíamos remeras con la leyenda “todos somos la yegua” (vaya con este recuerdo, mi tributo al entrañable programa de la televisión pública, 678).
La pasión de la alegría, como el humor de Berger, lejos de negar las realidades penosas, las exhibe y al mismo tiempo, sin proponérselo, las supera. En definitiva, un encuentro de esta calidad nos invita a seguir en nuestro camino. Y por qué no, a tener la fuerza necesaria para sostener lo logrado en el 2019 con el gobierno de Alberto y Cristina.-