Argentina, un país políticamente desordenado desde hace casi un siglo, supo tener, a pesar de ello, tasas de crecimiento más o menos aceptables, aunque bajas para su enorme potencial humano y geográfico. Así, entre 1960 y 1975, su Producto Bruto Interno (PBI) por habitante creció un 35%, a un promedio del 2,02% anual. Estos datos, como todos los que vamos a referir aquí, provienen del Banco Mundial, que publica estadísticas comparables para todos los países del mundo, comenzando en 1960 y llegando, en este caso, hasta 2019.
Pero entre 1975 y 2019 esa tasa de crecimiento anual per cápita de la economía argentina cayó al 0,56%, poco más de la cuarta parte. En efecto, en ese período nuestro PBI por habitante aumentó un 28%, mientras que el promedio de Latinoamérica y el Caribe lo hizo en un 62%, Uruguay un 141%, Chile un 291%, y Cuba, la Cuba socialista, un 152%.
Se trata, a todas luces, de un fracaso económico en términos relativos. Y también en valores absolutos, porque un país con las capacidades humanas y los recursos naturales del nuestro, que sufre una pobreza endémica, estructural, de más del 30% y tiene, al día de hoy, más de un 50% de niños pobres, no puede considerarse exitoso.
Mas en ese largo período de 44 años, no todas las etapas fueron iguales. Desde el punto de vista de las políticas económicas aplicadas, podemos distinguir claramente dos categorías:
a) Las políticas neoliberales, inspiradas en la escuela de Chicago y el Consenso de Washington, que buscaron achicar el Estado, liberalizar el mercado interno y el comercio exterior, y tener un sistema financiero desregulado. Estas políticas fueron llevadas adelante en tres períodos: por la dictadura militar (1976-1983); por la convertibilidad del período Menem-De la Rúa (1991-2002) , y por el gobierno de Macri (2016-2019), un total de 24 años.
b) Las políticas progresistas, peronistas, heterodoxas, “populistas” o kirchneristas, según queramos llamarlas, de los 13 años del período 2003-2015. Estas políticas, similares a las que se aplican en estos días, procuraron regular los mercados y el comercio internacional, promover la industria, dar progresividad al sistema tributario, y redistribuir el ingreso en beneficio de los sectores menos favorecidos de la sociedad.
Dejamos afuera de ambas categorías la economía fuertemente caótica que sufrimos entre 1984 y 1990 (gobierno de Alfonsín y primer año y medio de Menem), secuela de la dictadura militar, porque en ella no puede distinguirse claramente una orientación de uno u otro signo, ya que se intentó ejecutar políticas progresistas, heterodoxas, pero la poderosa influencia de los bancos y del FMI las empujó en sentido contrario, con lo cual no resultaron claramente ni de un tipo ni del otro.
Observando, entonces, ambos períodos, encontramos que la evolución del PBI per cápita fue muy diferente: mientras en las etapas neoliberales, tomadas en su conjunto, el crecimiento de esos 24 años fue negativo, de -1,7% , en los 13 años del kirchnerismo el producto per cápita aumentó un 54,2% .
Y la distribución del ingreso, medida por el coeficiente de Gini, internacionalmente aceptado, mejoró sustancialmente en estos 13 años, siempre según el Banco Mundial: la desigualdad bajó desde 53,8 en 2002, a 41,6 en 2014, una mejora enorme, considerando que, durante la convertibilidad, había aumentado desde 46,8 en 1991, hasta ese 53,8 de 2002. El corto tiempo del gobierno de Macri también la incrementó, desde 41,6 hasta 42,9.
De manera similar, la pobreza durante la convertibilidad subió del 19% en 1991, al 36,9% en 2001 y al 49,9% en 2002, más de 30 puntos. Y con Macri, desde el 11,5% en 2016, al 14,4% en 2019. Pero con el “populismo” bajó, desde un 33,7% en 2003, al 11,8% en 2014 , casi 22 puntos.
¿Y qué pasó con un condicionante tan fuerte para la economía argentina, como es la deuda externa, en ambas etapas, la neoliberal y la del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner? Llevada a dólares de mayo de 2021, la deuda externa pública de largo plazo, según el Banco Mundial, se incrementó en esos 3 períodos de políticas neoliberales en 138.837 millones de dólares , mientras que en el período 2003-2015 se redujo en 51.397 millones.
Resumiendo: mientras en el gobierno de los Kirchner bajó la desigualdad y la deuda, y creció el PBI por habitante a una tasa bastante satisfactoria, del 3,4% anual promedio, las políticas neoliberales produjeron en conjunto la caída del producto y un fuerte aumento de la desigualdad y la pobreza, así como un enorme incremento de la deuda pública, conduciendo al país al default en dos de esos 3 períodos. Esa es la realidad, inapelable por quedar demostrada en el largo plazo, y con información validada por una fuente confiable como el Banco Mundial, más allá de la retórica vacía de contenido de los adalides del neoliberalismo, que atribuyen todos los males a lo que llaman “populismo”, sin datos y sin pruebas.
Hemos criticado, en otras oportunidades, las políticas desarrolladas en el lapso 2008-2015, particularmente por el estancamiento al que condujeron en sus últimos cuatro años; pero es necesario tener muy en claro que el fracaso económico de casi medio siglo que arrastra la Argentina se debe, sin ninguna duda, a los 24 años de neoliberalismo.
1- Incluimos en este período el año 2002, de crisis profunda como consecuencia directa e indudable del estallido de la Convertibilidad en diciembre de 2001, es decir, de la política neoliberal desarrollada en los 11 años anteriores.
2 – Desagregado así: caída del producto per cápita, medido en dólares constantes de 2010, de U$S 7.618 en 1975, a U$S 7.404 en 1983 (-2,8%); aumento desde U$S
6.246 en 1990, a U$S 6.854 en 2002, un magro 9,7% en 12 años; y caída estrepitosa desde U$S 10.568 de 2015 a U$S 9742 en 2019 (-7,8%).
3 – Desde los señalados U$S 6.854 de 2002, hasta los U$S 10.568 de 2015.
4 – Fuente: Banco Mundial, % de personas pobres sobre el total de la población, definidas como aquellas que viven con menos de U$S 5,50 por día, a precios internacionales de 2011.
5 – Distribuido así: U$S 60.100 (estimados conservadoramente, probablemente mucho más) en la dictadura, U$S 39.406 en la convertibilidad, y U$S 39.331 con Macri.