Difícil la tarea de intentar la unidad del Peronismo Correntino que se le ha impuesto al interventor Zabaleta. Llega a un territorio gobernado por las fuerzas conservadoras desde hace muchos años, donde nos hacen aparecer siempre como si fuéramos parte del problema, cuando nunca pudimos participar en las soluciones. Las y los compañeros puestos en la arena política interna son impiadosos entre sí, siempre fogueados desde la pauta política del oficialismo radical/macrista gobernante.
No podemos narrar una versión de la historia que refleje simplicidades y prejuicios, o pecar de autoindulgentes. Es necesario revisar conductas, procedimientos y el proceso de toma de decisiones empleado desde hace tiempo, para generar una mejor versión del peronismo, que nos cree expectativas ciertas de ser gobierno y de hacerlo bien.
De cualquier manera, debemos salir de la paradoja en la que vivimos, “somos la provincia más pobre con el Gobernador más popular”. Si el Peronismo gana mejor, pero si no lo hace y se asume como el principal partido de la oposición con unidad de acción, saliendo de la peleíta interna y con la mirada puesta en el futuro, sin caer en la tentación prebendista conservadora que nos conforma con carguitos en la legislatura, ventajas o pequeñas canonjías, seremos alternativa de poder real en la provincia. Lo podremos lograr solo si tenemos claro que el sendero que debemos transitar no puede ser un camino que domestique nuestra voluntad de buscar el gobierno, única manera de hacer posible aquello que pregonamos desde siempre, la felicidad del pueblo, que queda como slogan vacío ante la impericia o mala fe de alguna dirigencia.
Con Perón aprendimos que la conducción en política es persuadir y esto implica también para la y el dirigente intermedio, o la y el militante, que muchas veces debemos dejarnos convencer más allá de nuestras razones, de nuestra verdad y de las ambiciones. Las exaltaciones hacen tanto daño como las alcahueterías. El error debe servir para aprender, caso contrario te colocará irremisiblemente en el absurdo de seguir cometiéndolo y esta dicotomía política será vista por “nuestra gente” como una debilidad que impedirá el acceso a la responsabilidad gubernamental.
La unidad no es condición suficiente para ganar, ¡pero cómo ayuda!, entendiendo por tal, no que vayamos todos juntos y amontonados, sino que nadie vaya por fuera o peor aún, juntado con el enemigo o jugando a perder.
Además se requiere que quienes puedan ganar algún espacio en municipios, en cargos legislativos y si se diera en la gobernación, demuestren a los demás que no los van a aniquilar cuando lleguen al poder y si no es mucho pedir, que los van a sumar de alguna manera en la construcción política.
Producto del tiempo que nos toca vivir, lleno de emergencias y apremios, la interna no es posible, la unidad que necesitamos debe ser producto de consensos y actos de conducción que nos indiquen que las decisiones una vez tomadas deben descender hasta el último hombre y mujer de manera vertical, lo que es algo más que una metodología, es una necesidad política.
Para que eso ocurra no son recomendables los insultos y reprobaciones contra dirigentes que piensen diferente. Para evitarlo, el que conduce, “el Interventor” en este caso, que subroga todos los órganos partidarios, debe conocer a la dirigencia, conversar con ella, recorrer la provincia (con los cuidados que la pandemia exige).
El oficialismo está en campaña, ya eligió sus candidatos y están en los medios y en la calle. Nosotros tenemos cuadros políticos y técnicos excepcionales, referentes barriales y sociales, solo la capital tiene 19 circuitos electorales y en esta oportunidad por pandemia seguramente se votará en aproximadamente en 70 escuelas más de 1000 mesas, a las que hay que proveer de fiscales y responsables, pero falta convocarlos. Debemos descontar una ventaja enorme y para ello no alcanzan las reuniones filmadas o foros sectoriales virtuales.
Seguramente, el esfuerzo de Zabaleta de tener que viajar para poder atender su gobierno y la Intervención partidaria, es muy grande, pero a las y los Peronistas correntinos no nos alcanza. Se reúne solamente con quienes ejercen representaciones formales, muchas de ellas logradas sin el ejercicio militante partidario y está bien que lo haga, lo malo es ignorar a la militancia, y para esto debiera agudizar el ingenio para ampliar la convocatoria. Si la situación no le permite la permanencia en el territorio, debiera quedar un equipo con poder para resolver, medios necesarios para recorrer la provincia y conversar con todas y todos los compañeros. La mayoría no van a pedir cargos; van a ofrecerse para colaborar, para ser fiscales, para repartir boletas a veces simplemente quieren que se los escuche.
En un marco tan inusual como el de la pandemia, la campaña se va a centrar en los medios de comunicación y en las redes virtuales, no obstante, el Gobernador/candidato se mueve con soltura por toda la provincia sin reparos ante el virus. Si no podemos hacer lo mismo, al menos pongamos en evidencia la irresponsabilidad del gobernante.
Hoy no sólo no tenemos candidato, muchas y muchos piensan que ni siquiera lo vamos a tener. Trabajar la unidad del Peronismo en una provincia tan castigada, exige un esfuerzo militante extremo para hacernos comprender y aceptar que tal vez debamos apoyar candidatas y candidatos con los que no estamos de acuerdo. Dicho más claramente: que no denostemos tan livianamente a tal o cual candidato o candidata, porque si después nos toca salir a bancar vamos a tener que hacer contorsionismo para bajarnos de nuestras legitimas pretensiones y empujar el carro desde el lugar que nos toque, a menos que repitamos viejos errores de preferir perder a bajarnos del caballo. Si solamente aceptamos la unidad si la encabezamos nosotros, en realidad es que no queremos la unidad, cambiamos la consigna de una “Corrientes Peronista” por aquella vieja consigna liberal “cargo o muerte”.
Siempre tuvimos a flor de labio la palabra “traidor”, la definición de “verdadero peronista”, que usualmente usamos para definir, la primera para quién piensa diferente y la segunda para aquel que nos acepta como conducción sin importarnos como piense. Debemos agiornar nuestro accionar poniéndole racionalidad a la lucha interna, comprendiendo que el adversario de ayer, hoy puede ser nuestro aliado en la búsqueda común de la necesaria emancipación provincial del yugo conservador.
Hay que imaginar fórmulas ganadoras acordando ideales, planes y acciones concretas que unifiquen el movimiento y sirvan para beneficio de la provincia, no vale intentar formulas ganadoras que no tengan compromiso, porque eso no alcanza para disuadir a las y los dirigentes y mucho menos al pueblo. Muchas veces la fantasía de la dirigencia se juega la suerte de todos a su propia suerte. La unidad no es solo una cuestión de cúpulas, sino también una cultura militante, porque es éste quien ha de jugarse su presente y futuro en beneficio de todos.
Al cerrar esta nota aún sin candidatos, con un plazo máximo hasta el 10 de julio, vemos tímidos videos, pequeños pasacalles, propuestas muy pocas, algún “neoperonista” presentando un frente por afuera. Todas estas manifestaciones son hasta desconfiadas por la castigada militancia que piensa: “quieren negociar algo”. Desde la Intervención partidaria pareciera tenerse otros planes indicados desde el “poder central”.
Cientistas sociales y políticos tejen alquimias, nos muestran su erudición y hasta se atreven a juicios morales que muchas veces chocan de frente con “la realidad la única verdad”.