Como ya hemos dicho aquí anteriormente, nuestra vapuleada moneda cumple bastante bien su función como medio de cambio: recibimos nuestros ingresos en pesos, y con esos pesos compramos prácticamente todo lo que necesitamos. Otra de las funciones de cualquier moneda, la de reserva de valor, la cumple defectuosamente: aunque guarde mi dinero en un banco, en un depósito a interés, muchas veces sucede que la inflación supera ampliamente el interés que obtengo, y mis ahorros pierden poder adquisitivo. Por eso muchos argentinos, que carecen de conocimientos e información para preservar sus ahorros de la inflación utilizando, por ejemplo, el mercado de capitales, deciden ahorrar en dólares, para luego vender esos dólares si necesitan pesos para una transacción extraordinaria. Y no sólo eso: algunos bienes importantes, como ser los inmuebles, se valorizan en dólares desde hace algo menos de medio siglo, y hasta se pagan, en todo o en parte, con esa moneda.
Por eso se dice que la nuestra es una economía bimonetaria, en la cual se usan pesos para casi todas las transacciones, pero el dólar se utiliza muchas veces como reserva de valor, y también, como unidad de cuenta, esto es, para medir el valor de algunos bienes. Tantos años de familiaridad con la moneda norteamericana nos llevaron a creer que podemos valorizar distintas cosas en dólares, porque es, sin duda, mucho más estable que el peso.
Pero ¿es realmente el dólar una buena medida del valor? En Estados Unidos puede ser, sobre todo si se trata, por ejemplo, de comparar precios durante un corto período de tiempo. Pero si fuera necesario hacerlo durante un lapso prolongado, digamos, 10 años, tampoco el dólar resulta una medida adecuada: con una inflación del 2% anual en los últimos años, que a veces sube hasta el 3%, y excepcionalmente, ha llegado al 9%, el dólar no es una buena medida del valor para períodos largos. Por eso, el Banco Mundial, o cualquier analista competente de EEUU, utilizan, para estadísticas plurianuales, dólares constantes, es decir, depurados de la inflación norteamericana.
¿Pero qué pasa en Argentina? Como casi todos los bienes y servicios, aquí, cotizan en pesos, no nos interesa el valor del dólar en EEUU, donde es relativamente estable, sino su precio acá. Y entonces aparecen serios problemas con esta unidad de cuenta, que se ven en el siguiente cuadro, que muestra la cotización de 1 dólar billete (en el mercado oficial si fue libre, o en el paralelo si no lo fue), en fechas seleccionadas, expresada en pesos de hoy.
Valor real del Dólar billete, a pesos del 31/10/24, ajustado por CER |
06/02/19 | 14/05/20 | 09/04/21 | 22/07/22 | 10/04/23 | 23/10/23 | 24/01/24 | 07/10/24 |
1421 | 3159 | 2373 | 3106 | 2159 | 3653 | 2911 | 1214 |
Es decir que un dólar billete, que al 31 de octubre pasado lo podía conseguir por algo menos de $1.200, en febrero de 2019 costaba $1421 de hoy, en mayo de 2020 $3159, luego cayó a $2373, y así siguió subiendo y bajando durante todo este período de algo más de 5 años. Claramente, una unidad de medida tan variable no sirve para medir nada: es como si quisiera medir una habitación con un metro que a cada rato cambia su longitud.
Llevando este análisis a nuestra práctica concreta, la valorización en dólares de los inmuebles, por ejemplo, recibe a pleno esta distorsión; como un departamento o una casa generalmente se compra, en parte, con ahorros que pueden estar en dólares, pero en mayor medida con un crédito que se obtiene en pesos, y que el banco otorga en base a ingresos que casi siempre son en pesos, si entre el momento en que pagamos una seña o un boleto de compraventa, y el día en que el banco nos acredita el préstamo hipotecario, hubo un aumento fuerte del dólar, el préstamo no va a alcanzar, y la operación se transforma en un serio problema, especialmente para el comprador. Algo parecido sucede con el mercado inmobiliario en general: un aumento sustancial del dólar hace que los precios resulten inaccesibles para casi cualquier comprador, y termina generando una fuerte caída de las ventas de inmuebles hasta que esos precios se acomoden a la nueva realidad, lo que suele demorar bastante tiempo. Sería interesante analizar los ciclos del mercado inmobiliario a la luz de este grosero defecto en la tasación de las propiedades. Defecto que podría corregirse fácilmente, morigerando mucho los ciclos, si las propiedades fueran tasadas en UVIs: el UVI es un índice que publica diariamente el Banco Central desde el año 2016, actualizado en base al costo de la construcción, que por representar el valor de reposición de los inmuebles, es mucho más razonable para medir cuánto vale una propiedad. Teléfono para las cámaras inmobiliarias…
Un error equivalente aparece cuando algunos economistas o comentaristas expresan en dólares sueldos, jubilaciones, o gasto público, comparando su valor en distintos momentos, sin tener en cuenta si en ese período el dólar mantuvo su poder adquisitivo, o tuvimos inflación o deflación en dólares. Error que a veces es intencionado, por querer demostrar algo que es falso, y otras veces es una mera equivocación, por usar una unidad de medida con la que estamos familiarizados, pero que por fluctuar demasiado no representa nuestra realidad. Problema que también se verifica si utilizamos el dólar oficial, como ser el mayorista: este varía mucho menos, pero, por ejemplo, al 31/10/24 valía $990, mientras que llegó a valer $2176 de hoy hace poco más de 10 meses, el 13/12/23, con la devaluación que produjo entonces el nuevo gobierno. Si alguien compró dólares poco después de esa fecha, ojalá no necesite venderlos pronto, porque perdería mucho poder adquisitivo. Ahorrar en dólares en Argentina, para una persona que no tiene la posibilidad de analizar si cuando los compra los dólares están caros o baratos, es altamente azaroso: puede ganar o perder mucho hasta el momento de usar esos billetes para el propósito que sea.
Esto nos lleva a una última recomendación, similar a la expresada para el mercado inmobiliario, pero esta vez dirigida al Estado Argentino: generar educación financiera, con información clara para evitar que el ciudadano común cometa errores de este tipo con sus ahorros, que muchas veces se reúnen con bastante sacrificio, pero pueden terminar diezmados por los vaivenes del mercado cambiario. Y también, más importante aún que esto, generar y difundir instrumentos que permitan ahorrar en pesos preservando esos ahorros de la inflación mediante alguna forma de indexación; como son, por ejemplo, los plazos fijos en UVA (índice diario, similar al UVI, elaborado por el Banco Central en base al índice de precios al consumidor del INDEC). Esta forma de ahorro existe, la ofrecen todos los bancos, y es eficaz, pero su plazo mínimo es de 180 días, lo que lo hace poco práctico para la mayoría de la gente.
Vivir en una economía inflacionaria es complicado y estresante, pero, hasta tanto el Estado Argentino logre resolver ese problema, podría adoptar medidas paliativas como las sugeridas, para hacerle a sus ciudadanos un poco más fácil lidiar con este flagelo.
(*) Licenciado en Economía- UBA
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