Ya pasaba la mitad de junio cuando el Peronismo, columna vertebral del Frente de Todos en ese momento, Unión por la Patria hoy, no definía sus candidatos. El presidente ya no jugaba, Alberto Fernández se resistió durante semanas con uñas y dientes: quería imponer la celebración de primarias y al no poder ser él mismo, apoyó a Daniel Scioli para que compitiese contra el candidato del Kirchnerismo. Parecía que Fernández se había salido con la suya y Scioli se enfrentaría con Eduardo Wado de Pedro, el hombre ¿elegido por Cristina Kirchner? Aparecieron los gobernadores a jugar fuerte y seguramente con el apoyo de la propia Cristina o al menos Máximo, apostaron a un solo candidato. Massa era el elegido.
Abandonado por Fernández, Scioli bajó su candidatura. A petición de Cristina, hizo lo mismo Wado. Así de la galera de Cristina, nuevamente Cristina, un poco apurada por los gobernadores impone a Sergio Massa como candidato unificador, quizá no de todo el arco Peronista, pero sí de aquellos que ven a CK como conductora y también de los que creen en la ortodoxia vertical de la conducción como una necesidad estratégica.
Massa no es un improvisado en la política, tiene muchos años en éstas lides y ocupó cargos estratégicos, legislativos y ejecutivos. Presidente de la Cámara de Diputados, Jefe de Gabinete, Intendente, Jefe del ANSES y varios más. Le gusta apostar fuerte. Lo reveló Cristina Kirchner en su primera aparición pública tras el vertiginoso cierre de listas electorales. Massa apostó a ser el único candidato del peronismo, si bien no es el único pareciera no tener competidor interno con posibilidades. Nadie ha sacado tanta ventaja como Massa de la pelea entre el Presidente y la Vice y de la falta de diálogo en los dos últimos años de gobierno.
El doble rol de candidato y Ministro de Economía, con una inflación muy alta, con los “mercados” tratando de tumbarlo, lo ponen en una tarea casi titánica además de gobernar, ya que Fernández casi no lo hace, de ofrecer garantías a la sociedad de que es posible estabilizar el país, consolidar los derechos, negociar con el Fondo y los acreedores sin entregar soberanía. Esto es, un doble mensaje a los compañeros y a la sociedad en general.
Calculador y astuto, con claro sentido del poder, con ambición para conseguirlo, Massa creció entre las internas del gobierno y en el momento justo, quizá no el más propicio, cuando la economía era una papa caliente, cuando muchos se borraban, él jugó a fondo para obtener la designación como precandidato presidencial del peronismo.
En su accionar tiene la habilidad de potenciar al máximo los recursos propios, capacidad de armar equipos, negociar, de ser ministro y candidato, y además sacar ventaja de las limitaciones ajenas. Para cualquiera que mire sin anteojeras ideológicas, sin fanatismos, sin antis, se da cuenta que la diferencia entre Massa y sus posibles antagonistas Bullrich y Rodríguez Larreta es abismal. Estos no tienen discurso ante problemas cruciales, no saben qué decir del Fondo, ni cómo solucionar la inflación, ni asegurar la institucionalidad. Sólo hablan de reducir derechos, de achicar el Estado, de privatizar todo hasta la salud y la educación.
Massa presidente seguramente no podrá avanzar en más y mejores derechos, el congreso no lo va a permitir. También va a ser difícil la batalla contra el Poder Judicial por las mismas razones, pero en una transición podría evitar las privatizaciones, la implantación de un Estado represor en el límite del terrorismo, en fin, no esperemos de él la revolución, pero estaremos en condiciones de exigir el cumplimiento de la promesa electoral y si así no lo hiciera se lo demandaremos.
A los otros a los neoliberales, a la derecha represora no podremos exigirles nada. Están en un proceso de degradación extrema, abandonaron todo tapujo ya no se presentan como moderados, modernos, ni siquiera pluralistas o democráticos, la república existe solo como palabra. Han sincerado su servilismo a las corporaciones locales e internacionales así tengan que lograrlo con represión. Apoyan a los fondos buitres contra YPF, quieren vender Aerolíneas, entregar la Malvinas, reivindican la represión en Jujuy, quieren pedir perdón a los militares presos por delitos de lesa humanidad y cuanto desatino más pueda ocurrírseles. Vienen por nosotros.
No todos los que se inclinan por opciones políticas de derecha son ideológicamente de derecha. Algunos ni siquiera tienen certezas de lo que eso significa para su futuro. El Macrismo los castigó, les mintió y siguen “fidelizados”, es difícil entender que muchos votantes sigan apoyando a quienes atentan contra sus intereses. El problema de la despolitización o el desinterés es también, en gran parte, responsabilidad de quienes han conducido el Movimiento Nacional, de los cuadros intermedios fundamentalmente. A Cristina se le pide “que haga todo, que piense, que hable, que decida, que no se equivoque y que gane”. Si la tocan se va armar quilombo (¿?) Intentaron matarla, la proscribieron y nada pasó.
La derecha ideológica logró instalar en un electorado “independiente” un discurso anti kirchnerista, ese logro comunicacional ya lo había advertido Néstor cuando dijo que denominarnos así era bajarnos el precio, hacernos perder la identidad histórica.
Massa no tiene hacia adentro la potencia del discurso de Cristina, y ella misma lo entiende, como también entendió que Sergio puede atraer a esa parte del electorado que no está encuadrado definitivamente en la derecha y que se necesita para ganar. Massa será el candidato más votado, todo indica eso. Lo difícil es que pueda superar la sumatoria de la derecha aún agregando a los votantes de Grabois. No es imposible si van a votar los que decidieron no ir, si votan los que quieren castigar votando en blanco, si no permitimos que se vayan por izquierda los votos que queremos obtener por derecha. Dicen algunos de los que así piensan, que en la definitiva en octubre votarán positivo. Sería bueno hacerlo ya, no olviden que el voto “no positivo” es un triste recuerdo.
Si Massa lograra una victoria ajustada, o si la sumatoria de Unión por la Patria pierde frente a una derecha regresiva, represiva y sin proyecto, debiera realizar una revisión de estrategias y prácticas políticas. La historia no se termina el 13 de agosto. Los compañeros en funciones, que funcionen más que nunca, que nadie haga las valijas. Hay un largo camino para transitar.