*Antropólogo. Profesor consulto de la UBA. Investigador principal CONICET.
Nuestras universidades públicas han experimentado importantes y profundos cambios a partir del movimiento juvenil y de las políticas nacionales y populares de los gobiernos de Irigoyen y Perón. Así, las transformaciones que se dieron a partir de los procesos reformistas iniciados en Córdoba en 1918 y que se extendieron luego por el país y América Latina impactaron claramente en la democratización del gobierno universitario contribuyendo a desligar el pensamiento académico de las restringidas esferas del poder clerical dando lugar a la formación del pensamiento científico y universalista. Por otra parte las políticas de des-arancelamiento llevadas adelante por el gobierno de Perón, fueron claras medidas hacia el mejoramiento de las posibilidades de acceso de los sectores populares a las universidades. En los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, el peronismo logra generar un tercer movimiento histórico universitario. Siguiendo los legados de la resistencia y la gloriosa juventud de los años 60-70´s, se extienden territorialmente los alcances de la universidad pública hacia los sectores que fueron quedando rezagados de su acceso.
Hacemos aquí un rescate necesario y elogioso de la vida universitaria, ejemplo en nuestra región y el mundo, ya que junto a su calidad y capacidad en la formación ciudadana podemos afirmar que nuestras universidades públicas constituyen una herramienta central en las posibilidades de mejoramiento en la calidad de vida y de ascenso social del pueblo argentino. Aun así me interesa reflexionar brevemente sobre algunas limitaciones en las que hoy se encuentran nuestras instituciones de estudios superiores. Limitaciones u obstáculos que, considero, deberían constituir la plataforma mínima para despliegue de un cuarto movimiento universitario que liderado por el peronismo encare los nuevos desafíos del presente.
El primero de estos desafíos, y de especial preocupación, es la notable y reconocida ineficacia en la retención de la matrícula por parte de los establecimientos universitarios. Un tema que se asocia también a la muy baja relación entre ingresos y titulación de les estudiantes. El segundo, entiendo, es la necesidad de configurar un modelo de transferencia hacia la comunidad de los conocimientos adquiridos como parte de la currícula que cursan nuestros estudiantes. El tercero es el movimiento imprescindible de innovación científica y tecnológica basado en las prioridades de desarrollo nacionales y regionales, dando lugar también a la formación de nuevas universidades que apunten hacia el sostenimiento de procesos de integración regionales y que tiendan a superar el modelo de formación pampeano-céntrico y eurocéntrico.
Es que, la mayoría de las universidades nacionales de la región, por sus trayectorias institucionales, propenden, tal vez en consonancia con cualquier sistema universitario, antes a su auto-reproducción que al compromiso con las transformaciones mencionadas y con el proceso de descolonización del conocimiento. Varios reconocidos intelectuales han alertado en distintas oportunidades sobre esto de manera exhaustiva. Así, podemos afirmar que la preponderancia de cierto cientificismo y academicismo abstracto (Varsavsky, 1994), la conformación de tribus académicas (Becher, 2001), la propensión hacia la reproducción de conocimientos promovidos para resolver problemas en los países centrales pero que muchas veces no se adecuan a las necesidades nacionales y/o a las problemáticas específicas que presenta el diseño de políticas públicas en las estructuras periféricas (Sousa Santos, 2005; Kreimer, 2006), la institución de la autonomía elogiable como fundante del conocimiento crítico pero muchas veces fetichizada respecto a la necesidad de debatir sobre la producción de conocimientos socialmente relevantes (Puiggros, 2004; Osuna, 2010) son algunas de las fuerzas centrípetas que tienden a promover en las universidades en tanto instituciones ciertas tendencias hacia una oposición o en el mejor de los casos a una supuesta neutralidad política y cultural respecto a los gobiernos democráticos y populares. Esto último, muy a pesar de que el sustento de las mismas haya sido prioridad de dichos gobiernos.
Aquellos tres grandes desafíos nombrados (y otros múltiples que se les asocian) requieren de políticas activas. Especialmente en el diseño de una Nueva Ley de Educación Superior.
Para el caso de la retención de los estudiantes, retomo aquí la experiencia llevada a cabo en la Universidad de J.C. Paz y otras universidades del Conurbano, en cuyo formato institucional se incorporó un mecanismo de seguimiento y apoyo sistemático hacia les estudiantes y sus familias ante cualquier indicador problemático. Ello implica el reconocimiento de que no todes les estudiantes parten de las mismas posibilidades para sostenerse en sus estudios. Es verdad que las universidades no están en condiciones presupuestarias para atender estas diferencias que son socialmente profundas, pero de la mano de políticas públicas activas aquellas pueden hacer que la permanencia de los sectores menos empoderados socialmente logre ser más igualitaria. Demás está decir que ello contribuiría no sólo a la igualación de oportunidades sino también a evitar la pérdida de potenciales saberes y capacidades.
Respecto al aporte de estudiantes avanzados en la transferencia de los conocimientos adquiridos, será necesario formular en la nueva ley de educación superior un capítulo referido a la incorporación con carácter vinculante de materias o prácticas curriculares de transferencia social en al menos un cuatrimestre y correlativas a una formación básica.
Por último y en consonancia con lo anterior, es necesario proponer nuevas Universidades o Institutos Universitarios ligados al desarrollo regional, entendiendo por ello no únicamente los esquemas y criterios de regionalización propios de nuestro país sino incorporando geopolíticamente otros países hermanos de la Patria Grande latinoamericana. Por ejemplo, la creación de una Universidad o Instituto Universitario Andino. Otro ejemplo podría ser la creación de una Universidad de la Cuenca Platina.
La creación Universidad de la Patria Grande Sudamericana. También sostener Universidades o Institutos universitarios vinculados a la formación de profesionales para la Defensa de los Recursos Estratégicos Regionales. En fin, se trata de articular conocimientos y saberes que siendo incluso parte de las instituciones Universitarias de los países de la región aún no se han organizado en modelos de formación integrados.
Lejos de pretender sostener conclusiones, este artículo ha tenido como objetivo aportar algunas consideraciones en torno a un necesario debate por la Universidad que anhelamos.
Bibliografia citada:
BECHER, T. (2001) Tribus y territorios académicos. La indagación intelectual y las culturas de las disciplinas. Gedisa. Barcelona. Primera edición en inglés: 1989.
KREIMER, P: (2006) ¿Una nueva dependencia?. La investigación científica en América Latina, integración subordinada y división internacional del trabajo. Nómadas, marzo, Bogotá.
OSUNA, B. (2010) Una universidad integrada al desarrollo con justicia social. En Revista Desafíos para un proyecto nacional, pp.102-113. Buenos Aires.
PUIGGRÓS, A. (2004) La fábrica del conocimiento: los saberes socialmente productivos en América Latina. Homo Sapiens. Rosario.
SANDER, B. (1990) Educación, administración y calidad de vida. Buenos Aires. Santillana.
SOUSA SANTOS, B. de (2005) La Universidad en el siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la Universidad, UNAM, México.
VARSAVSKY, O. (1994). Ciencia, política y cientificismo. CEAL, Buenos Aires.