La sobreviviente que con su fuga cinematográfica hizo desmantelar el centro clandestino base de operaciones del Plan Cóndor.
El 2 de noviembre de 1976, Graciela Vidaillac y su compañero José Ramón Morales, militantes de las Fuerzas Armadas de Liberación fueron secuestrados por la patota del paramilitar Aníbal Gordon, que revistaba en ese momento en la Secretaría de Inteligencia del Estado, al mando del general Otto Paladino.
Conducidos al centro clandestino Automotores Orletti, Graciela y José se encontraron allí con el padre de él, su hermana y su cuñado, ya exhaustos por la tortura. Los hombres de Gordon sometieron a tormentos a la pareja hasta quedar extenuados. Graciela quedó colgada de sus manos atadas. Cuando se dio cuenta de que sus captores estaban dormidos, bien entrada la madrugada, pudo zafarse las ataduras y buscó a José. Lo encontró en la habitación contigua. Pudo librarlo de sus esposas para que tomara un arma de los guardias y emprenderla a los tiros en su fuga. Los familiares de José no pudieron seguirlos. La balacera entre fugitivos y guardias dejó a Graciela con una herida en el brazo, lo que no le impidió salir a la calle corriendo semidesnuda mientras José disparaba ráfagas de ametralladora para cubrir la retirada. Cruzaron con lo justo las vías del ferrocarril Sarmiento antes de que pasara el tren y les diera el tiempo necesario para perder a sus perseguidores.
Pudieron salir del país junto a sus tres hijos pequeños y se exiliaron en México, donde Graciela se cruzó con el uruguayo Enrique Rodríguez Larreta, otro sobreviviente de Orletti, y juntos reconstruyeron el rompecabezas de ese centro de detención, nido del Plan Cóndor en Buenos Aires.
El espíritu revolucionario de José Morales lo llevó a alistarse en la columna sur del Frente Sandinista de Liberación Nacional nicaragüense. Murió combatiendo la dictadura de Anastasio Somoza en 1979.
La vuelta de Graciela
Graciela volvió a Buenos Aires una vez recuperada la democracia en 1985. Declaró en octubre de ese año en el juicio a las Juntas. Volvió a hacerlo en el juicio por Orletti en 2010 y en el del Plan Cóndor en 2013. Su testimonio permitió avanzar en la lucha contra la impunidad en Argentina y Uruguay.
La fuga obligó al Grupo de Tareas OT 1.8 a abandonar Orletti y la justicia dictaminó que en esa fecha dejó de funcionar como Centro Clandestino de Tortura y Exterminio, donde tuvieron secuestrados aproximadamente 300 ciudadanos de Latinoamérica y fue la base del Plan Cóndor
Una vida que alumbró el camino de la justicia
La tortura y las heridas no le impidieron seguir en la lucha por la defensa de los derechos humanos. En la testimonial que realizó en la CONADEP al retornar al país en el ´83, Graciela declaró lo que había sufrido mientras estuvo en el centro clandestino. Nunca más quiso volver al lugar, ni siquiera un día que un coro cantaba en la puerta cuando el espacio ya estaba recuperado como sitio de memoria.
Pese a todos los tormentos a los que fue sometida, nunca pudo registrar el dolor de la tortura física ni expresar la vergüenza que sintió al tener que salir corriendo desnuda de Orletti.
Familiares y amigos cuentan que tuvieron que pasar muchos años para que Graciela, en medio de una profunda depresión, comenzara a manifestar con cuenta gotas, lo que había vivido. Pero el temblequeo y el temor constante no cesaron nunca y la acompañaron hasta el final de sus días.
El 20 de mayo pasado Graciela Vidaillac falleció como consecuencia del coronavirus, apagándose así una vida que iluminó el camino de la justicia.-