Antes de la Semana Trágica, en los primeros meses de 1919, el que fue el primer organismo parapolicial del siglo XX en Argentina, no existía. Los grandes empresarios argentinos e ingleses (que iban a ser el motor financiero de la Liga) para defender sus intereses abusivos frente a las huelgas de los trabajadores, habían organizado una Asociación del Trabajo Libre que pretendía que no hubiera gremios y el trabajador y el patrón arreglaran sus diferencias de a uno. La financiaban con un aporte de sus empresas y se encargaba de conseguir “carneros” que reemplazaran a los trabajadores en huelga y guardias armados que protegieran sus talleres de los sabotajes anarquistas. Mantenían excelentes relaciones con los diarios La Nación y La Prensa, que los ayudaban a desprestigiar a los sindicatos.
Pero en medio de los tiroteos de la Semana Trágica, comprendieron que con el gobierno del demagogo Yrigoyen no podían contar y que tenían que pasar al ataque. Durante esos días, ya no financiaban a los “carneros” sino que hicieron alianza con la policía porteña, que les prestaba armas, y ellos mismos las compraban para sus niños bien y sus sicarios. Salían a cazar sindicalistas de cualquier pelaje, destruir sindicatos y matar a cualquiera que consideraran “anarco” o comunista. Los judíos del barrio del Once fueron considerados todos “rusos” y comunistas y atacados en sus casas y sus negocios. Protestas de las asociaciones judías ante el gobierno que, por unos días, pareció dormitar en el domicilio particular de la calle Brasil de don Hipólito.
Pero, además de niños bien y sicarios, ¿quiénes eran los organizadores, financistas y líderes de la Liga? ¿Cuáles eran sus ideas o argumentos? ¿Alguien daba la cara? Nosotros, que tenemos como referencia la Guardia Restauradora Nacionalista de los años cuarenta y cincuenta o la Triple A, nos vamos a sorprender ante el siguiente racimo de nombres y sus respectivas performances sociales.
Se reunieron, primero en la confitería París, y a los pocos días en el mismísimo Centro Naval (lujoso edificio que el lector puede visitar hoy en Córdoba y Florida en CABA) bajo el lema “Patria y Orden”, los siguientes personajes: Joaquín S. Anchorena, presidente de la Sociedad Rural Argentina y secretario de la Asociación del Trabajo Libre. El general Dellepiane, al mando por esos días del ametrallamiento en el cementerio de la Chacarita por orden del presidente. El científico Francisco “Perito” Moreno, muy conocido en nuestras escuelas primarias. El poeta laureado Leopoldo Lugones, que ya no era el socialista de su juventud, sino que empezaba a ser el fascista que se suicidó. Monseñor Miguel De Andrea, que ya se destacaba por gorila reaccionario como lo fue en 1955. Miguel Alfredo Martínez de Hoz, sin comentarios. Los radicales pronto “anti personalistas” Leopoldo Melo y Vicente Gallo. El primus inter pares, en pocos días presidente de la Liga, Manuel Carlés, legislador radical, encendido orador, que había sido interventor en Salta por orden de Yrigoyen. Etcétera.
Pasemos a las ideas: “La Civilización Nacional engendró la Liga Patriótica para reunir a los hombres sanos y enérgicos con el fin de colaborar con la autoridad para mantener el orden y vigorizar los sentimientos esenciales del alma nacional, que por lo eterno funda la patria” … “Se obligan igualmente a usar de todos los medios lícitos para evitar que se usen en las manifestaciones públicas la bandera roja y todos los símbolos que constituyan un emblema hostil a nuestra fe, tradición y dignidad” Tal obligación patriótica lícita se tradujo en la práctica, en Buenos Aires, en la Patagonia, en Rosario y hasta en Paraná, en tendales de muertos.
También declararon combatir “Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra esa runfla sin Dios ni Ley… No pertenecen a la Liga los cobardes ni los tristes”.
Creasé o no, hasta Lisandro de la Torre se inscribió en la Liga. Aunque justo es decir que la soportó por dos semanas, después la mandó a la mierda.
La Liga no se quedaba en tales acciones y palabras: organizó la ayuda caritativa a los pobres y obreros expresamente católicos, a cargo de damas beneméritas, y la educación católica a cargo de los sacerdotes de monseñor De Andrea. Aunque se las daba de nacionalista, era partidaria del libre mercado y tenía excelentes relaciones con las empresas inglesas. Ya los veremos juntos en la Patagonia.
De todos modos, los autos descapotables de los niños bien jugaron un papel más bien decorativo, ni fueron ellos los que frenaron a los “anarcos”, sino los 30000 efectivos del ejército que desparramó, ahora sí bien despierto, el presidente Yrigoyen por las calles de la Capital.
Yrigoyen nunca pronunció una palabra en contra del engendro. Es que coincidía con la Liga, al menos en un punto: lo peor que había en el mundo eran los anarquistas y el fin justifica los medios. En 1930, cuando le tocó el turno de caer e ir preso a Martín García, la Liga Patriótica Argentina se pronunciaría enfáticamente a favor de la revolución proto fascista del general Uriburu.-