Desde hace ya tiempo se suceden en varias grandes ciudades del país importantes protestas que plantean reclamos de carácter económico: desde las manifestaciones casi constantes de diversos movimientos sociales, con nutridos acampes y una imponente marcha federal, reclamando el aumento del monto o la cantidad de subsidios a la pobreza, o más alimentos para los comedores populares, hasta el flaco tractorazo de la opulencia, cuyo lema podría sintetizarse en la frase “mis ganancias extraordinarias no se tocan”. Esto da cuenta de cierto malestar social cuya raíz económica vale la pena investigar, más allá de que puedan concurrir también otras causales para una explicación más completa. Aquí trataremos de indagar en los motivos económicos, y lo haremos en base a datos confiables del INDEC, validados con información del Banco Mundial. Quien desee una aclaración sobre la metodología aplicada para obtener la información que expondremos, puede solicitarla al correo que se muestra en este mismo artículo.
Como dato de contexto, vale reiterar, como dijimos en julio del año pasado, que Argentina tuvo, en los últimos 45 años, un escuálido crecimiento económico, a un promedio anual por habitante que fue la mitad del de Latinoamérica y el Caribe, la cuarta parte del de Cuba, la sexta del de Chile. Dentro de ese marco de pobre crecimiento, los últimos 10 años se destacan por un franco retroceso, que bien puede explicar el malestar: entre 2011 y 2021, nuestro producto por habitante cayó un 13,1%; un nivel sólo superado aquí, en 60 años, por la crisis de hiperinflación de 1988-1990, y por la declinación y colapso de la convertibilidad (1999-2002). Ahora bien: si dividimos esos 10 años por períodos presidenciales, encontramos que el mal desempeño económico no fue parejo: mientras en el último gobierno de Cristina el producto per cápita cayó 2,8%, en el de Macri se derrumbó un 7,9%, y entre 2019 y 2021, con Alberto Fernández, pandemia incluida, bajó un 2,9%, que probablemente se recuperará este año.
Pero en economía, tanto como la producción de riqueza importa su distribución. Para evaluarla, el INDEC releva cada 3 meses los ingresos totales (sean por sueldos, ganancias, rentas, subsidios sociales, etc.) de la población de 31 grandes aglomerados urbanos, dividiendo los resultados en deciles (fracciones del 10%), donde el decil 1 corresponde a los habitantes que tienen los ingresos más bajos, el 2 al siguiente 10% más bajo, y así sucesivamente, hasta que el decil 10 reúne al 10% de la población con mayores ingresos.
Y cotejando esos datos, la diferencia entre estos 3 períodos es aún más notable: como se puede ver en el cuadro siguiente, en los dos gobiernos peronistas la participación en el ingreso de los estratos más pobres creció fuerte, en un 20 o un 26,7% para el decil 1, disminuyendo gradualmente ese crecimiento hasta un 3,7% o un 2,5% en el sexto decil.
Por supuesto, el crecimiento en la participación de unos siempre se produce a expensas de otros, porque estamos hablando de distribución, que es un juego de suma cero: en estos dos gobiernos, lo fue a costa de los deciles más altos, del 8 al 10. El gobierno neoliberal, en cambio, produjo un resultado exactamente inverso: bajó fuerte la participación de los más pobres, más cuanto más abajo estaban en la escala de ingresos; y eso lo hizo en beneficio de los dos deciles más altos, pero particularmente, del decil 10. De manera que el adalid de la pobreza cero no sólo redujo casi un 8% la producción anual del país, sino que modificó fuertemente la distribución en perjuicio de los más pobres, haciéndolos perder por partida doble.
Veamos ahora cómo evolucionaron los ingresos per cápita, decil por decil, en esos diez años, por la combinación de la caída del producto por habitante, con el efecto distributivo aludido. El próximo cuadro muestra que, en el conjunto de 10 años sólo el decil 1 aumentó sus ingresos en términos reales, en un 10,1%; todos los demás los vieron reducidos, en general más cuanto más ganan. Pero si tomamos los dos gobiernos peronistas, en ellos incrementaron sus ingresos reales los 5 deciles más pobres, y entre ellos, en mayor porcentaje los que menos ganaban. Con Macri, nuevamente, sucede lo opuesto: cuanto más pobres son, más pierden, pero hasta el décimo decil, el más rico, perdió algo de ingresos: claro, en cada decil está representado un 10% de la población objeto del estudio, unos 2,9 millones de personas en 2021, pero los beneficiarios de ese descalabro económico fueron sólo un puñado de millonarios. Ilustración muy elocuente de qué es un gobierno elitista.
Queda sólo un comentario final: en el último cuadro vemos cómo, en el conjunto de 10 años, a pesar de la fuerte mejora en la distribución del ingreso, casi todos pierden si el producto baja fuerte, como lo hizo. La caída de la economía derrota los más virtuosos intentos redistributivos, y nos conduce al mentado descontento social.-
(*) Licenciado en Economía- UBA