“Con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”. Eso decía Raúl Alfonsín durante la campaña electoral de 1983, que repitió en su discurso inaugural ante ambas cámaras del Congreso Nacional reunidos en Asamblea Legislativa. Atrás quedaban los años de la dictadura, y en esa primavera hecha verano todos los militantes, los radicales que habían ganado, los peronistas que habíamos perdido, los intransigentes, los desarrollistas y todos los demás pensábamos que había algo de cierto en esa frase, como los millones de argentinos que recuperaban o descubrían la política. La derecha liberal, disfrazada de centro, callaba mientras buscaba algún detergente que le sacara la sangre de las manos.
Después…
Deuda externa, juicio a las Juntas, inflación, punto final, obediencia debida, hiperinflación, Fondo Monetario Internacional, golpe de mercado, fuga de capitales, flexibilización laboral, privatizaciones, ajuste, más inflación, otra hiperinflación, plan bonex, precarización social, más deuda externa, más fuga de capitales, plan Brady, Fondo Monetario Internacional, cierre de ferrocarriles, guerra de Irak, baja de salarios, convertibilidad, libre importación, Embajada de Israel, desocupación, piqueteros, subocupación, relaciones carnales con Estados Unidos, Amia, corte suprema adicta de mayoría automática, indultos, hiper desocupación, Fondo Monetario Internacional, más deuda externa, más fuga de capitales, catorce monedas provinciales, más ajuste, blindaje, megacanje, corralito, default, represión y muerte. Sin duda la enumeración es incompleta.
Esa era Argentina a casi veinte años del 83. ¿Fue la democracia la que nos llevó a la disolución nacional? No. ¿Fueron las decisiones tomadas durante esos años? Si. De allí que sea fundamental distinguir entre el sistema y las acciones, no vaya a ser que por culpa de votar hayamos tomado tanta deuda en los noventa. Y eso con gobiernos peronistas, mal que nos pese, y con gobiernos radicales, que se hagan cargo.
Después…
Dos exitosas renegociaciones de la deuda externa, pago a docentes, rescate de las monedas provinciales, recuperación de salarios, reindustrialización, recuperación de la autoestima popular, nacionalización del sistema privado de jubilaciones, de Aerolíneas, de YPF, de los ferrocarriles, del agua en el AMBA, integración regional latinoamericana con la UNASUR y la CELAC, pago al Fondo Monetario Internacional para que deje de meterse en la política económica, rescate de los ahorristas encerrados en el corralito, obras publicas en toda la Argentina, plan de desarrollo de infraestructura, construcción de escuelas, viviendas y hospitales, paritarias libres con los sindicatos, inflación, y salarios siempre por arriba de la inflación, recuperación de derechos sociales y ampliación de nuevos derechos sociales, para las minorías y para todos, Bicentenario de la Patria festejado por millones de argentinos, Tecnópolis, arte, cine, teatro, Instituto Nacional de la Música. Sin duda la enumeración es incompleta.
Después…
Aún así, en 2015 y por poco margen, volvieron los mismos que en los setenta y los noventa cometieron el industricidio argentino. Hubo nuevos partidos, y por pereza política –o por interés- los radicales aceptaron la alianza con la patria financiera y la patria contratista, ya manejada sin intermediarios, en sus propios dueños. Sólo funcionó para imponer al Fondo Monetario Internacional de nuevo, para endeudar de nuevo, para precarizar y perseguir de nuevo. Todo lo viejo.
Cuarenta años después, lo que sabemos es que con la democracia se vota. Lo que no es poco. Pero que no basta un determinado sistema institucional basado en el sufragio universal para comer, educar, curar. Lo que es mucho. Es que la democracia es la condición necesaria pero no suficiente: eso es lo que aprendimos. Esa palabra griega que significa “gobierno del pueblo”, que Perón significó como “la democracia es el sistema donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere” e introduce la idea de movimiento, que es la democracia en acción. Es forma: es necesario votar, y también es fondo: para qué votar. Bueno, cuando existe un proyecto nacional. O una disputa de modelos de país. O algo que no sea un problema entre personas, una mera disputa entre apellidos que por cierto reflejan la falta de proyecto.
Es que hace demasiado tiempo parece que las dirigencias ya no tienen articulación con sus representados, sino que reflejan las fuerzas de mercado, es decir de los formadores de precios. Demasiados, aún en nuestro campo, hablan de personas que no conocen, así ya no hay más pueblo sino “gente”: pasamos del sujeto histórico del peronismo a una revista de chismes porteños. ¿Desde el análisis estadístico, alguien sabe que todos los argentinos nacidos desde 1974 nacieron en la pobreza? Haga sus propios cálculos.
Como buenos peronistas, no puede faltar la autocrítica. Seguimos con demasiadas leyes de la dictadura, en especial en el ámbito financiero. No avanzamos de manera consistente con la creación de un sistema de medios de comunicación cooperativo, federal, efectivo. Hicimos una ley de medios que parecía más un código. Dependemos todavía de acuerdos bilaterales en la esfera internacional que garantizan las inversiones de países que nos han saqueado: pensemos en el CIADI, en los fondos buitres, en las guaridas fiscales. No comprendimos en el 2003 que si los grandes empresarios locales aceptaban ser los socios menores de un proyecto nacional conducido por Néstor y por Cristina era porque el miedo a la quiebra (de la que los salvamos) era demasiado grande. Una vez que se recuperaron, fueron toda oposición (recordemos la 125). Dejamos prosperar una corte suprema de justicia que actúa como gavilla, y pretende definir candidatos y elecciones en las Provincias. Al menos Mitre tenía la delicadeza de mandar mercenarios a masacrar federales. ¿O es lo mismo?
¿Con la democracia se vota, come, educa y cura? Sin duda, y mucho más. Hasta podemos pensar en ser una nación justa, libre y soberana. Pero ha de ser un gobierno nacional y popular, con eje en el peronismo, en el movimiento obrero, en las Provincias (que son la Argentina), en los movimientos sociales, en los militantes, en las y los ciudadanos los que puedan llevar adelante ese plan. Ahora parece que muchos hablan de programa para las elecciones, pero no se les ocurre ninguno. Así que les dejo una alocada idea de mi elección:
“El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”.
Sí, es el artículo 14 bis de la Constitución Nacional vigente. Si parece reformista es porque es un remedo de la Constitución Nacional de 1949, que es revolucionaria. Pero por algo podemos empezar. En este sistema tan vaciado, tan vacío, parece que llegó el momento de poner un poco de entraña. Viva Perón.