Mas temprano que tarde, la humanidad deberá buscar nuevas alternativas para poder desarrollar actividades que son tan básica como esenciales: el transporte, la producción de alimentos y la generación de energía eléctrica, entre otras. En ellos utiliza como principal fuente de energía a los hidrocarburos y existen dos condiciones adversas: el recurso no es renovable y su uso genera un gran impacto en el ambiente, que pronto puede ser irreversible.
Esto nos ubica en un horizonte temporal en donde se avizora un punto de inflexión inexorable al que debemos enfrentarnos: la restructuración de la matriz energética.
En la actualidad existe una carrera tecnológica que ha comenzado y tiene que ver con la electromovilidad y las energías renovables. Por lo que hoy unos de los recursos naturales que tomo mayor relevancia a nivel mundial es el LITIO, que es uno de los principales componentes con que se construyen las baterías eléctricas modernas. Este preciado mineral se encuentra en abundancia en el “Triangulo del Litio” que se forman entre Argentina, Bolivia y Chile, que contiene alrededor del 70% de las reservas mundiales de este mineral. El triángulo, está formado por el Salar del Hombre Muerto (Argentina), el Salar de Uyuni (Bolivia) y el Salar de Atacama (Chile), sumados a los salares que se ubican dentro de esta área, en la región de la Puna de Atacama.
La producción mundial de litio es de 192.000 toneladas. Australia aporta el 40% de esa producción, seguida por Chile con el 33% y en tercer lugar la Argentina con el 15%.
Existen dos minas en marcha en nuestro país: Sales de Jujuy, en Olaroz, y Fénix, en Salar del Hombre Muerto, Catamarca, Los cuales suman una producción de 37.500 toneladas anuales, limitando su comercialización a la exportación dos productos primarios como el carbonato de litio (equivale al 93% de las exportaciones) y el cloruro de litio.
El negocio es fabuloso si se considera que la tonelada de carbonato de litio en el mundo se paga unos 12.600 dólares y el costo de producción varía entre 1600 y 3000 dólares la tonelada. Se proyecta que para el 2025 la demanda puede pasar de 220.000 a 700.000 toneladas anuales.
Es imprescindible comenzar a darle valor agregado a este “Oro Blanco”, de manera de generar trabajo a través del desarrollo de alta tecnología con sello nacional y lograr la soberanía energética.
En este sentido, la empresa energética de bandera YPF viene dando varios pasos importantes: El primero, a través de Y-TEC (YPF Tecnología S.A.) que firmó una carta de intención con la empresa italiana FIB y la estatal jujeña Jemse, para la construcción de la primera planta de celdas de ion-litio. Y el segundo, la creación de la empresa YPF Litio S.A., que se convirtió en realidad a partir de la decisión del actual titular de la compañía, Pablo González, quien lo califica como “la necesidad de ir preparándose para acomodar la industria a un nuevo tipo de energías, y hacerlo con una visión de futuro” y destacó: ”que se cuenta con el acompañamiento de las provincias productoras que están a disposición de YPF y creen que con el liderazgo que tiene en diversos rubros, no solamente la producción, es fundamental para llevar adelante nuevas figuras asociativas que diversifiquen el horizonte de negocios”.
También se avanzará en el proceso de investigación y desarrollo de los procesos de industrialización del mineral, lo que incluye la etapa final de producción de baterías de litio para la industria automotriz y de energías renovables.