La Dictadura Cívico Militar (1.976/83) se encargó de iniciar un camino de destrucción del Estado y de las organizaciones gremiales. No por nada se autodenominó “Proceso de Reorganización Nacional”. Bajo esa “Reorganización” cayeron asesinados, presos, desaparecidos o exiliados, miles de trabajadores y sus representantes. La aplicación de fuertes medidas represivas al movimiento gremial implicó un enorme retroceso en la distribución del ingreso, de cerca del 50% del Producto Bruto Interno para los trabajadores, en concepto de salarios en 1.975, al 26% en 1.983.
Al mismo tiempo se inició el camino de destrucción del aparato estatal generado con el ahorro de varias generaciones de argentinos y argentinas. Se endeudo a las empresas estatales irracionalmente, se ofreció a las mismas como garantes de préstamos destinados a alimentar el voraz apetito de la “Patria Financiera” y se transfirió la educación y la salud a las provincias, generando un Ministerio de Salud, prácticamente sin hospitales y un Ministerio de Educación, sin escuelas. Era el sueño de la Revolución Libertadora/Fusiladora. Destruir el aparto industrial que generó el peronismo y hacerlo ineficiente (“Las empresas estatales serán eficientes, si desea que así sean” nos enseñó el General Mosconi).
El golpe de gracia lo dio Domingo Cavallo y su equipo, al frente del Banco Central de la Republica Argentina al estatizar la deuda externa contraída por el sector privado.
Con la recuperación democrática empezaron a visitar nuestro país los técnicos del Fondo Monetario Internacional que, desde ese mismo momento y hasta hoy, con solo una receta, el ajuste permanente en sectores fundamentales para nuestro país y el pueblo, como educación, salud y ciencia. Una de las políticas pretendidas por el FMI apuntaba a unificar administraciones provinciales en regiones y la desaparición de las provincias. Sus documentos proponían con eufemismo que era necesario terminar con “Las unidades geo habitacionales inviables”, refiriéndose a Santiago del Estero por ejemplo, ignorando la fuerte identidad que tiene esa Provincia, al extremo que es considerado “Madre de Ciudades” por su antigüedad y rol fundacional de otras. No convenía contar con tantas “Unidades Subnacionales” (Denominación que aborrezco) nos enseñaban, obviando que nuestras provincias generaron a la Nación y no al revés.
Aquella dictadura contó con la colaboración estrecha de partidos políticos y dirigentes de nuestra provincia (Los mismos que permanentemente dan cátedras sobre democracia y la Republica), que le dieron Ministros, Embajadores, Intendentes, funcionarios de todo nivel y un paraguas de legitimidad a aquellas políticas de sangre y fuego y de destrucción del aparato productivo nacional.
Ahora bien la coalición conservadora gobernante pareciera seguir trabajando sobre aquellas viejas ideas, que obviamente configuran el marco de una provincia socialmente inviable. Veamos algunos ejemplos: Hay tantos correntinos fuera de la provincia, como adentro. El éxodo es generado por la ausencia de políticas de desarrollo industrial que contengan a todos los correntinos y correntinas. Es cierto que “somos un millón”, pero deberíamos ser más de dos millones. Los salarios del sector público son los más bajos del país. Incluso comparados con provincias vecinas. Los salarios del Sector privado no tienen mejor suerte. Un empleado de una farmacia en Corrientes, gana menos que su par de cualquier otra provincia. La creciente inseguridad jurídica con un Poder Judicial preparado como un ariete para servir a los detentadores del poder. Las persecuciones judiciales a intendentes, concejales y dirigentes opositores así lo demuestran. Lo aleatorio de la prestación del servicio de energía eléctrica para hogares y PYMES, que al mismo tiempo son de las más caras del país. La política de practicar grandes negocios con empresas determinadas que aseguren el financiamiento de la política y al mismo tiempo excluye a otros empresarios. Una prueba de ello lo tenemos en este año de encierros por la Pandemia, donde no se podía concurrir a cines, hacer deportes, ir a estadios, a teatros, celebrar cultos religiosos, asistir a peregrinaciones, pero uno si podía concurrir libremente a los múltiples casinos de la Provincia.
Ahora bien. Está claro que el Peronismo tiene responsabilidades en este cuadro. Por momentos fue una oposición complaciente que lo llevó a un alto grado de dispersión. En las fallidas ultima interna se registraron 37 listas para competir. Las reuniones entre dirigentes de múltiples sectores brilla por su ausencia y no es el diálogo sobre nuestras realidades lo que prima. Por momentos pareciera que algunos dirigentes se acostumbraron o se resignaron a ser minoría, en una fuerza que se caracteriza históricamente por su voluntad de poder para la transformación social. Está claro que si se pretende cambiar este modelo de provincia, de atraso, conservadurismo y plagado de dolores sociales, necesita de otro peronismo. De manera inmediata. “No se puede pretender resultados diferentes, haciendo siempre lo mismo” lo formulo Einstein.
Construir otro Peronismo es tarea de todos y todas. El ejemplo de la unidad nos permitió ganar en el 2.019 con Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner y para ello fue necesario deponer viejos antagonismos, que seguramente perduran, pero que fueron puestos como secundarios en un momento que las viejas ideas económicas y sociales del “Neoliberalismo”, al que creo que también deberíamos nombrar como “Neocolonialismo”, amenazaban destruir el país de los argentinos. Perón nos enseñó “Primero la Patria, luego el Movimiento y por último los hombres” Vienen tiempos urgentes y de cuidado. Un 2.021 de múltiples elecciones debería inspirar a los compañeros y a las compañeras, a que es posible construir un partido político con vocación de poder y practica de transformación.