El perdedor en la contienda electoral es claramente el Peronismo, la oposición a este gobierno, hablando de una oposición real, la que busca el cambio, más allá que dentro de la propia fuerza hay quienes están bastante propensos arreglar cuestiones con el gobierno, algunos gobernadores que necesitan desesperadamente fondos, algunos que quieren compartir espacios en la conformación de una nueva Corte o tener algunos Jueces Federales afines y lamentablemente algunos que se pasaron con banda, bastón y orquesta. Igualmente, con el PRO absorbido y la UCR desaparecida, la alternativa sigue siendo Peronista.
Pero ese peronismo enfrenta importantes obstáculos institucionales y estructurales. Su impacto en los próximos años dependerá de las estrategias que utilice para enfrentar esos desafíos y de las fuerzas que pueda congregar para superarlos que, a su vez, significa inexorablemente la vuelta al movimiento como instrumento que permita abocar el esfuerzo de todos los sectores y espacios que lo componen dándole una caracterización potencialmente suficiente y revolucionaria. Además de la necesidad de que el brazo institucional, el Partido Justicialista, instaure una conducción producto de la democracia interna.
La última interna nacional del PJ fue en 1988, donde Menem se impuso a Cafiero. Tal vez la etapa del menemismo puede hacer pensar que nada bueno salió de aquella experiencia. Es un incómodo recuerdo para quienes quisieran reivindicarla, sin embargo, otras experiencias con imposición de candidatos tampoco fueron buenas. Hoy tenemos que decir que por suerte la fórmula Scioli-Zanini no ganó y reconocer que lo de Fernández-Fernández fue desafortunado, más allá de la pandemia. Dirán que con el diario del lunes cualquiera opina, pero los que conducen deben ver un poco más allá del día después.
Y de esos errores, prácticamente nadie se hace cargo. Si revisamos de manera minuciosa, seguramente encontraremos a algún que otro dirigente que haya reconocido “sí, hemos errado” y eso buscando con lupa. Habitualmente la culpa es del otro, siempre abundan los “yo no fui”. Se suele decir abreviando algunos contenidos ideológicos que “lo importante es el otro”, entendiendo por tal a la esencialidad de los vínculos humanos. Cuando de facturas políticas se refiere invertimos el significado, el culpable siempre es otro.
Esto ha ocurrido muchas veces antes y lamentablemente siguen ocurriendo ahora, cuando hay más necesidad de cambio en el país, hay poca empatía popular en los mensajes, no hay buenas comunicaciones, no hay objetivos concretos, pero sí hay mucho, mucho ego.
Los que nada tienen ni nada deben, políticamente hablando, son la mayoría en el Peronismo, no piden mucho, lo que les interesa es la supervivencia del movimiento y la toma del poder para la realización de un proyecto nacional. Cristina, Axel, los gobernadores, aquellos que tienen importante representación territorial se tendrán que poner a la cabeza del desafío de aggiornarsepara enfrentar este tiempo histórico. El camino es simple, aunque para algunos el resultado sea arriesgado, democratizar las estructuras partidarias a través de mecanismos de selección de candidatos por medio de elecciones y no por el dedo.
Así como el Papa Francisco decía que la Iglesia de había encerrado en sí misma y propuso con sentido misionero “sacar a Jesús de las sacristías”, la dirigencia peronista tiene que quitar el cerco que no solo le impide ver la sociedad tal cual es, sino también imaginar un futuro mejor, renovarse con energía popular. No habrá salida para el Peronismo si no se anima a romper el modelo decisional de unos pocos. “Sacar a Perón de la foto”, poner su voz y su mensaje en acción y, si su “único heredero es el Pueblo”, nadie mejor para definir los liderazgos en el movimiento que el propio legatario.