En tiempos de apremios y de urgencias, es imperioso poner en práctica las enseñanzas de Perón. A algunos les gustará el viejo Perón el de las Tres Banderas, a otros el del Socialismo Nacional, que por otra parte no se contradicen entre sí. Particularmente nos quedamos con el Perón descarnado, aquel que vino a morir a la Patria y que dejó como legado histórico para las generaciones futuras su “Modelo Político para un Proyecto Nacional”.
La Nación es la madre de todos nuestros sueños y desvelos, por lo tanto, el debate de la nación que queremos, es hito fundante en la vida política y social, del que no pueden abstraerse los partidos, los movimientos sociales, hombres y mujeres dedicados a la actividad política, estén en cualquiera de los lugares de responsabilidad que les tocó, oficialistas u opositores. De estos últimos es difícil ocuparse en tanto están dinamitando los puentes y minando los caminos del consenso, impiden que funcione el Congreso y propician golpes económicos. Más allá de ellos y su actitud disolvente, hay que buscar que todo el pueblo se involucre.
Sin embargo, mirando siempre al futuro, tenemos claro que este año reviste un carácter especial, habrá elecciones que señalarán rumbos, en una situación de incertidumbres y problemas que atraviesa el país. Si bien tenemos claro para nosotros, mayores y menores culpas y responsabilidades, es cierto que la sociedad está atravesada por sensaciones crecientes y generalizadas de desorientación; mucho se dice y se repite sobre la influencia de los medios hegemónicos en la creación de “realidades”, no obstante, algunas de esas realidades existen más allá de los medios.
Durante varios años, algo poco frecuente en nuestra historia, una parte importante de los argentinos nos sentimos partícipes de un proyecto colectivo, con fe y confianza en las instituciones y las personas públicas. Eran épocas en que los vientos del Sur habían refrescado la política. Luego el neoliberalismo, la pandemia, las rencillas internas y porque no decirlo, si bien el acierto estratégico en la elección de un candidato y la constitución de un Frente garantizaron el triunfo electoral, no garantizaron un plan, una ejecución, una coherencia. En definitiva, la Unidad. Por eso en los últimos tiempos, especialmente en los últimos meses, la esperanza nacida a la luz de la decisión de Cristina, se está transformando en indiferencia, cuando no en insolidaridad; “si la tocan a Cristina….”, atentado, condena, proscripción y el quilombo no pasó.
Generado en gran medida por el discurso de la derecha opositora, sin mayor respuesta oficialista pareciera haber un rechazo de todo lo público y colectivo, y lo que es más grave, en una falta de credibilidad de las instituciones y las personas que las dirigen. Los impulsos políticos, económicos y sociales que nacieron con la llegada al gobierno del Peronismo con los Kirchner, parecieran se estuvieran agotando, lo que no sería grave si junto al agotamiento estuvieran naciendo nuevos proyectos políticos y sociales, muy por el contrario, surge la sensación de que se está cerrando una etapa de nuestra historia reciente sin que se sepa muy bien cuál será la siguiente, ni qué caminos nos conducirán a ella. La preocupación se basa en que nuestro Frente no es capaz de ofrecer un proyecto político definido en estos momentos, que aglutine e impulse de nuevo a la mayoría de los argentinos.
En el ámbito económico, hoy ya está claro que el acuerdo con el Fondo no fue un buen acuerdo, nos prestan para que le paguemos y nos comen con los intereses, para colmo no ayudan indicando a los grandes operadores que hay que terminar con la especulación cambiaria, la suba de precios, las corridas etc.
El periodo de “ajuste con crecimiento” de los últimos meses ha dado paso a una etapa de atonía e incertidumbre que el discurso atribuye a una situación meramente coyuntural, superable en un próximo futuro, cuando se produzca “una reactivación de la economía mundial”, “cuando el vaso derrame”; la política económica es una nave que a pesar de su imagen de firmeza, especialmente del Ministro Massa, navega sometida a los avatares de los formadores de precios, de los especuladores, de la mesa de enlace y de varios más, cumpliendo con las imposiciones del Fondo, soportando la situación internacional, la función desgasta y se pierde capacidad de respuesta y de aprovechamiento de los factores diferenciales y positivos de nuestra economía.
Además, somos muchos los que sospechamos, dentro y fuera del FdT, que hay otros factores que inciden decisivamente en esa debilidad política. Un gabinete con imagen dispersa, sin liderazgo, rogando que CK no hable, el Presidente que ahora todos los días “conferencia” en formato campaña mientras el Ministro de Economía aparece como el gran ejecutor.
Ante esta situación, que no calificamos todavía de dramática, aunque sí de preocupante, no podemos adoptar tibias posturas de un conformismo casi suicida o limitarnos a la construcción de un espacio donde la discusión pase sólo por las candidaturas. Desde el lugar de la mayoría de los compañeros que nada tienen y a nada personal aspiran, nos preguntamos reflexionando si no estamos a tiempo de ensamblar un proyecto colectivo capaz de dar un nuevo impulso a nuestro Frente. Sería una grave equivocación reducir este proyecto a un conjunto de objetivos personales y electorales.
Argentina necesita urgentemente implementar un proyecto político apoyado activamente por un amplio sector del pueblo, que incorpore entre sus objetivos la renovación de la dirigencia social, política e institucional. El Proyecto existe, es aquel de Perón, en lo estratégico está absolutamente vigente, no significa esto que en los aspectos necesarios se trabaje en una actualización. Pero crean es poco lo que hay que revisar. Sin un proyecto popular con apoyo suficiente alguien cree que milagrosamente se va a cambiar la Corte o que se va hacer funcionar el Congreso.
Compartimos el pensamiento de que el gran error de nuestro gobierno es creer que la democracia puede reducirse a lo gestual/ institucional. ¿Hoy se dan cuenta que dos miembros de la corte aceptaron ser Jueces por decreto o que avalaron el 2×1 y todas las demás barbaridades cometidas? Aquello de hacer lo que el pueblo quiere y defender un solo interés el del pueblo, parece haber quedado enterrado en los pasillos de la Rosada, del Congreso o de Tribunales.
O que la política económica en un Estado democrático se reduce a producir crecimiento sin distribución manteniendo conformes a los movimientos sociales. No es así como lo entendemos los peronistas. Esos son conceptos escuálidos. Es un camino equivocado. Una Nación productiva, con un Estado interviniendo cuando es necesario, para ayudar en las emergencias y equilibrar en los excesos, con los trabajadores participando en las decisiones y en las ganancias debe ser la acción y la propuesta. Además, los objetivos inmediatos tales como la convergencia financiera y monetaria, los de tipos de interés, control de la inflación, déficit, etcétera, nunca se conseguirán si no hay convergencia económica global, y esta última no será posible sin una convergencia política y social. Los “convenios” particulares o sectoriales nunca son posibles sin la existencia de Proyecto.
La falta de éxito en el cumplimiento de los objetivos económicos, monetarios, inflacionarios, distributivos de los últimos años es la mejor prueba ¿alguien cree que se pueden alcanzar niveles de bienestar económico sin un sistema político definido y apoyado por la mayor cohesión social posible? creer que con fijar un objetivo de inflación o de déficit se ha satisfecho un proyecto político es una simplificación de un modelo liberal.
Si en nuestro Frente se pretende alcanzar los objetivos que se anuncian sin enmarcarlos dentro de un proyecto político, capaz de motivar a amplios sectores de la población y suscitar un nuevo y amplio consenso, el costo de esta política puede ser muy elevado y dramáticamente inútil. Triste sueño que puede terminar en pesadilla. –