Para el conjunto social argentino la mirada del mundo, de la vida y de las cosas viene marcado por las culturas dominantes en cada etapa histórica, en especial en tiempos en que los medios han adquirido un rol predominante en redes y otras plataformas, operadas en forma eficiente por el enemigo, que conduce a las mismas en función de sus objetivos estratégicos a nivel global.
Es que los tiempos políticos están impregnados por las relaciones de poder, en donde la manipulación de la información y el ocultamiento, son parte de la práctica diaria de la comunicación hegemónica, que vuelca en ella sólo aquella que es vertebral a sus intereses y va penetrando en la conciencia colectiva del pueblo, en forma direccionada, condicionando la construcción del pensamiento, que en las últimas décadas ha sido colonizado por el neoliberalismo dominante.
Cuando se habla de la batalla cultural se omite en general desde dónde se da dicha confrontación, ya que uno de los ejes de la dominación colonial, es operar sobre la identidad y la memoria de los pueblos, debilitando las mismas. La historia no existió, el presente refleja la realidad global, no hay ninguna opción fuera de ella, los mercados determinan la marcha de la humanidad, el individuo es más importante que la comunidad, el éxito rápido materializado por el esfuerzo personal medido en bienes, lleva a la diáspora social y a la fragmentación de las fuerzas nacionales que resisten la ofensiva.
Es en ese nivel de análisis donde emerge con fuerzas, la resistencia natural a la colonización que producen los pueblos por mecanismos complejos, que no siempre tienen representación filosófica consiente en su mirada cotidiana, pero preserva sin dudas una concepción natural del sentimiento patriótico, aunque éste remita a hechos históricos o presentes deportivos o culturales masivos, en cuyo caso se expresa con claridad.
Entonces ¿podemos decir que existe una conciencia nacional?
Será el protagonismo del pueblo en la construcción de la historia como sujeto, lo que lo determine, no lo será una elección, ni una movilización, sino el conjunto de acciones políticas, sociales, gremiales y de las organizaciones libres del pueblo, destinadas a reponer las esperanzas y utopías en la Comunidad Organizada.
La lucha electoral en general disminuye el volumen de la política, al llevarla al nivel del personalismo de los candidatos, antes que en la profundidad de los debates sobre la necesidad de reconstruir un modelo argentino para un proyecto nacional, que sume al conjunto de los argentinos a objetivos comunes, desde una mirada que ha sido histórica en América Latina, desde los tiempos iniciáticos de las luchas por la liberación nacional de los pueblos.
Ese derrotero se fue consolidando en los pensadores/luchadores/patrióticos desde el inicio mismo de la conquista, que pretendió instalar y en parte lo logró, una impregnación eurocéntrica, desde lo religioso a lo político, desde lo económico a las prácticas sociales, todas las cuales fueron defendidas a sangre y fuego por el poder colonizador, instalando la relación opresor / oprimido, desde una concepción hegemónica amparada en un globalismo acotado.
Cuando esa situación se prolonga en el tiempo, la relación de sumisión y dependencia es naturalizada por las nuevas generaciones, no aparece en el horizonte colectivo la alternativa superadora, en especial en las que no vivieron las epopeyas épicas protagonizadas por el pueblo en otros momentos históricos. Son las que determinaron períodos de soberanía nacional, independencia económica y justicia social, con planificación estratégica de la Argentina Bicontinental del siglo XX.
Las luchas por la construcción del pensamiento nacional devienen de vertientes diferentes, pero que conducen a un mismo objetivo de liberación. Desde el nacionalismo del siglo XlX con aspectos diferentes, en especial en la Patria Grande, cuyos pensadores lograron sintetizar las luchas populares por la emancipación, quedaron registradas en la memoria de los pueblos, como antes la resistencia de los pueblos originarios, a la explotación y saqueo colonizador del “descubrimiento”.
Esa síntesis que comenzó a elaborase en el campo del pensamiento americano, moreno, mestizo, criollo sumado al inmigrante, definió un perfil de la posteriormente denominada filosofía de la Liberación, ya en pleno siglo XX. El Congreso de Filosofía de Mendoza del año 1949 comenzó un camino de síntesis del pensamiento que con más de 100 participantes del mundo y tuvo una conclusión que trasciende hasta hoy: la Comunidad Organizada expresada por Perón, como herramienta del poder popular democrático, constitucionalmente amparado, para derrotar al sistema demo liberal burgués. Ese punto de inflexión es el que determina si los pueblos son testigos o protagonistas de la historia.
La filosofía de la liberación compilada desde los años 70 por Enrique Dussel, Juan Carlos Scannone, Raúl Fornet-Betancourt y Mario Casalla entre otros, viene a suceder la experiencia de las prácticas de las Cátedras Nacionales de Horacio González, José Pablo Feinman y Alcira Argumedo entre otros pensadores que marcaron historia. Ese marco teórico se repitió en la iglesia católica en la reunión Episcopal de Puebla y en la Teología de la Liberación, en un proceso mundial de descolonización y de luchas populares con movimientos nacionales de liberación, con bases filosóficas que se mantienen en el tiempo, frente otros formatos colonizadores del siglo XXl. La filosofía de la liberación junto a la filosofía intercultural, nos interpela en la memoria subversiva que tienen los pueblos, que no es pétrea y propone usarla de base para caminar hacia la descolonización incluso epistemológica (Bentancourt), que tiene marcos estrechos frente a la aventura de compartir el conocimiento, en tránsito a la filosofía de liberación en un marco comunitario, enterrada en el “barro”.
Existe en nuestro tiempo una colonización que se apoya en la comunicación activa del colonizador, que se apropia de las palabras, cambia su sentido, impregna de nuevas demandas, permite determinados derechos minoritarios a ser ampliados, pero esencialmente impide cualquier modificación estructural a la dependencia conquistada en décadas por el neoliberalismo. Cercenar las autonomías, perforar la soberanía nacional, controlar socialmente al pueblo, reprimir y perseguir al díscolo, borrar la memoria como comunidad, son objetivos del poder colonizador.
El conjunto del campo nacional y popular debe asumir que contra el colonizador se lucha, no se negocia y aunque no se lo pueda vencer, se debe deteriorar su capacidad de maniobra que lo haga desistir por razones económicas o de esfuerzo presupuestario, como sucedió en la década del 70 cuando debió abandonar la escuela de las Américas de los dictadores, pasando al Consenso de Washington, intentando preservar la estructura del mercado, pero bajo fachada democrática. No les funcionó porque Néstor, Lula y Chávez con el No al ALCA, pusieron la piedra fundacional de la segunda Emancipación de la Patria Grande con el UNASUR, bajo el paraguas de una filosofía de Liberación que les costó esfuerzo y años demoler al imperio.
La estamos reconstruyendo si somos capaces de reconocer con claridad al enemigo, sin perdernos en las luchas internas electorales, que disminuyen el análisis político a niveles mínimos de promesas. El campo del pensamiento de liberación es siempre estratégico y de análisis internacional que llegue al barrio, para crear conciencia compartida en la Comunidad. Se denomina sentimiento patriótico y está más allá de lo partidario. –
(*) PRIMERO LA PATRIA
www.lapatriaestaprimero.org
BIBLIOTECA
Enrique Dussel: Caminos de liberación latinoamericana Ed. Latinoamérica Libros: Alcira Bonilla: La filosofía en el cambio de época: desafíos y propuestas Ed. Cuadernos FHyCS N° 51
Raúl Fornet-Betancourt: El pensamiento iberoamericano como base de filosofía intercultural Ed. Revista de Filosofía Latinoamericana