La exageración desmesurada no es, para la extrema derecha vernácula e internacional, un medio más de propaganda: es su manera normal de comunicar, su recurso omnipresente para generar el miedo que necesitan para que la gente, temerosa, se vuelque hacia ellos. El presidente recién elegido por el 30% de los argentinos, por el cual optó en el balotaje el 56%, sigue al pie de la letra esta práctica. Y en ella se inscribe su “gran” preocupación por el problema de las LELIQ.
Las LELIQ (Letras de Liquidez) representan deuda del Banco Central (BCRA) con los bancos, que el Central toma para sacar de circulación el exceso de pesos que hay en la economía debido, por ejemplo, a la emisión monetaria que produce para financiar al Tesoro. Para que esa emisión no genere un aumento inflacionario de los medios de pago, el BCRA esteriliza parte de ese dinero, tomándoselo a los bancos a una tasa del 10,9% mensual, y lo guarda para que no se use, de modo que es como si no hubiera sido emitido. Así, los bancos toman dinero gratis en cuenta corriente, casi gratis en caja de ahorro, y al 10.7% mensual en plazo fijo (lo que da una tasa promedio del 4,6% mensual), y en parte se lo prestan al Central al 10,9%, con riesgo cero. Pingüe negocio que la inflación hace posible, y que en el resto del mundo no existe ni podría existir, porque la tasa de interés mensual es muy baja. Vemos así, además, que estas letras son la contrapartida de los depósitos de empresas y particulares en los bancos: no es dinero de éstos, sino de los depositantes.
Ahora bien, como la tasa de interés es tan alta, el Banco Central debe emitir más LELIQ para pagarla, de manera que el stock de estos instrumentos crece permanentemente, en términos nominales. Así, estas letras, junto con los pases pasivos y otros documentos emitidos con idéntica finalidad, representan hoy una masa de dinero considerable, de unos 23,8 billones de pesos a fines de noviembre, mientras que la base monetaria (algo así como todo el dinero disponible en el mercado), suma unos 8 billones. Es mucha plata que, si se liberara de golpe, produciría una hiperinflación. Pero, ¿cómo evoluciona esta montaña de dinero?
En economía, hay un fenómeno que se llama ilusión monetaria: la sensación de que, por ejemplo, el stock de LELIQ, como sube mucho medido en pesos, es una bomba que, tarde o temprano, va a estallar; o, dicho de otro modo, una deuda impagable. Pero los economistas, en una economía inflacionaria, debemos cuidarnos mucho de caer en esa ilusión, y mirar los números en términos reales, es decir, depurados de la inflación. Así, el stock de LELIQ más pases, en los últimos seis meses, cayó 1% en términos reales y, en los últimos tres, debido a la aceleración inflacionaria, cayó 10%. No hay tal bomba: hay una masa importante de deuda que tiende a reducirse con la inflación, y que, si la inflación que promete el presidente electo para el comienzo de su mandato se cumple, como todo indica que ocurrirá, se licuará aún más; y si, como también se promete, se elimina rápidamente el déficit fiscal, el Banco Central, al dejar de financiar al Tesoro, podría ir liberando gradualmente ese dinero para abastecer la mayor necesidad de medios de pago producto de la inflación que continúa. Es cuestión de tiempo y paciencia, y de implementar una política cuidadosa, para que el peso de las LELIQ se vaya reduciendo, sin necesidad de medidas heroicas. La economía argentina tiene muchos problemas más grandes y más urgentes que éste.
Pero la derecha neoliberal presenta éste como el gran problema, y le da una prioridad que no merece. Y el nuevo gobierno se propone, a través del que será su Ministro de Economía (si se cumple la amenaza formulada en los días en que se escriben estas líneas), una solución heroica: pagar las LELIQ tomando deuda externa (por algo así como 23.000 millones de dólares, una cifra inmensa, la mitad de lo que se le debe al FMI), vaya a saberse a qué tasas y bajo qué condiciones, porque nadie le va a prestar barato ni fácil a un país que hizo dos defaults en 20 años, y que seguramente pronto no podrá honrar sus compromisos en los términos pactados. Tomar deuda en dólares para pagar deuda en pesos se hizo también durante el gobierno de Macri, con los desastrosos resultados conocidos.
Esta deuda será muy pesada e inútil, para resolver un problema casi inexistente, y agravará aún más el severo endeudamiento que nos dejara la gestión que terminó en 2019.
Cuando se adoptan malas decisiones, muchas veces al observador le cuesta saber si eso se hace por maldad, por intereses, o por mera estupidez. Pero el entusiasmo endeudador del futuro ministro es pertinaz: fue el mismo que emitió un bono a 100 años con una tasa de interés altísima para la época, para beneficio de los fondos internacionales que le conocen muy bien; y el que aumentó descomunalmente nuestra deuda externa desde 2015, para entregarnos al Fondo Monetario Internacional cuando los financistas de Wall Street se negaron a seguirle prestando.
Nada nuevo hay bajo el sol argentino. Los mismos personajes vuelven a saquearnos con fórmulas parecidas. El gobierno que asumirá habiendo prometido un gran cambio, vendrá para hacer lo que ya hizo Macri, con la misma gente y métodos similares. Triste y larga será la lluvia en Macondo.
(*) Licenciado en Economía- UBA
riosmaju@gmail.com