Pareciera que la conflictividad social aumenta en la Argentina de Milei. Las Universidades después de mucho tiempo están en pie de lucha, los trabajadores organizados también. Las masivas protestas callejeras contra medidas gubernamentales (DNU, LEY BASES) o reducción de subsidios, aumento de servicios e impuestos y carencia de políticas sociales, como la quita de remedios para enfermos terminales o el no envío de alimentos a los comedores por mencionar algunos, son las que ocasionan las primeras manifestaciones populares de resistencia.
El interrogante es si esas manifestaciones son suficientes para detener el empuje presidencial o al menos detener alguna de las medidas, dar marcha atrás con otras. Y si eso sucede ¿no será parte del riesgo calculado? para que mientras nos entretenemos con las, por ejemplo, prepagas, entregan los recursos naturales, facilitan el lavado, llenan de privilegios a los que ya tienen muchos, privatizan las empresas estratégicas, aumentan edad jubilatoria, eliminan moratorias a sectores medios mientras quitan multas y dan moratorias para los ricos etc. etc.
Estas protestas populares en las calles son las que se llevan gran parte de las energías del descontento, sin embargo, los encargados de suministrar los elementos para la entrega, la sumisión, el aumento de la desigualdad, el empoderamiento cada vez mayor de los privilegios (intentan cobrar nuevamente Ganancias y van al quite del impuesto a la riqueza) siguen como si nada. Dicen que son la oposición amigable, basta de farsa e hipocresía son el oficialismo. El proyecto de Ley Bases no hubiese pasado por diputados sino fuera por esos que se auto denominan “opositores amigables”, no solo por los votos sino también por los fundamentos, los legisladores de LLA no son capaces, al menos por ahora, de sostener ninguna discusión en ningún tema. También están y son muchos aquellos que marchan con las universidades y hasta dicen elocuentes discursos opositores, pero votan por Milei. Son como Petaín ese militar francés que gobernó durante la ocupación alemana, gritaba viva Francia y se cuadraba con Hitler.
El descontento generalizado y la imposibilidad del peronismo de contener siquiera los componentes afectivos e ideológicos del Movimiento, con candidaturas impuestas, con representaciones fictas, sin participación efectiva, hizo posible lo inimaginable para muchos, la polarización con un líder emergente. De los tercios que alguna vez nos señalaron resulta que dos de ellos estaban contra el Peronismo y hoy son uno solo. Parecía que no advertíamos el escenario de descontento social, el pueblo argentino comenzó a manifestar animosidades contra la elite política y está claro que el que más sufrió la inquina social fue el gobierno que gobernaba en nombre del peronismo, que por otra parte no dejó error por cometer en un pimpinelismo destructor. Finalmente llegó el periodo electoral sin ninguna oferta política concreta y lo finalmente propuesto no representaba fuente de solución frente al descontento popular. En otros términos, ofrecimos electoralmente candidatos con una muy débil capacidad de abarcar intereses diversos y sin agenda de contención de votos.
En el escenario dinámico de la política debemos lograr implicar al menos la mitad del electorado, para volver a ser esperanza de recuperación de un país que pronto va estar sumido en la pobreza, la tristeza, el desasosiego. Una nueva era de la desolación, con ingredientes propios como cada una que nos tocó pasar. Las tres últimas: la Dictadura, el Menemismo y el Macri / Fernandismo (los agrupo no porque hayan sido iguales sino por las consecuencias nefastas). Esos escenarios son dinámicos y no siguen una secuencia preestablecida, por el contrario, puede pasarse a una situación peor como nos está ocurriendo con el Mileismo, un hibrido que se autodenomina anarco libertario que, sin prácticamente gabinete, sin llenar la grilla de funcionarios, grosero, descortés, infundado, gobierna con mucha fluidez a la vista de la generalidad. Es habitual escuchar el lamento culposo “hay que darle tiempo”.
Todo indicaría un contexto de polarización entre el outsider emergente y el Peronismo que ha demostrado en los años una capacidad asombrosa de supervivencia y reinvento, situaciones posibles porque en el subterráneo inconsciente del pueblo argentino subyace el sentimiento de justicia e igualdad solo contenible por el Movimiento Nacional. Hay es cierto sectores como la izquierda más radical que también enfrenta al gobierno de Milei, pero ellos hoy combaten a éste y mañana al peronismo. Solo aliados muy circunstanciales.
Vemos que el disruptor luego de un primer momento en que se mostraba como el competidor ideológico del “afecto” de la sociedad con el Peronismo, hoy ya muestra ser parte de una continuidad asociada al establishment económico y la ruptura prometida ya cedió ante “la casta” que dice combatir. Sus afectos son el imperio al que viaja cada vez que puede, el sionismo al que somete su pensamiento religioso fundamentalista, los grandes monopolios. No le interesa el afecto popular.
Se debe recuperar la confianza en el sistema democrático para apagar cualquier intento autocrático, los 40 años pasaron bastante desapercibidos, diríamos indiferentes para la mayoría. Se deben recrear los vínculos, para que se vuelva a creer en la política como solucionadora de los problemas, el pueblo debe sentirse participe, las representaciones formales no alcanzan. A la vez que se organiza la resistencia se deben establecer lazos afectivos con una sociedad descontenta, mostrando proyectos, programas y también los mejores cuadros políticos descartando recetas que nos han llevado al fracaso. Hasta al analista más pintado, el final se le presenta incierto.