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EL PRESIDENTE DUERME

La mujer del general Valle va a Campo de Mayo. Junto a ella, van sus cinco hijos, que quedarán huérfanos si su padre es fusilado. Le dijeron que Aramburu es el único que puede apiadarse de su marido y salvarle la vida. Desesperada, llega al lugar. Su marido ha sido su amigo. Compartieron reuniones de familia. No puede creer que no haya piedad. No puede creer que la crueldad llegue a tal extremo. Pero recibe una respuesta histórica. Pide, imperiosamente, hablar con Aramburu y le responden: el presidente duerme y ha dado orden de no ser molestado. De modo que la mujer de Valle se va de Campo de Mayo con esta respuesta: El presidente duerme.

José Gobello, gran lunfardista, escribió este poema que inmortaliza esa respuesta de Aramburu.

EL PRESIDENTE DUERME – José Gobello

La noche yace muda como un ajusticiado,

Más allá del silencio nuevos silencios crecen,

Cien pupilas recelan las sombras de la sombra,

Velan las bayonetas y el presidente duerme.

Muchachos ateridos desbrozan la maleza

Para que sea más duro el lecho de la muerte…

En sábanas de hilo, con piyama de seda

El presidente duerme.

La luna se ha escondido de frío o de vergüenza,/

Ya sobre los gatillos los dedos se estremecen,

Una esperanza absurda se aferra a los teléfonos,

Y el presidente duerme.

El llanto se desata frente a las altas botas.

–Calle mujer, no sea que el llanto lo despierte.

–Sólo vengo a pedirle la vida de mi esposo.

–El presidente duerme

Reflectores desgarran el seno de la noche,

El terraplén se apresta a sostener la muerte,

El pueblo se desvela de angustia y de impotencia/

Y el presidente duerme.

De cara hacia la noche sin límites del campo,

Las manos a la espalda, se yerguen los valientes,/

Los laureles se asombran en las selvas lejanas

Y el presidente duerme.

Tras de las bocas mudas laten hondos clamores…/

-¡Cumplan con su deber y que ninguno tiemble de frío ni de miedo!

En una alcoba tibia

El presidente duerme.

–¡Viva la patria! Y luego los dedos temblorosos,

Un sargento que llora, soldados que obedecen,/

Veinticuatro balazos horadando el silencio…

Y el presidente duerme.

Acres rosas de sangre florecen en los pechos,

El rocío mitigó las heridas aleves,

Seis hombres caen de bruces sobre la tierra helada/

Y el presidente duerme.

¡Silencio! ¡Que ninguno levante una protesta!

¡Que cese todo llanto! ¡Que nadie se lamente!

Un silencio compacto se adueñó de la noche.

Y el presidente duerme.

¡Oh, callan, callan todos! Callan los camaradas…/

Callan los estadistas, los prelados, los jueces…

El Pueblo ensangrentado se tragó las palabras

Y el presidente duerme.

El Pueblo yace mudo como un ajusticiado,

Pero, bajo el silencio, nuevos rencores crecen.

Hay ojos desvelados que acechan en la sombra/

Y el presidente duerme.

El Asesinato del General Valle

Tras el derrocamiento del presidente Perón en septiembre de 1955, se desató una feroz persecución contra los sectores populares y patrióticos, particularmente en el movimiento obrero y las fuerzas armadas, como parte de la política de restauración oligárquica, hambreadora y entreguista al imperialismo, que impuso la dictadura militar de Aramburu-Rojas.

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