Durante la década de los 90s con la extinción de la Unión Soviética en diciembre del 91 el mundo fue hegemonizado en lo que se pensó que era el “Fin de la Historia”: la supremacía del liberalismo político occidental y de la (hiper) globalización económica.
El planteo de los principales pensadores y líderes era que con esta nueva -y última- ola globalizadora la humanidad viviría en un próspero jardín kantiano (de paz perpetua) interconectado e interdependiente.
La liberación de las fuerzas económicas encontraría todas las soluciones a los problemas de la “Aldea Global”. Tales afirmaciones luego probaron ser demasiado optimistas.
En este contexto con fuerza arrolladora se imponía la retórica y praxis del Consenso de Washington en nuestra región y en el país, cuya idea fuerza era “El mercado dicta y la política administra” -y administrando de forma totalmente subsidiaria-, por lo tanto nos embarcábamos a la fase neoliberal de la globalización que reemplazaba al consenso keynesiano de la posguerra.
La falta de un necesario y adecuado equilibrio de poder más horizontal (unipolaridad), además de la influencia excesiva de organismos financieros internacionales en la toma de decisiones económicas, y la volatilidad de la propia naturaleza de las finanzas, hicieron que el desarrollo de America Latina y nuestro país se vieran comprometido.
Pero esta etapa del Sistem-Mundo sufriría 3 terremotos:
•Primero un choque político-cultural con los sucesos del 11 de septiembre y las intervenciones norteamericanas en el Medio Oriente (la guerra contra el terror).
•Luego un estallido económico: la crisis del 2008 (sub-prime) donde fue evidente que las finanzas libradas al azar producen efectos desestabilizadores en la economía mundial y en el tejido social. También fue evidente la consolidación de un bloque Post-Occidental (los BRICs).
Y por último, y recientemente, la pandemia Covid 19 como crisis holística pone de manifiesto el agotamiento definitivo de la fase neoliberal de la globalización.
El carácter holístico de la crisis que implicó la pandemia se traduce en cuatro crisis simultáneas: A) crisis sanitaria B) crisis socioambiental C) crisis socio-política y económica y D) una crisis de mutación del poder mundial.
En este último aspecto pensemos que nos encontramos actualmente como testigos de en un cambio en el equilibrio de poder mundial:
Estados Unidos ya no es el único actor de primer nivel, sino que se observan ya elementos de un mundo multipolar, en el que China empieza a mostrar su potencialidad, Rusia se niega a quedar relegada de la discusión geopolitíca (los últimos sucesos en Ucrania -así como otros- ejemplos lo reflejan), y donde además surgen nuevos bloques altamente dinámicos en términos geoeconómicos, como el ASEAN.
En tal escenario la Argentina debe lograr la soberanía o autonomía multidimensional. En esta última categoría no solo entran los clásicos caracteres de la autonomía o soberanía, entran en juego nuevos factores como lo son la autonomía en el desarrollo tecnológico, de la comunicación y de la información.
Las preguntas que discuten actualmente tanto los pensadores como los decisores públicos son:
¿Cómo será la nueva globalización post-neoliberal? ¿El orden multipolar será multicivilizacional y desoccidental? ¿Cómo afectaran las nuevas tecnologías a la cohesión dentro las sociedades? ¿Cómo afectara el Cambio Climático a la estabilidad social y luego geopolitíca?
Por lo tanto el escenario mundial que se le presenta hoy a la Argentina luego pandemia nos convoca a:
•retomar un nuevo rumbo regional -a través de la integración con nuestros países hermanos- para poder sortear la turbulencia de la competencia entre grandes potencias, al poder conformarnos en un polo geopolítico continental con gravitación propia.
• promover modelos económicos y políticos humanistas, al servicio de la gente, consolidados a través del concepto de la Amistad Social.
•establecer un camino ecológico, sustentable y sostenible de nuestra actividad económica para el cuidado de la Casa Común sin que ello comprometa el desarrollo humano.-