El 9 de noviembre del pasado año, apenas 6 meses, el peronismo con un candidato producto de arreglos cupulares sufrió una nueva derrota electoral. Seguramente coincidiremos todos en que la principal responsabilidad de la derrota haya que buscarla en aquellos que diseñaron la estrategia política, quienes ejercieron la conducción del Movimiento. Pero más allá de ello, se impone una reflexión sobre las causas. No avanzamos en autocriticas que pueden ser destructivas, no proponemos una “limpieza étnica” ni el uso indiscriminado del “peronómetro”, pero sí nos merecemos una reflexión, algo no debe estar bien para que una propuesta como la de los Libertarios de Milei, sin ocultar su propuesta ajustadora, liberal y dependiente del imperio, se haya apoderado de las voluntades en el cuarto oscuro.
Es muy probable que aquellos que se vieron atareados en la construcción política para conseguir cargos o que fueron llamados a gobernar durante varios años, no tuvieron el tiempo o la posibilidad de trabajar en la necesidad de actualizar el pensamiento para acompañar el acontecer de estos tiempos. Néstor lo intentó marcando un camino sintetizado en el peronismo clásico del primer gobierno de Perón, al que le sumaba el pensamiento revolucionario de los 70 y una transversalidad que agregaba sectores que entendieron finalmente que debían sumarse al Movimiento Nacional, en ese intento es que decía “nos llaman Kirchneristas porque nos quieren bajar el precio”. Muchos no lo entendieron y Néstor falleció.
Hoy nos encontramos en la necesidad de recuperar el Peronismo y para ello debemos partir de una idea fundante: somos un Movimiento de Liberación Nacional, o somos una maquinaria para la obtención del poder, que finalmente no se ejerce o, no al menos, en sentido Peronista. Adelantamos nuestra opinión en cuanto NO estamos para renunciar a banderas históricas ni entregar el patrimonio nacional y menos aún a la miseria de millones de argentinos. Sin embargo, reconocemos que nos entregamos a la democracia liberal para construir representaciones a las que le interesaba más la competitividad política que la representación popular. Así pusimos candidatos a Presidentes y en otros cargos, salidos de alquimias políticas sin sustento participativo y con consensos muy limitados (hoy vemos los resultados) y así ayudamos primero a construir a Macri y luego al actual Presidente.
El problema argentino y por ende el del peronismo lo comprenderemos solamente volviendo a mirar la Patria, concentrarnos en ver nuestra historia, la pasada y la reciente. Aprender a leer las necesidades del subsuelo de la patria (Scalabrini Ortiz), los descamisados (Evita), el pueblo (Perón), ese actor permanente en las transformaciones sociales y políticas. Aquellos que empujan el carro de la historia, los trabajadores, los desocupados y todos los que se identifican en los movimientos sociales.
Es difícil plantear el debate de la idea cuando el político deja la calle para transformarse en un retuiteador, debatiendo temas públicos con espectadores anónimos o trollers pagados que retroalimentan información falsa o negativa. Así el político deja de ser el que impone la agenda pública. Sin embargo, creemos hay esperanza, por mucho que avancen las tecnologías nada podrá superar el diálogo frente a frente, trasmitiendo el mensaje peronista, sin grandes retoricas con argumentos de mucho sentido comunitario. Es necesario que la dirigencia lo entienda.
El 1 de mayo de 1974, Perón dirigía el último mensaje al Congreso de la Nación, fue conocido como el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, síntesis acabada del pensamiento del Líder que ya producía un agiornamiento del pensamiento Peronista, reflexionando sobre el colonialismo, las políticas económicas, la justicia social, soberanía científica, la universidad, los intelectuales, la ecología y tantos otros temas. A pesar de los 50 años que pasaron, ese puede ser un punto de partida para el encuentro para debatir y ejecutar un proyecto estratégico, aunque tengamos muchas veces miradas diferentes, pero dispuestos a la flexibilidad que conduzca a la unidad del movimiento nacional.
Nadie pretende quedarse en el pasado, muy por el contrario, pensamos el presente de tal manera que nos permita imaginar un futuro mejor. Se intentaron varias formas, algunos nos enrolaban en la “social democracia”, otros de pronto en “la razón populista”, nos tiraban de derecha y de izquierda y en esa tonta discusión se filtraba el poder como herramienta en sí misma, es decir generadora de más poder y no como herramienta de solución de los problemas políticos, sociales y fundamentalmente las injusticias.
En el sentido de lo que pensamos, la recomposición de una opción política con centralismo en el Peronismo, debe necesariamente considerar algunas de las transformaciones sucedidas tanto en el país como en el mundo. Ese pensamiento no puede suceder en ámbitos solamente “dirigenciales”, debe llegar al territorio en forma de proyecto, de propuestas realmente realizables. El Proyecto Nacional depende de la Unidad del Peronismo.