En su última aparición pública, en el marco de la reedición después de 20 años de la publicación del libro “Después del derrumbe, conversaciones de Torcuato Di Tella y Néstor Kirchner”, en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), en medio de la campaña electoral, Cristina plantea para muchos un dilema, al mencionar que: “Querer tener un buen trabajo y un buen sueldo, querer tener una casa, no es de derecha o izquierda, te diría que es de peronista”.
Si bien la vicepresidenta no estaba definiendo ideológicamente al Peronismo ni mucho menos, solo actitudes individuales respecto al deseo particular de un ciudadano, da pie para intentar al menos un acercamiento al debate y discusión sobre el Peronismo de estos tiempos, e incluso desde su nacimiento con Perón y Evita, tratando de proyectarnos al futuro, tal vez algo de lo que quiso Cristina mostrar, está apoyando firmemente a Massa.
Debemos precisar conceptos y para ello nada mejor que ir al origen de la denominación de izquierdas y derechas. Al inicio de la Revolución Francesa, el lugar (en el recinto) que ocuparon respectivamente los “partidarios de la realeza” (los ricos y el clero) a favor del veto real a cualquier norma que votara la Asamblea y sus oponentes “los revolucionarios” condujo a que, por facilidad, se denominara a los primeros “derecha” y a los otros “izquierda”. Casi 250 años después, estas etiquetas siguen siendo utilizadas, aunque con menor capacidad explicativa que la de aquella época.
De manera general, ubicamos a la “derecha” a los conservadores del orden establecido y consideramos “izquierda” a los impugnadores del estado de cosas. La derecha es identificada con valores o creencias como la autoridad, el orden jerárquico, el militarismo, la tradición e incluso la religión, en el lado izquierdo los contenidos han pasado por una evolución desde la igualdad a una propuesta de justicia social que, en el capitalismo moderno, ha generado el llamado estado de bienestar para combatir la desigualdad.
Ambas con multiplicidad de matices, dejan un espacio disponible a unos y otros como el nacionalismo, la soberanía, los derechos individuales -encabezados por la libertad-, la justicia, el valor del trabajo y el del mérito, solo por mencionar algunos. Destacando el oportunismo de la utilización de “la patria”, “la libertad” o “la justicia” cuando así lo estiman necesario o simplemente útil.
En la actualidad ha llegado, para sacar del corsé a las categorías, una nueva denominación. El “progresismo” que englobaría a todas las izquierdas y el “neoliberalismo” que convocaría a todas las derechas. También estas denominaciones tienen matices, a veces más por la lucha del poder que por motivos ideológicos. La realidad ha ido mostrando, a veces de manera trágica, que hay progresismos reaccionarios y derechas populares.
En América Latina el uso de estas categorías simplificadoras, de tiempo atrás, tampoco ha sido fácil y cada vez lo es menos. Nos referimos a “los gobiernos de izquierda en América Latina”, metiendo en la bolsa a Maduro, Ortega, Boric, Petro, Lula, López Obrador y hasta Fernández. Y si incluyéramos algunos europeos, Pedro Sánchez o Olaf Scholtz, ¡como si tuvieran algo en común! Como si llamarlos “de izquierda” pudiera ayudarnos en algo a comprender sus políticas de gobierno y su orientación; en realidad absolutamente diversas.
Volvamos a lo nuestro ¿Perón era de izquierda o era de derecha? Y si fue de derecha, como dicen muchos de sus impugnadores, especialmente algunos autodenominados de “izquierda” ¿por qué lo combatió la oligarquía terrateniente hasta lograr que los militares lo desplazarían? ¿por qué la proscripción, las matanzas, las desapariciones de miles de Peronistas entre otros militantes populares de izquierda?
¿Néstor era de derecha o de izquierda? En el libro que Cristina presentó, Néstor dijo: “Creo en un proyecto nacional (igual que Perón); no sé por qué se asustan y se preocupan tanto, si lo único que digo es que reconstruyamos un capitalismo nacional en Argentina”. No dijo capitalismo de Estado, dijo capitalismo nacional, aunque debe entenderse con Estado presente.
La multiplicidad ideológica es inagotable, el Peronismo trató con Perón, especialmente el último Perón, en concertar la idea y en el trato pensante provocar el afianzamiento de un pensamiento nacional y un accionar que sirva para el conjunto. Perfeccionar la idea es dotarla de eficacia, para hacerla posible en la práctica. Convocó a la Unidad Nacional, quería que Balbín sea su vice, no lo logró y se murió muy pronto. El ideologismo perfecto de muchos concluyó en resultados políticos frustrantes.
Siempre fuimos o Peronistas o Gorilas, en un momento nos dejamos seducir por el lenguaje liberal y así pasamos a ser de izquierda o de derecha. Esa denominación dialéctica nos privó de nuestro lenguaje, nos despojó de una racionalidad autónoma que nos produjo divisiones que mucho lamentamos, que a la única causa que sirvieron es a la del enemigo.
Tal vez Cristina no puede ser lo suficientemente explícita, en definitiva, no quiere que el oponente nos cargue las armas. Nos está diciendo que el Peronismo no es la parcialidad de la idea, sino que es la idea puesta en acción y que de acuerdo a la necesidad e interpretación la giremos a la derecha o izquierda. Y que se entienda bien, no es puro pragmatismo, es política pura. No nos coloca en el centro tibio, por el contrario, nos pone como vertical de la “revolución”, “progreso” en términos actuales, que cree posible.
Muchas veces la resignación de un objetivo táctico puede llegar a entenderse como una derrota, ante eso no debemos olvidar que los objetivos individuales pueden ser sometidos al sacrificio en provecho del beneficio común. Algunas decisiones de Cristina, creemos, deben ser entendidas en ese sentido.
Nos llama a saltar el cerco individual, del YO al NOSOTROS, y ponerlo en práctica nos pone ante el apremio y las disyuntivas del acto político, que muchas veces no nos gusta y hasta no nos conviene individualmente. Quién conduce tiene clara la concepción política, como así también de los cuadros que tiene, de los dirigentes y de las posibilidades políticas. ¿Puede equivocarse? Y sí. Ya ocurrió y lo reconoció, hasta pidió perdón, pero sabe que más allá está el abismo. El libro que se reedita estaba dedicado por parte de Torcuato Di Tella “a los argentinos que quieran comprometerse sin dejar de lado sus ideales”.