Hace un poco más de dos meses, la historia argentina pudo volcar de manera definitiva hacia la guerra civil. Eso no sucedió porque la bala que debía volar la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner no salió del arma homicida. De inmediato, los medios dominantes salieron a decir que era un grupo suelto de antisociales varios, a lo cuales apodaron “copitos”, casi inocentes. Otros voceros del establishment prefirieron sugerir que estábamos en presencia de un auto-atentado, de una puesta en escena K.
Lo menos que podemos decir en este momento es que la investigación judicial brilla por su incompetencia en dilucidar el atentado: la autoría intelectual, la organización, el financiamiento. ¿Será porque aparecen de inmediato los ilustres apellidos del macrigobierno? ¿Los hermanos del alma? ¿Es acaso el regreso de la derecha insurreccional en la Argentina?
Esa facción que llamamos “derecha insurreccional” tiene una apariencia: son los llamados “halcones” del PRO, de Macri y Milman hasta Bullrich y compañía. Tiene una realidad: son los sectores políticos, económicos, mediáticos y judiciales para quienes el peronismo es un error en la historia. Como lo fue antes el radicalismo de Yrigoyen y antes aún los Caudillos Federales.
¿Qué representan esos sectores? Desde el punto de vista económico es la Argentina desindustrializada y reprimarizada, sobre la base del extractivismo minero y petrolero, junto con el agronegocio sojero, que algunos aún persisten en presentar como un proyecto de desarrollo. Eso, más bien, es la excusa para no tener Proyecto Nacional. Ese esquema de negocios precisa de una cierta institucionalidad que guarde las formas jurídicas de la explotación.
Así, la tarea política de Juntos por el Cambio es impedir que las cargas que lleguen a los puertos privados sean pesadas en balanzas; que las exportaciones de minerales sean a sola firma del empresario; que avance la flexibilización y precarización laboral; preparar la nueva oleada de privatizaciones… y afirmar que eso es el Paraíso.
Puede parecer una tarea difícil, pero no es imposible cuando cuenta con los medios hegemónicos de comunicación. No son un compartimiento estanco, ya que estas empresas de medios tienen intereses en lo económico y en lo político. Que defienden como nunca, al blindar los crímenes y delitos del macrigobierno y sus amigos, al invisibilizar las protestas, como la de docentes y médicos en Capital Federal. Estos medios imponen un sentido común… por todos los medios. Estos medios justifican los fines.
Es así como los comunicadores mencionan como “Justicia” -que es un valor- lo que es la administración de justicia -que es una función. A pesar que la Asamblea del Año XIII abolió los títulos nobiliarios y el Art. 16 de la Constitución Nacional sostiene que “la igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”, el Poder Judicial considera que no debe pagar ciertos impuestos. No existe otra explicación que la invocación a algún derecho divino. También interviene en el Poder Legislativo, cuyo pleno es soberano, sin mayor problema. O juzgan a Cristina en ausencia total de pruebas.
Lo que es incomprensible, si las condiciones estructurales de la economía favorecen a los monopolios locales e internacionales, si los formadores de precios tienen tanto éxito como los formadores de opinión, que pocos quedan para defender un Río Paraná, un Litio nacional o una mejor distribución del ingreso, haya existido ese intento de terminar con la vida de la VicePresidenta.
Quizás sea porque Cristina es un símbolo. Una cierta idea de la Argentina posible y justa, soberana. Es la idea y la prueba que sobre las bases populares hay otras medidas que pueden tomarse. CFK dió todo, perdió mucho y no afloja en la pelea. Así que para la derecha insurreccional, como la de 1955 y la de 1976, sólo queda humillarla, condenarla, asesinarla. Por incapacidad ideológica, por ceguera política, por desconocimiento histórico, la oligarquía no mide las consecuencias que tal evento provocaría. Queremos política y no violencia.
Peronistas: recordemos el pasado, militemos el presente, y jamás olvidemos que los jirones de vida que dejó Evita en el camino fueron la bandera con la que Néstor y Cristina nos llevaron a la victoria tres veces. Esa bandera aún flamea. –