Tierra de cuatro vientos/Y un sol alto./Hito móvil, el hombre/es medida del hombre/Que está en ella./El deseo del paisaje/Es su paisaje./La noche es casi nada/En su aventura./Luces verticales/Tejen su misterio./Tierra de cuatro vientos/Y un Dios alto./Tierra sin precedentes/Del para siempre y sin objeto./El sin nada/La llena de esperanzas./Destrucción de vida la construye.
Quietud de muerte la sostiene./El cielo acerca/Su constancia de cielo,/Y elástico brote de tiempo
La conquista.
Raúl Ángel Scalabrini Ortiz, nació un 14 de febrero, hace 123 años en Corrientes. Sus padres se habían instalado tres años antes para llevar a cabo tareas educativas y científicas. Su padre lo llamaba Marangatú. Luego de unos años en Esquina, se instalaron en la ciudad de Buenos Aires.
Estudió ingeniería y se recibió de agrimensor, gran deportista y lector se interesaba por la literatura y la Revolución Rusa. Frecuentaba tanto el club como los cafés, debatiendo con los intelectuales y artistas de la época, como Arturo Jauretche, Macedonio Fernández, Alfonsina Storni y Quinquela Martín. En ese entonces escribió para la revista Martín Fierro, y también lo hizo para La Nación, La Gaceta de Buenos Aires, El Mundo, Noticias Gráficas y Reconquista, el diario que fundó y dirigió.
En 1923 publicó un libro de cuentos llamado “La manga”, y en 1931 su segunda y más afamada obra: “El hombre que está solo y espera”. Sus páginas describen con elocuencia criolla, a manera de ensayo, la personalidad y perspectiva de un porteño de clase media que el autor llama el Hombre de Corrientes y Esmeralda, a quien define como el “vórtice en que el torbellino de la argentinidad se precipita en su más sojuzgador frenesí espiritual”.
“El Hombre de Corrientes y Esmeralda es un ente ubicuo: el hombre de las muchedumbres, el croquis activo de sus líneas genéricas, algo así como la columna vertebral de sus pasiones. Es, además, el protagonista de una novela planeada por mí que ojalá alguna vez alcance el mérito de no haber sido publicada”.
Formó parte de la revolución radical yrigoyenista, que fracasó dos días antes de su ejecución, en diciembre de 1932, y se exilió en Europa, donde pudo observar y estudiar con más detalle los métodos de sometimiento de las grandes potencias con los países subdesarrollados. Sus ensayos hicieron énfasis en la cuestión nacional y el imperialismo.
En esos años, bajo el marco de la agrupación política FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), que contaba con destacados pensadores, publicó “Política británica en el Río de la Plata” (1936), “Los ferrocarriles, factor primordial de la independencia nacional” (1937), “El petróleo argentino” (1938), “Historia del Ferrocarril Central Córdoba” (1938), e “Historia del primer empréstito” (1939). Scalabrini denunció la farsa perfectamente organizada de un sistema de entrega, dominación extranjera y explotación. Acusaba como cómplice del despojo a “la oligarquía vernácula” y a los que consideraba “personeros intelectuales puestos a su servicio”. Realizando una extraordinaria y paciente labor, expuso dónde y de qué manera se manejaban los hilos del destino de nuestro país.
Incursionó en la poesía, en su libro “Tierra sin nada, tierra de profetas. Devociones para el hombre argentino” (1946), donde también incluyó ensayos.
Murió el 30 de mayo de 1959, a los 61 años. En Corrientes, ninguna calle recuerda su nombre.