…nos reencontramos en la cárcel, que era uno de los lugares de reencuentro de los militantes. El otro era el exilio. Me encontré con esa misma sonrisa franca, el abrazo contenedor. También con la misma capacidad de análisis forjada en su coherencia ideológica-política y la mirada que te da la experiencia de vida en la militancia…
Por Jorge (el Doc) Aguado
Hijo de Armando Cabo, dirigente gremial metalúrgico y un colaborador permanente de Eva Perón, y de María Campano (quien muere en el bombardeo de la Plaza de Mayo en junio de 1955), Dardo Cabo, desde su adolescencia militó en el campo nacional. En 1960, siendo muy joven aún, funda el Movimiento Nueva Argentina, pero su gesta histórica se sitúa en ese 28 de setiembre de 1966, cuando al mando de un grupo de jóvenes desvían un avión de Aerolíneas Argentinas, haciéndolo aterrizar en las Islas Malvinas, rebautizando el lugar como Puerto Rivero y haciendo flamear por primera vez nuestra enseña Patria en las islas.
En su corta vida y abnegada militancia peronista, luego de recuperar la libertad por el “delito” de invadir las Malvinas, fue el creador de la agrupación Apeba, donde lo conocí personalmente, desde donde se produce el encuadre a la organización Descamisados, siendo uno de sus cuadros y luego, al fusionarse en 1972 con Montoneros, sería uno de los artífices del retorno del General Perón a la Patria.
Dirigió también el semanario El Descamisado.
Era un militante de acero, pero también un compañero entrañable.
No buscó cargos ni candidaturas, ni prebendas. Un verdadero nacionalista, un verdadero peronista.
Fue un ejemplo de militancia, como lo fueron en el peronismo Carlos Caride, José Luis Nell, Julio Troxler y tantos otros.
Su mirada de la realidad nacional partía de la contradicción principal no saldada: Liberación o dependencia. Desde la columna vertebral de unos de los polos de esa contradicción: el Peronismo. Por eso se preguntaba ¿Por qué se llegó a lo que se llegó en esa lucha interna del movimiento? “¿Cuándo empezó la traición y cuando la muerte?”
Solía explicar y escribir: “Los viejos peronistas conocimos a estos burócratas, hoy ejecutados o condenados a muerte, cuando ponían bombas con nosotros. En sus sindicatos se guardaban y se repartían fierros y caños para la Resistencia. Los sindicatos eran casas peronistas”; “Vandor mismo bancó a la mayoría de los más combatientes del movimiento…”. “No tenían matones, sino amigos en serio, compañeros que los acompañaban” “Algo debe tener de transformador eso de ser secretario general, algo muy grande para cambiar así a la gente. Para que surjan como leales y los maten por traidores”
Él sabía de lo que hablaba. Su adolescencia fue en los patios de las cárceles, visitando a su padre y ocupando el lugar de don Armando en el grupo de la resistencia en el que militaba. Tenía 15 años en ese entonces.
En abril de 1975 es detenido, estuvo en la cárcel de Devoto, en el penal de Sierra Chica y luego confinado en el “Pabellón de la muerte” de la Unidad 9 de la Plata de donde, el 6 de enero de 1977 es arrancado por el ejército, junto al compañero “palomo” Pirles, para ser asesinados.
Cada vez que se asesina a un militante hay un mensaje que se quiere silenciar.
Cuando estos asesinatos son los primeros de una etapa en un lugar determinado, cuando los criminales eligen a su primera víctima, buscan en ella el sentido simbólico que se quiere destruir.
Lo recuerdo siempre porque como peronista, se opuso al participacionismo y se opuso a la domesticación del peronismo. Y como peronista se opuso a la Triple A.
Nos enseñó que “…desde la lealtad se puede disentir. Desde la obsecuencia, sólo traicionar”.
Un militante revolucionario que supo combinar la profesión de periodista con la dignidad de una práctica revolucionaria, que sostuvo con su propia vida, a pesar de que tanto la amaba.
Lloré mucho su muerte. Lo soñé muchas veces. Durante 10 años seguidos Tuve el mismo sueño recurrente: yo voy por una vereda caminando y me lo encuentro. Lleno de alegría y emoción le digo ¡Dardo, estás vivo! ¡Es mentira, entonces, que te mataron! El no habla, solamente sonríe me pone una mano en el hombro y empezamos a caminar, como cuando nos encontrábamos en la desconcentración de alguna movilización, o luego de alguna cita terminada una actividad y nos íbamos hablando. Pero en el sueño el no habla, solamente sonríe, hasta que me encuentro caminando solo por un pasillo cruzando puertas canceles hasta llegar a un salón donde hay un hombre vestido con un traje oscuro, a quien encaro y le pregunto por el “flaco” y me señala hacia un lugar donde hay un pequeño cajón. Yo no puedo contener el llanto y así me despertaba, llorando como un chico.
Lacán decía que “…cuando muere alguien muy querido, se lleva con él una parte de nuestra historia”
Hay dos maneras de concebir la vida: salvarse sólo o salvarse con todos. En realidad, el sujeto aislado no tiene una misión trascendental en la vida, y la vida no es digna de ser vivida si no se la ennoblece con un ideal. Lo paradójico, pero cierto de esto, es que no vive más aquel que tiene más años, sino aquel que se ha comprometido con un ideal. En plena juventud, el “Flaco” Dardo junto a tantos compañeros que hoy no están, vivieron un compromiso y ese compromiso los mantiene vivos y jóvenes para siempre, porque amaron y sintieron la vida en toda su intensidad. Alguien escribió, alguna vez, que “los corazones menguados no cosechan rosas por temor a las espinas”. Dardo Cabo, como todos los compañeros caídos en la lucha por la Liberación Nacional, supieron que era necesario exponerse a las espinas para recoger las flores. Fueron a buscar las flores para mejorar la vida colectiva del otro. De esos otros que son millones.