El maestro Leonardo Favio definía el oficio de cineasta como la necesidad de testimoniar el llanto y la historia de nuestros pueblos, cantarle a la pasión, a la poesía, en definitiva, ser memoria.
En un itinerario organizado por el Ateneo Liberación recorrimos, junto al compañero e “imprescindible” Pablo Vassel, unos 2300 kms por la provincia de Corrientes en la primera semana de diciembre, proyectando la película “Joao Goulart en Argentina (la muerte de un presidente)”.
Cines, centros culturales, bibliotecas populares, centros de ex combatientes, sindicatos. Las ciudades de Goya, Monte Caseros, Curuzú Cuatiá, Paso de los libres y Resistencia, fueron las citas de proyecciones, charlas y debates. La fecha coincidía con el aniversario de la muerte del presidente Joao Goulart, un 6 de diciembre, en la localidad correntina de Mercedes.
La película narra la historia del presidente de Brasil, Joao Goulart, quien fue derrocado por un golpe militar en marzo de 1964, dando inicio a la dictadura militar que gobernó Brasil por 21 años. Llegó a exiliarse en la Argentina ayudado por Perón y falleció a causa de un ataque cardíaco, en la provincia de Corrientes en 1976. Hasta el día de hoy su muerte no fue aclarada, rodeada de sospechas de que fue asesinado por agentes en el marco del plan Cóndor.
En los debates posteriores a cada proyección, era fácil ver como para el público la película narraba en sí, no sólo la historia de Jango, sino la de la realidad política Latinoamericana de los últimos 100 años al menos.
Entre el público joven, la sorpresa por una historia que había tenido lugar en sus propios pagos y que para ellos había sido silenciada. Memoria, Verdad y Justicia.
Es allí en donde radica entonces el objetivo primario de esta iniciativa, la película cumple el papel de interpelar, de provocar o de estimular el pensamiento crítico sobre nuestras realidades. Es en esa interacción entre el film y el debate público en dónde se completa la construcción de sentido.
El cine (en estos tiempos el lenguaje audiovisual en general), ha conseguido reflejar y transmitir las diferentes culturas y problemáticas de un lugar y de una sociedad hasta universalizarlas, creando una conciencia colectiva sobre esa realidad.
A modo de recordatorio, con diferentes arcos ideológicos vale la pena evocar que con menos de 90 días, la revolución cubana creó unos de los primeros organismos estatales, el Instituto cubano de arte e industria cinematográfica. En su argumentación se resalta “que es el cine el más sugestivo medio de expresión artística y de divulgación y el más directo y extendido vehículo de educación”. Esta utilización del cine como medio político por supuesto no era nueva, ya había sido una herramienta del pensamiento post revolucionario a través del realismo soviético de la mano de Eisenstein, Kuleshov y Pudovkin entre otros y por supuesto por el cine de Hollywood, que por más de un siglo ya, ha colonizado el pensamiento, formal y de contenido, en cada rincón del planeta.
La importancia de entender el arte como una herramienta de transformación política es central entonces, para incorporarla como elemento activo en la lucha cultural, en la comunicación y en la construcción de sentido.
Se puede ver la película “Joao Goulart en Argentina (la muerte de un presidente)”, en la galería cultural de la revista Liberación.•