En el contexto actual nacional e internacional, la cultura juega un papel fundamental en consonancia con el desarrollo y evolución de los factores económico-político y sociales. En este ámbito, el componente cultural asociado a la actividad de la sociedad en cada una de estas ramas, es un factor clave.
La cultura no es un componente subordinado exclusivamente del país, siendo un elemento que puede trascender los límites de la nación. Una nación es el producto de la interacción de condiciones y factores que surgen y se desarrollan a lo largo de la historia, siendo la cultura uno de los elementos claves que intervienen. Sin embargo, la cultura no depende del hecho nacional por sí solo, estando también condicionada por factores no políticos, vinculados a la psicología social, la etnicidad, la tradición y otros factores individuales y colectivos de la comunidad y sus integrantes, como seres individuales y sociales. De esta forma se puede determinar que existen culturas sin nación, varias culturas en un mismo estado nacional, una cultura dividida entre los diferentes estados nacionales y una cultura única de la nación, correspondiendo este último caso a nuestro país. Independientemente del tipo de cultura que exista en un país, esta no es inalterable o estática por completo en el tiempo. Sus elementos característicos son heterogéneos y sujetos a cambios evolutivos como reflejo del desarrollo de la sociedad, así como por la influencia de factores internos y externos de la comunidad, condicionando la identidad cultural.
A los efectos de la vinculación de la identidad cultural con el desarrollo económico político y social, se puede asumir que la identidad comprende los elementos y rasgos histórico-culturales y sociales que definen y caracterizan a la sociedad. Es la forma de asumir por parte de la comunidad, de manera consciente, todas las manifestaciones, expresiones y representaciones del ser espiritual y material, que se desarrolla a lo largo de su desarrollo histórico. La identidad cultural de una comunidad puede comprender desde un pequeño grupo de personas, hasta un país o estado, estando compuesta la misma, como un todo, por los rasgos de la identidad de cada subgrupo que componen la comunidad.
Las influencias internas y externas, que pueden comprender los ámbitos sociales, económicas y culturales, pueden actuar de tres formas sobre la identidad cultural: desarrollándola, consolidándola o debilitándola hasta hacerla desaparecer. El interés principal por parte de la nación es desarrollarla, garantizando de forma creativa su conservación. En la actualidad se evidencia el fenómeno de transculturación, a partir de la integración y mezcla de elementos culturales de múltiples países, potenciado por el desarrollo de las tecnologías de la informática y las comunicaciones, que crean un nuevo espacio de intercambio, en que se integran y conforman elementos culturales de varias nacionalidades, contribuyendo a la transculturación a nivel global. Este fenómeno puede actuar como un catalizador para la difusión y consolidación de la identidad cultural, a la vez que contribuir al desarrollo y evolución de la misma, o también, por el contrario, incidir de forma negativa en el desarrollo cultural. Mediante la imposición de elementos culturales, correspondientes a identidades culturales foráneas que, en lugar de integrarse con los elementos nacionales, se enfocan en degradar y progresivamente suplantarlos.
La identidad cultural cubana es un sistema dinámico, de mezclas culturales, conformada a partir de la integración de las herencias culturales adquiridas a lo largo de la historia del surgimiento de la nación cubana, a partir de la adquisición de elementos culturales foráneos y naturales que se integran para conformar la cultura cubana, que pasa a contribuir con la cultura mundial. Actualmente, sin embargo, se evidencia un proceso de confrontación entre la cultura nacional y las foráneas, en que se imponen parámetros culturales hegemónicos. En medio del desarrollo y evolución natural de la identidad cultural cubana, con su consolidación y difusión al mundo, se lucha contra la imposición de los patrones de transculturación foránea que se imponen para denigrarla y suplantarla.
La identidad cultural se entremezcla con el desarrollo social, siendo mutuamente condicionados entre ellos. La identidad cultural se manifiesta como uno de los factores que, junto a la educación y los valores, entre otras, contribuyen a la formación del individuo como ser social. En este contexto, el individuo incide en su comunidad, siendo un actor que de forma directa o indirecta condiciona el desarrollo cultural, para su consolidación, evolución o debilitamiento. Es en este contexto que la relación bilateral cultura – sociedad se debe basar en un esquema de sustentación mutua, en que la cultura actúa como reflejo de la sociedad, a la vez que promueve su sostenibilidad y actúa como apoyo de la misma. La sociedad por su parte, debe tener a la cultura como un eslabón de importancia en su desarrollo, priorizando su desarrollo y difusión al mismo nivel que el resto de sus factores, propiciando que, en su desarrollo social, el individuo y la comunidad tengan acceso a la cultura y se formen en un ámbito cultural que refleje su sociedad. En este sentido, uno de los principales problemas que afronta la sociedad y la cultura nacional simultáneamente, como parte de la transculturación, y el auge de elementos y factores culturales foráneos es la identificación de los individuos con elementos culturales y sociales no nacionales. Esta situación, lejos de evitarse, se debe analizar y conducir de forma correcta, con el objetivo de enriquecer y contribuir a la evolución cultural y social. Sin embargo, sin una estrategia correcta, se corre el riesgo, vigente en la actualidad, de que el individuo en lugar de asimilar los elementos de otras culturas y sociedades, a la par de las propias, las reemplace. Esta sustitución, es causa de una inestabilidad e inconformidad social marcada por la disparidad entre la sociedad en que se vive, y la concepción cultural y social adquirida correspondiente a una sociedad foránea, con características diferentes.
En el campo de la política, la cultura ha incrementado su influencia. La identidad cultural se integra a la política, como un factor de gran relevancia en el contexto actual. Esta relación se ha visto redefinida en la actualidad a nivel mundial como resultado combinado de la globalización, el desarrollo y difusión acelerado de las tecnologías de la informática y las comunicaciones, condicionantes de la emergente sociedad de la información. En este marco, los medios de comunicación son una vía para el desarrollo de la política, en su componente mediático, que comparte este espacio con la cultura, siendo un entorno propicio para su exposición conjunta y su vínculo. En este panorama, se aprecia la fusión de ambos componentes, en la emergente ¨sociedad de la información¨. La política se inviste de elementos culturales y la cultura adquiere matices políticos. La identidad cultural, adquiere así, un carácter político, que pasa a formar parte de sus componentes, como otra de las aristas que la definen. Siendo un reflejo de la comunidad en el ámbito del accionar político y de derecho. Como parte de esta concepción, es necesario tener en cuenta que la identidad cultural va a la par de la sociedad, y como tal se encuentra dentro de los parámetros definidos por ley, y su papel político se corresponde con lo legal en el entorno en que se desarrolla. En aras de mantener este equilibrio es que se deben enfocar los esfuerzos de la comunidad. No existe identidad cultural desligada de la política, sin embargo, es necesario evitar que esta esté completamente politizada. La cultura responde a la política, pero no se subordina exclusivamente a ella, ya que al ser reflejo de la sociedad debe abarcar todos sus marcos, políticos, sociales, económicos, de ocio, entre otros, y hacia este sentido debe encaminarse. Por su parte, la política no puede desligarse de la cultura, y debe responder a la identidad cultural de la sociedad que representa, y tener entre sus pautas a seguir, la interacción y contribución al desarrollo cultural, en aras del enriquecimiento de la sociedad.
La relación entre cultura y economía en la actualidad se desarrolla como un vínculo de carácter estratégico entre ambos. La cultura actúa como un medio de generación de riquezas, que contribuye a la economía, la cual a su vez actúa como el componente de financiamiento y sustento. La identidad cultural, se encuentra a su vez limitada y condicionada por el desarrollo económico, desarrollándose a partir del aporte económico que la sociedad puede dedicar a ella, y que a su vez la producción cultural puede auto sustentar o retribuir a la comunidad. La identidad cultural, y por ende el desarrollo cultural de una sociedad le aporta a mediano y largo plazo un valor tanto económico como social. A la sustentabilidad en el componente económico depende de que los elementos culturales desarrollados puedan aportar a la economía un valor agregado que compense lo que se invierte en ellos. En este sentido se debe trabajar en el desarrollo de un modelo económico-cultural en que la producción y la identidad cultural permitan un equilibrio con la economía, siendo sustentables y permitiendo su factibilidad y autosostenibilidad, como principios para su desarrollo, crecimiento y mejoramiento, así como ser un sector que brinde ganancias y no perdidas a la economía de la comunidad.
La identidad cultural cubana se encuentra estrechamente vinculada a la sociedad, como un elemento clave. El arte y la cultura son parte indisoluble de la identidad cubana. El desarrollo cultural, de ámbitos notables para un país tercermundista, es significativo en la región. Aun así, la cultura aún se encuentra limitada, sin alcanzar un estado de autosostenibilidad, se ve afectada por las limitaciones de la economía, que subsidia gran parte del desarrollo cultural de la sociedad, en gran parte sin poder ser resarcida de los gastos invertidos. La sociedad cubana, gran consumidora y amante de la cultura, se enfoca en la producción y desarrollo cultural, luchando por preservar y potenciar la identidad cultural, frente a las olas de transculturación foránea, de las que es válido nutrirse, pero teniendo siempre presente no suplantar lo nacional por lo extranjero.
El desarrollo aun es medio, se debe seguir analizando y adoptando estrategias, con miras a alcanzar una sostenibilidad cultural. Es también la cultura un terreno de enfrentamiento político en la actualidad, pues como dijo nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz: “El arte y la palabra hablada, la cultura artística y el mensaje revolucionario se han unido de forma casi inseparable en nuestro proceso histórico”. En el campo de las comunicaciones y las redes sociales, de forma similar al uso de noticias, imágenes, declaraciones, entre otras, la cultura se convierte en escudo y espada contra las injerencias y manipulaciones de índole política contra la isla. Es también medio para exponer la verdad de la sociedad y su política, criticar los errores y festejar los triunfos, desde una óptica realista y conciliadora, teniendo la identidad cultural cubana como un elemento de unidad y paz, que motive el desarrollo y mejoramiento de la sociedad, la economía y la política, sobre las bases de la sociedad cubana actual. Se debe mantener y preservar la identidad cultural cubana, frente a la globalización, manteniendo la capacidad crítica y autocritica con un pensamiento liberador. En el desarrollo del proyecto económico, político y social, es necesario que se mantenga a la cultura como un componente de obligada atención y enfoque renovador. Las tecnologías de la información y las comunicaciones, deben emplearse en el ámbito de la cultura como una herramienta para salvaguardar la identidad cubana, potenciar la educación y multiplicar el conocimiento, en aras del mejoramiento de la sociedad. Es necesario continuar y apoyar el desarrollo de artistas e intelectuales, comprometidos con la sociedad y la identidad cultural de la nación, capaces de desarrollar la cultura y sus creaciones que se adecuen al momento actual, respondiendo a las necesidades de la sociedad, con aporte y soporte a la economía y la política nacional. Se necesita conciencia y constancia, con el desarrollo de propuestas culturales que se comprometan con el momento actual, pero que no estén anclados al mismo. Producciones que permitan mantener y enriquecer la espiritualidad cubana, cuya relevancia vaya más allá de solo entretener de forma momentánea, teniendo en consideración las condiciones con las que se cuenta para hacer todo lo posible, de la mejor manera, con lo que se dispone. La cultura debe mantener y fortalecer su carácter fundador, de mejoramiento, convocatoria y cohesión con el pueblo. Se debe enfocar la creación en un equilibrio entre la preservación de la identidad cultural; la viabilidad económica, relación entre costo y beneficios a la economía; el impacto social, que abarque desde la representación de la sociedad, conflictos y proyecciones, hasta el ocio y la recreación sana; el respeto a la política y las leyes vigentes, siendo el desarrollo cultural una acción licita y que no incurra o fomente la violencia, el delito, u otros males que laceren la integridad y la paz de la sociedad y sus integrantes.
Se debe también tener en cuenta y propiciar la evolución natural de la propia identidad, conforme el desarrollo del tiempo, como un proceso heterogéneo no estático. La cultura se ha nutrido y debe continuar nutriéndose de fuentes y estilos foráneos, de todas partes del mundo, tomando elementos y conceptos que asimilar, con la premisa de enriquecer la identidad nacional, sin reemplazarla o subyugarla en favor de corrientes externas, cuyas connotaciones y vínculos sociales, económicos y político no se corresponden con los de la sociedad cubana. Cada elemento que nutra la identidad cultural se debe adaptar y subordinar a la sociedad a la que se integra y a sus condiciones.
No se puede enaltecer e imponer una cultura que no sea compatible con la sociedad cubana, ya sea por su carácter político, contrario al existente, su representación social, diseñado para una sociedad diferente o su solvencia económica, inaccesible o inviable para el país. Esta premisa, no limita el disfrute de la producción cultural foránea, solo condiciona la necesidad de un análisis consciente y profundo por parte de los que la consumen, de la diferencia entre el producto que se muestra y la identidad cultural de donde procede, teniendo en consideración que se asimila y que no, que es factible desarrollar y a que se puede y se debe aspirar en el proceso de desarrollo y ejecución del proyecto económico, político y social cubano, para con estas metas fijadas, preservar la identidad cultural cubana, pues así lo dijo nuestro eterno Comandante Fidel Castro, “Una revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas”.-