Los que residimos en lo que una vez se llamó Capital Federal leemos, vemos y escuchamos por radio, televisión, diarios y en las redes que las Provincias argentinas son exponentes del feudalismo, siempre que estén gobernadas por el peronismo.
Acusan a nuestras Provincias de manejar el sistema judicial, los medios de comunicación locales, tener cómodas mayorías en ambas cámaras provinciales, cuando son bicamerales, o en la legislatura cuando son unicamerales. Manejan la policía, la pauta publicitaria, acosan a los opositores…
En síntesis, a escuchar esas voces bien parece que la causa de la pobreza en la Argentina reside en la práctica feudal del peronismo, hasta en los municipios de conurbano bonaerense, donde los intendentes justicialistas son llamados “Barones”, un título feudal. Bueno, deberían saber que también hay un par de “Baronesas”, y no de las menores.
De este modo, los dirigentes de lo que fue la Capital Federal de la Nación Argentina, y los opositores en cada de nuestras Provincias, encuentran grato ser presentados acordes con el tiempo que corre, articulados con el futuro más promisorio. Posmodernos, juveniles y despreocupados.
Sin embargo, el ejercicio del poder en el distrito más rico de la Patria es también… el más feudal, sino el único. ¿Dato mata relato? No pedimos menos.
Porque son sus medios locales son a la vez medios de alcance nacional. Nadie lee los medios provinciales en las riberas del Plata, pero Nación y Clarín marcan el campo de lo pensable en todo el país. Lo mismo de los canales de televisión, las radios, las redes.
La justicia porteña es tan fuerte que exige el pase de causas nacionales a fueros locales, pero bueno, se trata de crímenes color amarillo ajado. Ni hablar de Comodoro Py, que debería ser federal, pero que -como el ojo de Saurón del Señor de los Anillos- aspira de las provincias cualquier acusación contra el macrigobierno, que siempre estuvo a la escucha de los ciudadanos.
El propio gobierno local es autónomo de toda división de poderes: así, el código urbano es violado con regularidad a través de “convenios” que permiten alzar torres en lugares protegidos, demoler las viejas casonas antes cantadas por Borges, y privatizar y comercializar los espacios públicos en una aglomeración donde hacen cruel falta.
Uno de los trucos de los liberales es definir algo sólo con mencionar su función: así la ciudad-puerto. Ahora es apenas una sigla: CABA. Es más top trendy. Por cierto, las comunas de CABA, que llevan números y no nombres, no son el equivalente de los departamentos o partidos de nuestras Provincias, sino que no son nada. ¿Imaginan a un Gobernador o Gobernadora peronista ignorar esos mandatos de nivel local?
“¡¡¡Tiranía!!!” Gritarían al mismo tiempo los aparatos ideológicos del antiperonismo, esos que son tan locales en su universalidad, tal falaces en sus verdades. Donde yo vivo es práctica cotidiana. Y nadie dice nada. Tantos de los nuestros parece que prefieren perder y negociar. Bueno, pero no llamen a eso “política”, y por cierto el peronismo no puede ser jamás una coartada lucrativa.
Quien viaje a Formosa quedará sorprendido por los techos azules que se ven desde la ventanilla del avión antes de aterrizar. Esos techos azules son hospitales, escuelas, organismos públicos. Y así en tantas otras. Sin embargo, para los dirigentes porteños o aporteñizados eso es feudalismo.
Como carecen de un espejo donde mirarse que no sea extranjero, les falta a esos nuevos unitarios, genuinos y únicos feudales, la visión de su monstruosidad. De la Capital Federal no queda nada de federal, pero mucho de capital. CABA significa en los hechos Caja de Ahorro para Buenos Amigos. Ojalá algún día llegue por donde vivo la modernidad popular, esa que sólo puede ser federal y peronista. Sólo queda militar.-