El 10 de diciembre de 1.948 se suscribió en San Francisco (EEUU) la Declaración Universal de Derechos Humanos que establece que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Art.1) y Toda persona tiene todo los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición” (Art 2).
Claramente un manojo enorme de sueños y utopías en un mundo en que todavía las heridas de la Guerra Mundial estaban abiertas. Había miles de presos de guerra, escombros y destrucción, soldados heridos que no habían regresado a sus hogares y víctimas de los campos del horror que esperaban encontrar algún familiar o algún lugar en el mundo para ampararse de tanto sufrimiento y dolor. Nuestro país una vez más fue un lugar para muchos de ellos.
No fue el primer documento de este tipo. En abril del mismo año se suscribió en Bogotá la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y lo importante para nosotros es que la Cancillería Argentina del Primer Gobierno de Juan Domingo Perón tuvo un importante rol en la formulación de dicho documento. La Universal tomó varios elementos de la Americana, más protectoria que la de San Francisco.
Ambas declaraciones fueron al mismo tiempo una de las fuentes de la Constitución Nacional de 1.949 que mantuvo los Derechos y Garantías de la Constitución Nacional de 1.853, pero incorporó elementos del Constitucionalismo Social reconociendo derechos del Trabajo, de la Familia, de la Ancianidad, de la Educación y la Cultura y la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer.
Cuando en 1956 la Dictadura gobernante que había depuesto al General Perón en su Segunda Presidencia, derogó por un simple Bando Militar esta Carta Magna que establecía en su preámbulo la idea de “…la irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”, las mujeres volvieron a su estatus anterior de Incapaz de hecho relativa, situación ésta que recién se modificó en 1.968 con la Reforma del Código Civil.
La conmemoración del Día Universal de los DDHH nos tiene que hacer sentir a los Argentinos en General y a los Peronistas en particular muy orgullosos de haber sido parte de un movimiento mundial que intento terminar con la pobreza, la desigualdad, la miseria, el racismo, la discriminación y el sometimiento de los seres humanos y de los pueblos. Los sueños de estas declaraciones, no por incumplidas y no alcanzadas en su plenitud, nos tiene que hacer retroceder en nuestras convicciones. Muy por el contrario, a partir de 1994 nuestro país incorporó a la Constitución todos los tratados de Derechos Humanos y es un mandato para los gobernantes del momento avanzar hacia ellos.
Democracia y DDHH son dos caras de la misma moneda. No hay democracia en un país que registre masivas violaciones de DDHH y estos son imposible de gozar en un contexto de falta de democracia. Desde la recuperación de la democracia recuperamos la Libertad, pero también sabemos, y no nos engañamos, que esta puede y deberá ser mayor ya que hoy no existen regimientos que opriman a sus pueblos, pero si un sistema económico concentrado, un armado judicial de persecución política, al que no le importan los derechos humanos y medios de comunicación que niegan a la sociedad el Derecho Humano a la Comunicación, derecho este de las personas, y de los pueblos.
A modo de ejemplo: La concentración de medios, el manejo discrecional de pautas publicitarias que ahogan voces opositoras en nuestra Provincia y la consecuente imposibilidad de mostrar verdades es notorio. EL Caso Sussini que se trataba por los medios nacionales y en ninguna de los provinciales, por su rol de asesor del Gobernador lo prueba. Nadie pudo leerlo hasta que no se dispuso su desplazamiento del gabinete Provincial.
Alberto Fernández lleva un año al frente del Gobierno Nacional. Un año cruzado por la Pandemia, que inmovilizó acciones, recursos y se llevó la vida de más de 40.000 compatriotas. Pero no fue un año de simple espera. El trabajo en estas condiciones fue incesante. Y la renovada promesa de ampliar los derechos vigentes en nuestro país, ya está en marcha, como cada vez que un gobierno popular y nacional tuvo la responsabilidad de gobernar. Habrá que tenerlo muy en cuenta en pocos meses más cuando tengamos que concurrir a las urnas y tengamos la renovada posibilidad de elegir por mas Derechos Humanos, Democracia y trabajo de nuestros gobiernos y para los argentinos y argentinas.