La lengua se ha convertido en un territorio ocupado que define los niveles de comprensión y sentido, a veces muy lejos de los registros de la lengua popular y las experiencias concretas de la vida cotidiana. Los que resisten, dice Piglia, hablan entre sí una lengua perdida.
La crónica es una lengua nómade, es el arte de cruzar fronteras como lo han hecho los pueblos que habitaron y habitan esta región del Gran Chaco, pueblos indígenas, mestizos, afrodescendientes, inmigrantes, descendientes de inmigrantes. Luego del Amazonas, el Gran Chaco es la segunda gran región en biodiversidad que existe en AbyaYala, muy poco explorada hasta fines del siglo XIX. Tal biodiversidad está en total relación con la historia sociocultural.
Estas crónicas-cuentos se ven atravesadas por historias de mujeres y hombres, de ríos y esteros, del monte, exploradores, partos y nacimientos, de islas como la visitada por Rodolfo Walsh, ingenios, deforestaciones, historias de pueblos y fábricas, de conflictos territoriales, rituales, espíritus, poras, santuarios y fronteras. Lo que se vislumbra es que la vida siempre está en un frágil equilibrio, y cualquier hilo que se arranca puede quebrar la delicada trama.
Para compartir la experiencia humana se cuentan historias, la necesidad de contar historias tiene que ver con la búsqueda de sentido, que sólo es posible en el encuentro con el otro, sostiene la antropóloga Sonia Maluf. La crónica es uno de los senderos que posibilita ese encuentro con el otro. Sólo en ese encuentro nos reconocemos, nos reconstruimos y logramos hacer sentido.
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Publicación de “Fundación Revista Liberación” Rivadavia 879 – Corrientes