Julio Cortázar solía criticar al “fast-food” de las noticias. Con esa comparación podemos entender que refería a la generalidad de las informaciones que recibimos como a la comida basura que ingerimos de las cadenas rápidas. Similares, indigestas y dañinas para la salud. Si uno es lo que come ¿uno es las noticias que traga?.
La producción y distribución de informaciones define el campo de las representaciones sociales. Como nos quieren hacer creer que es un mercado más, donde todo es vendible y comprable a precios de mercado que satisfagan la oferta y la demanda, el equilibrio informativo, esto sería la objetividad, está garantizado para el consumidor.
Durante las presidencias de Néstor y de Cristina quedaron muchas cosas a mitad de camino, es cierto. Pero el avance en materia de rescate de derechos sociales, desde las paritarias, las moratorias hasta las jubilaciones; en asuntos de soberanía, como la renegociación de la deuda externa, el adiós al Fondo Monetario Internacional y el rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas; en temas políticos, como los derechos humanos, la unión sudamericana, y la voz propia en asuntos internacionales jamás agradaron a esas fuerzas de mercado. De la distribución del ingreso mejor ni hablar. Y la 125. Y la ley de medios.
Con el macrigobierno volvimos atrás en todos esos terrenos. Comenzó una persecución judicial a compañeros y compañeras que es más digna de tribunales de excepción que de la administración de justicia ajustada a derecho. Quienes tocaron los intereses de las grandes empresas financieras o mediáticas debían ser castigados. Así Cristina empezó un pelegrinar por juzgados por causas varias, que amenazaban también a sus hijos. La característica común de esas acusaciones es la falta total de pruebas. Es que gritos, prejuicios y recortes de diario no valen prueba, como lo vimos en el caso “vialidad”, donde los fiscales salieron en cadena nacional. No tuvieron la misma suerte los testigos de parte y los abogados defensores, que demostraron la inconsistencia de las acusaciones, pero que no son trasmitidos.
Esta vieja / nueva oligarquía, compuesta por el sector financiero especulativo que lucra con el nuevo endeudamiento externo; los intereses extractivistas que burlan impuestos; los terratenientes dueños de la soja, del glisfosato que envenena y del humo que asfixia; las exportadoras que trasforman el río Paraná en una hidrovía; los medios que dependen y alientan esos sectores… precisan una derrota total de la Argentina y además de la humillación popular, “para que los hijos de barrenderos sean barrenderos”. Como en los peores momentos de 1955 y 1976.
Es así como el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner es comunicado por los medios dominantes como si fuese una contravención por un auto mal estacionado. Peor aún, asistimos por parte de la oposición a la acusación de una puesta en escena y al mismo tiempo lamentan que las balas no hayan salido. No me juzgan a mí, condenan al peronismo, había dicho Cristina antes. Estuvimos a segundos de una guerra civil. Contestamos con marchas y plazas. Por ello debemos preparar la respuesta política a ese alzamiento violento, que debe culminar en 2023 con la tercera presidencia de Cristina.-