Casi un centenar de guerras y conflictos armados azotan diferentes lugares del planeta. Camerún, Siria, Libia, Nigeria, Sahara Oriental. En Etiopía hay más de 5 millones de desplazados al borde de hambruna, con cientos de muertos diarios, al igual que en otros territorios, en un mundo que no quiere ver estas tragedias. Otra referencia es Yemen, donde Arabia Saudita promueve una guerra civil y junto a países europeos venden millones de dólares en armas, alcanzó más de 12 mil niñas y niños asesinados y mutilados desde el inicio del conflicto hace 6 años, según informe de UNICEF. Pareciera que hay países cuyo futuro es muerte por hambre o por balas.
La pobreza extrema y el hambre mundial aumentó a niveles alarmantes y según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación -FAO- con porcentajes superiores a hace diez años. Una persona de cada diez no tiene acceso a una alimentación adecuada y las proyecciones post pandemia auguran a millones de individuos con hambre en el mundo. Según la FAO, la agricultura mundial produce alimentos para 14 mil millones de personas, pero casi mil millones viven con hambre crónico. Lo que significa que no hay sobre población, como la derecha política nos quiere inculcar, lo que hay es desigualdad alimentaria en el mundo.
Es urgente la aplicación de la tan mentada soberanía alimentaria y para empezar con uno solo de sus principios fundante: concentrase en las necesidades de las personas y no del capital.
Esto es lo que el gobierno chino puso en marcha desde el triunfo de su revolución hace 70 años atrás. En el último congreso partidario, a comienzo de este año, el presidente Xi Jinping anunció que uno de los hechos más importantes de la revolución china se había cumplido: eliminar la pobreza extrema de millones de personas. El viejo sueño de Mao Tsé-Tung concretado.
Cuando los campesinos pobres se unían al ejército de liberación para poder comer aunque sea una vez al día, el líder chino les repetía que se integraban también para vencer al colonialismo de turno, la miseria y el hambre de sus pueblos.
China históricamente sufrió hambre. Cuando Mao Tsé-Tung triunfó en 1949, el gigante asiático era uno de los países más pobres del planeta. Hoy es la segunda economía del mundo, demostrando que, con decisión política e imaginación colectiva, es posible sacar de la pobreza a miles de millones de personas. Con el estado conduciendo esta titánica tarea, planificando la economía, reubicando aldeas remotas en su vasto territorio, organizando, concientizando y contando con el apoyo de sectores privados para construir caminos, escuelas, hospitales, infraestructuras, agua, electricidad, fue posible lograr los objetivos revolucionarios principales como derrotar al hambre y garantizar bienestar general al pueblo.
El caso chino es destacado por la Naciones Unidas ya que “muchos aspectos del éxito económico del país asiático pueden servir de lección a las naciones en desarrollo”. La magnitud de lo acontecido crea esperanzas posibles en nuestros países con pobrezas similares. Y si bien al país chino todavía le falta resolver problemas como el nivel de los salarios, tienen planes para equipararlos en 2049 a los de las naciones más avanzadas. En cuanto a las viviendas en las grandes ciudades, el primer paso está dado, rumbo a la resolución de la pobreza crónica milenaria.
Entre otras cosas Xi Jinping también anunció que para el año 2050 China se habrá convertido en un gran país socialista moderno, fuerte, culturalmente avanzado y armonioso. Una nueva era para la República Popular China donde jugará un papel importante en la historia de la humanidad. Desafíos importantes y además, una lucha con el peor enemigo interno: la corrupción.-