Lo conocí a Julián cuando tenía 13 años de la mano de mi señorita Nélida Arzuaga de Vallejos. Desde entonces y por casi 50 años nuestras vidas quedaron unidas para siempre por la fe y el inmenso amor a nuestra música el chamame, que nos sirvió para canalizar nuestros sueños de hermandad, de justicia social y dignidad para nuestro pueblo.
Dicen que recordar es lo que pasa por el corazón. Alguna vez hace unos años en una de las tantas conversaciones que tuve con mi amigo Julián me contó una anécdota familiar y entonces descubrí que nos una historia común que tenía que ver con nuestra ideología.
Julián venía de una familia numerosa como la mía. Su padre Don Leoncio era camionero y mi padre peón de estancia. Ambos se quedan sin trabajo y tuvieron que volver al pueblo sin nada. Con la huerta de Doña Celia y Doña Cata, mi madre, más la máquina de coser que había entregado Evita en aquel entonces, ambas familias pudieron salir adelante.
En ese momento entendí que todo lo que decía y hacia Julián tenía las características de la doctrina Justicialista, tan humana y profundamente cristiana que tanto se parece al proyecto de Jesús de encarnarse en los más pobres. Él decía siempre “la biblia es un libro como cualquier otro, pero se hace palabra de Dios cuando allí encontramos, entendemos y vivimos este proyecto”
Una vez le pegunté qué significaba ser un cura del Tercer Mundo me respondió: “y justamente eso que decíamos antes: “estar entre la gente, trabajar y entender el sufrimiento de nuestro pueblo, pero además, hacer el reino acá, con solidaridad y justicias social, derechos, igualdad y dignidad. Él decía que ese era el sueño de Nuestro padre Dios que todos somos hermanos y que los bienes son de todos no de los poderosos.”
Y aquí quiero detenerme para contar una anécdota que compartió conmigo el padre Koki Arroyo. “En el año 1968, estando en CuruzúCuatiá compartiendo una experiencia de Iglesia conciliar por pedido de nuestro obispo de Goya Monseñor Alberto Devoto, nuestras homilías eran incendiarias y muy denunciadoras. En una oportunidad la sociedad rural festejaba la trigésima tercera exposición ganadera y publicó una foto del toro ganador con sus medallas y cintas argentinas y junto a él, el paisano que lo cuidaba durmiendo en el suelo, con su cabeza apoyada sobre un fardo de alfalfa. Recortamos la foto y agregamos una leyenda que decía: “para esta sociedad vale más un toro que un hombre” y lo colocamos en la puerta de la parroquia. Esa misma noche vi detrás de mi ventana como un grupo de militares tomaban fotos de nuestro cartel ydije: esta noche nos desaparecen”
Una última anécdota que me emociona hasta las lágrimas. Julián tenía una foto de Evita que yo siempre le codicié. Le pregunte la historia y respondió: “me dejó un hermano que se alzó” Pasó el tiempo y un día volviendo de viaje con Neike, era mi cumpleaños y me dijo: “china vení mañana que tengo tu regalo” Fui y me entregó la foto diciéndome: “en tu casa va a estar mejor”. Ese día sentí que Julián me estaba regalando su corazón peronista.