EL AGUINALDO Y LOS DICHOS DE BORGES. Hace ochenta y seis años, siendo Vicepresidente de la Nación y Secretario de Trabajo y Previsión el Coronel Juan Domingo Perón, se dictó el Dto. 33.202 –ratificado por ley 12.921/46- por el cual se instituyó por primera vez en la historia para todos los trabajadores de la actividad privada (de la industria, comercio y servicios) y de la Administración Pública Nacional el Sueldo Anual Complementario, lo que en la jerga popular se denomina el aguinaldo, Esa conquista social –más tarde extendida a todos los trabajadores del país-, significó un sueldo más (el decimotercero) de los doce que la patronal empresaria debía abonar mensualmente a los trabajadores y se hacía efectivo el 31 de diciembre de cada año, con el sueldo correspondiente a este último mes. Más tarde ese SAC fue incorporado a la ley 20.744/74 de Contrato de Trabajo, con la obligación de ser abonado en dos cuotas semestrales, el 30 de junio y la otra el 18 de diciembre de cada año.
La medida fue resistida por el sector empresario y hasta provocó un paro nacional decretado por la CGT. De aquellos días, data la reflexión del escritor Jorge Luis Borges –ícono de la intelligenztia liberal de aquellos años y de la intelligentzia “progre” de nuestros días-, que descalificando esa conquista social que beneficiaba a millones de trabajadores sostuvo: “otro soborno fue el aguinaldo, curiosa medida económica según la cual se trabajaba doce meses y se pagaban trece. Esta ridícula y onerosa medida ha sido decorada con el título de conquista social” (J.L. Borges. La Razón, 8 de mayo de 1971). Claro está que, la anteojera ideológica de Borges y su visceral antiperonismo, no le permitía apreciar y menos comprender que, el pueblo estaba protagonizando una revolución, su revolución, y que aquél aguinaldo era parte de otras medidas de profundo contenido nacional y social que habían cohesionado sindical y políticamente a la clase trabajadora, provocando –tal como ocurrió- la reacción de la oligarquía nativa y del capital extranjero. Tales como el Estatuto del Peón Rural, el fuero laboral, la creación del Instituto Nacional de las Remuneraciones y del Salario Mínimo, la Ley de Asociaciones Sindicales y por fin, la creación de las Delegaciones Regionales de la Secretaría de Trabajo y Previsión en todo el territorio nacional, medida declarada inconstitucional por la Corte suprema de Justicia de la Nación.
La referencia a Borges no es accidental, Borges –parte del Grupo Sur con Victoria Ocampo y Bioy Casares-, constituye la expresión paradigmática más importante del cipayismo cultural funcional a los intereses del establishment dominante. Es suficiente recordar –en estos tiempos que se debate la cuestión de la ilegítima e inmoral deuda externa contraída por Macri y sus socios de JUNTOS POR EL CAMBIO con el FMI- cuál fue su posición política frente al golpe de Estado que el 16 de setiembre de 1955 derrocó al Gral. Perón, y cuya primera decisión fue la de someter la economía nacional a los Acuerdos de Bretton Wods de 1944 y por ende, a las recetas neoliberales de libre comercio y de libre mercado del FMI: “dije en Montevideo y ahora repito que el régimen de Perón era abominable, que la revolución que lo derribó fue un acto de justicia y que el gobierno de esa revolución merece la amistad y la gratitud de todos los argentinos” y remataba su apología al cuartelazo cívico-militar de Aramburu-Rojas: “dije también –agraviando a la masa peronista- que había que despertar en el pueblo un sentimiento de vergüenza por los delitos que mancharon doce años de nuestra historia” (Jorge Luis Borges. Revista Sur Nº242 –Sbre./ocbre. de 1956). Más tarde y en línea con su pensamiento reaccionario haría la apología política del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y de la sangrienta dictadura de Pinochet Ugarte en Chile, de quien recibiría una condecoración por el mérito de haber puesto su prestigio intelectual al servicio de los intereses de las oligarquías latinoamericanas y del imperialismo.
LAS CONTRADICCIONES DE CLASES Y LOS MALDITOS PARA LA HISTORIA OFICIAL.- Ningún proyecto político, máxime si este tiene por objetivo la liberación nacional, la justicia social y la integración de la Patria Grande, puede tener vigencia y perdurabilidad en el tiempo sino cuenta con el firme respaldo de una militancia y de un pueblo identificado con una ideología y culturalmente concientizado de las contradicciones de clase y de los intereses que se debaten y pugnan en el seno de nuestra sociedad y que, históricamente, jamás las clases dominantes –dueñas del poder real- resignaron pacíficamente sus privilegios. El ejemplo que nos brinda la historia es más que elocuente: el sabotaje que sufrió el Peronismo por parte de la oligarquía y del imperialismo durante sus doce años de gobierno, el bombardeo a Plaza de Mayo en junio de 1955 y el cuartelazo de setiembre del mismo año, los fusilamientos del 9 y 10 de junio de 1956 y por fin, el lock out –patronal de la APEGE hacia el año 1975 con la manifiesta intención de la interrupción golpista del gobierno constitucional de Isabel Perón, y el golpe de estado de marzo de 1976, con la complicidad de Estados Unidos y de las oligarquías del continente, etc., constituyen testimonios vivos e irrefutables del aserto de lo afirmado. Ahora bien, para la comprensión de ese fenómeno político-cultural nadie contribuyó tanto como aquella generación de intelectuales qua a partir de 1955 y en los años 60 y 70 empoderó la conciencia revolucionaria de la clase trabajadora y de amplio sectores de la pequeña burguesía y cuyos nombres y obras, están hoy condenados al olvido. Tal es lo que ha ocurrido y ocurre con Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, J.J. Hernandez Arregui, Abelardo Ramos, José María Rosa, Rodolfo Puigrós, y con el máximo exponente del constitucionalismo social en nuestro país el Dr. Arturo Enrique Sampay, entre otros. Ello, contando con el ominoso silencio y porque no con la complicidad de quienes diciéndose peronistas, rehúsan remitirse a la historia real de los argentinos, en un acto de capitulación político-cultural que avergüenza.
LA NECESARIA RECTIFICACION DEL MENSAJE CULTURAL DEL PRESIDENTE FERNANDEZ.-Ha llegado la hora de hablar sin eufemismos. Nuestra historia, nuestras convicciones, la memoria del General Perón y de Evita y la lealtad hacia una causa por la cual brindaron sus vidas miles de compañeros, no nos permite el silencio complaciente que, pueda allanar en un futuro no lejano el retorno no querido de la derecha neoliberal.
El mensaje del compañero Presidente Alberto Fernandez –en varias oportunidades y en ocasión de lanzar el Plan de la Lectura hacia fines del mes de diciembre del 2019-, citando y aconsejando la lectura de Walt Whitman, Charles Baudalaire, Henry Charles Bukoski, Bob Dylan y por excepción Borges –la mayoría intelectuales europeos ajenos a la cultura de nuestro país a excepción de Borges-, quizás pueda ser útil para el público reconocimiento de la riqueza del acervo intelectual del Presidente, pero jamás podrá constituirse en el faro político-ideológico orientador para las nuevas generaciones, fuente en la cual abrevar la conciencia nacional y latinoamericanista emancipadora, fundamental sino indispensable en la lucha política por la liberación nacional y social de nuestro pueblo y de los pueblos de la América latina y del Caribe.
La batalla política por la liberación nacional y social de nuestro pueblo, exige en paralelo, la batalla cultural contra el neoliberalismo y el coloniaje cultural extranjerizante que, aboga por la inserción de nuestra Patria en el continente y en el mundo como una simple neocolonia sin honra ni dignidad: ¿o qué significa la dolarización de la economía, renunciar al principio de la inmunidad soberana del Estado, someternos al arbitraje interesado del CIADI (creación del Banco Mundial) o eventualmente aceptar complaciente que, en el futuro, nuestra economía se someta a los condicionamientos y al monitoreo de un organismo supra nacional y por ende, a la geopolítica de dominación de Estados Unidos?.
El peor enemigo de quienes gobiernan el país, es el seguidismo ciego y complaciente. Ha llegado la hora de decir al compañero Fernandez y a quienes lo acompañan en su gestión, que es fundamental modificar el discurso académico, profundizar los cambios económicos y sociales que reclama nuestro pueblo (desarmando el andamiaje Neoliberal heredado de la dictadura militar y en particular del Menemismo de los 90) y por fin, hacer co-responsable sin retaceos al Directorio del FMI del gravoso endeudamiento externo con el cual pretendió dar continuidad política al establishment dominante a través de Mauricio Macri y JUNTOS POR EL CAMBIO, a quienes les cabe el estigma infamante de traidores a su pueblo y a la Patria. No hacerlo, sería facilitar el retorno político de la derecha neoliberal que, legitimada por el voto popular, hizo posible que hacia el año 2015 se frustrara la continuidad de aquella década del desendeudamiento con las reestructuraciones del 2005 y del 2010, de la repatriación de la deuda con el FMI, de la industrialización y el crecimiento del empleo, de respeto por los derechos humanos y por fin, de la soberanía nacional en materia de política exterior con la integración de la Patria Grande a través de la UNASUR y de la CELAC.
LA CULTURA IDENTITATARIA DEL PERONISMO.- el neoliberalismo y el libre mercado no está relacionado solo con lo económico-financiero. El Neoliberalismo es también parte de lo cultural, es el uso del lenguaje, esa forma subliminal con la cual se viene introduciendo en las distintas formas de comunicación social de nuestros días expresiones tales como: mercado laboral, recurso humano, impuesto al trabajo, etc. Esto es, formas de comunicación que allanan culturalmente el salto hacia la mercantilización privatista del trabajo y por ende, hacia la pretendida justificación de la destrucción del derecho laboral protectorio y del principio de la “solidaridad” en materia de seguridad social. Una forma de destruir el modelo laboral, sindical y de la seguridad social que supo construir el Peronismo a lo largo de su gestión de gobierno. Ahora bien, lo dicho hay que transpolarlo al Peronismo de nuestros días, esto es al plano político. En efecto, no ha sido ni es ingenuo y menos inocente que, en nuestros días, se haya desplazado de los discursos y de los mensajes de gran parte de la dirigencia que se asume Peronista expresiones que, son parte identitatarias del pueblo Peronista (la mayoría del 40% de los pobres e indigentes que hoy carecen de puestos de trabajo y que padecen de insuficiencia alimentaria). En efecto, no es lo mismo decir “inclusión social” (el sistema liberal capitalista no incluye socialmente) que “justicia social” (base de nuestra promoción revolucionaria), no es lo mismo decir “la gente” que “el pueblo”, no es lo mismo decir los “grupos concentrados” que decir “la oligarquía”, no es lo mismo decir “los vulnerables” que decir sin eufemismos “los pobres e indigentes” de nuestra Patria, ocultar que la clase trabajadora ha sido y es la columna vertebral del Justicialismo, y por fin, no se puede borrar del discurso político la palabra “imperialismo”, olvidando aquél último mensaje del Gral. Perón del 12 de junio de 1974: “vine al país a lanzar un proceso de liberación nacional y no a consolidar los lazos de la dependencia”. Pero si todo ello no fuera suficiente, no hay que olvidar que el Peronismo no es solo asistencialismo social sino también, conciencia y sentimiento, eso que llamamos mística y que se supo traducir en la liturgia del bombo y de la marcha Peronista, cuya letra constituye la síntesis de lo que ha sido y debe ser el Peronismo. A no olvidar, el pueblo Peronista es inexpugnable, pero hay que traccionarlo tocando la épica de los sentimientos de las glorias pasadas y su identidad revolucionaria, no con el hibridismo ideológico del “progresismo”, vacío de contenido, de identidad histórica y de mística militante.
EL PERONISMO NADA TIENE QUE VER CON EL MODELO SOCIALDEMOCRATA.- Para concluir, nos resistimos a aceptar que, el Justicialismo sea reducido a un partido socialdemócrata, parte de la alternancia formal del sistema demoliberal-capitalista, estos es, a aquella democracia formal del posibilismo radical que, durante la gestión de Raúl Alfonsín, terminó catastróficamente para el pueblo con la capitulación política frente al poder real y los planes de ajuste del FMI y del Banco Mundial y cuyo colofón fue una brutal corrida cambiaria de 2.000 millones de U$S que en un solo día dejó sin reservas al Banco Central, el quebranto de gran partes de la Pymes, un fuerte endeudamiento externo de 51.8 mil millones de U$S y una hiperinflación anual de 3.079%, el enfrentamiento y la resistencia del movimiento obrero y por fin, la protesta social y el saqueo de comercios, la represión y 30 muertos y la entrega anticipada del gobierno del 8 de junio de 1989 a Carlos Saúl Menem, a cuya reelección contribuyó con el tristemente célebre Pacto de Olivos en oportunidad de la Convención Constituyente de 1994.
Para nosotros, tal como lo sostenía en vida el compañero Antonio Cafiero: “La política es el arte de crear lo posible para generar el ámbito de la utopía, del sueño y del proyecto. Creemos que la democracia es fuerte cuando se inspira en el cambio, cuando transforma al ciudadano ocasional en un sujeto existencial ligado a la vida misma de la sociedad. Nosotros no creemos que la democracia se hace con tecnócratas y con diplomáticos más o menos eficaces, sino cuando se anima la conciencia de la sociedad y cuando se adquiere una voluntad política movilizada”, y remataba: “no creemos en esa enfermedad infantil de la modernidad que es el posibilismo, esa concepción de que nada se puede cambiar porque todo está condicionado por el espíritu de la época” .-
Corrientes, 31 de diciembre de 2021.-
Por el CENTRO DE ESTUDIOS y de INVESTIGACIONES HISTÓRICAS “JUAN DOMINGO PERON”
Norberto S. Soto
Héctor O. Castillo
Ramón A. Salazar Peleato
Ramón A. Gómez
Juan M. Roldan
María G. Pérez
Daniel A. Bordon
Gladys N. Soto