Aún continúan desaparecidas más de 50 personas y sigue vigente el reclamo por memoria, verdad y justicia
El inmenso apagón cubrió de oscuridad, la cabecera del departamento San Martin y los poblados de los alrededores, Colilegue, Caimancito, El Talar, en la provincia de Jujuy. “Eran alrededor de las 2 de la mañana” -dijo Julio- tratando de recordar lo sucedido, sentado en un banquito frente a mi en una celda de la cárcel de Rawson. “Y casi al instante se empezaron a escuchar ruidos de motores de camiones y eran camiones de la fábrica porque los conocía bien. Pero cuando fui a ver quien golpeaba la puerta de entrada tan insistentemente, me encontré con gendarmes y militares apuntándome con armas largas. Me subieron al camión a los golpes y me tiraron al piso, en plena oscuridad, cayendo sobre otros cuerpos tirados en la caja. Casi no se veía nada y lo último que alcance a ver, antes de ser encapuchado, era la sombra humanoide que proyectaba en la oscuridad, la punta del cerro y eso me trajo un mal presentimiento: cosas del “Familiar” que comentaban mis abuelos y antepasados”.
Este mes de julio de 2021 se cumplieron 45 años de unos de los más grandes hechos de terror perpetrado por el estado militar terrorista en complicidad directa con empresarios argentinos a la población civil. En General San Martin, en Ledesma y los pueblos alrededores, como Colilegue, Caimancito y El Talar, fueron secuestrados más de 400 trabajadores del Ingenio, estudiantes, profesionales, militantes, dirigentes sindicales y obreros.
Los secuestros eran de noche, durante varios días y los trasladados se hacían, en un primer momento, a distintos galpones de mantenimiento de la fábrica, que para esa época ya pertenecían a las fuerzas de seguridad y eran utilizados como centros clandestinos donde torturaban y asesinaban a los prisioneros y prisioneras. Después de meses, a algunos los legalizaban, enviándoles a cárceles y comisarias.
La vinculación entre el Ingenio Ledesma y el accionar del aparato represivo fue denunciada por numerosos testigos. Es por esto que el empresario Carlos Pedro Tadeo Blaquier, exdueño de la empresa Ledesma y el administrador de la firma Alberto Enrique Lemos, están siendo procesados como partícipes de delitos de lesa humanidad, acusados de haber facilitado vehículos y propiedades que se usaron para la detención ilegal.
Como consecuencia de esos sucesos, aún continúan desaparecidas más de 50 personas y el reclamo por memoria, verdad y justicia sigue vigente.
Olga Aredes, esposa de Luis Aredes, médico y exintendente de General San Martin, secuestrado y desaparecido en la dictadura fue un símbolo caminando sola en la plaza central de su pueblo, pidiendo justicia por todos los desaparecidos jujeños.
Desde la existencia del Ingenio Ledesma, hace más de un siglo, la zafra fue realizada por mano de obra indígenas y en esas épocas, los zafreros trabajaban como en un sistema feudal, a destajo, muriendo muchos de ellos en los cañaverales, por falta de atención médica.
Existe un mito indígena y popular sobre el “Familiar”. Antes de cada cosecha, un aparecido, un fantasmagórico familiar de los dueños del Ingenio que vivía en los sótanos de la fábrica, mataba un trabajador, como ofrenda para una buena cosecha.
Como un presagio del destino, el Ingenio Ledesma, es para los indígenas y obreros un asesino desaparecedor de su pueblo.