El maestro Leonardo Favio decía que nuestro oficio de cineastas era el de testimoniar el llanto, la historia, el de cantar a la pasión, a la poesía, en definitiva: ser memoria.
En ese camino, junto al compañero Pablo Vassel, grabando para una nueva película en la ya calurosa Asunción, siempre repleta de historia, de vida y de cicatrices, compartí una larga charla con Martin Almada. Educador, preso político, torturado, exiliado y uno de los responsables por el hallazgo en una comisaría en las afueras de la ciudad, en 1992, de los “Archivos del terror”, documentos centrales para probar la existencia de la Operación Cóndor.
De hablar pausado y mirada firme, a sus 85 años, Almada continúa luchando.
Le pido paciencia al lector ansioso, no es la idea de esta nota la descripción del encuentro pero sí, como siempre lo hacemos desde este espacio de pensamiento, la búsqueda de reflexionar sobre la realidad que nos atraviesa.
Tomaré entonces una de las frases de Almada en esa conversación para desarrollar la idea.
“Cuando regresé de estudiar en la Argentina la dictadura de Stroessner me metió preso por terrorismo intelectual… traía las ideas de Paulo Freire para implementar en mi escuela… eso parecía intolerable”.
Nacido en el nordeste Brasilero, pedagogo y filósofo, Paulo Freire es una figura central en el pensamiento sobre la educación y la política. Su texto “Pedagogía del oprimido” es estudiado en centros académicos de todo el mundo y fue la base para el movimiento de pedagogía crítica, en la que se define a la enseñanza como un acto en esencia político (lo reconozca el profesor/ra o no), cuya intención es despertar una conciencia crítica que se transforme en acción política y cuyo objetivo final es la emancipación contra la opresión.
Aquí estamos. Hasta aquí el primer acto, la presentación, el contexto.
Vivimos tiempos difíciles, trascendentales, de penurias y odios, tiempo de incertezas, tiempos en los que como definía Gramsci lo viejo no termina de morir ni lo nuevo de nacer. Tiempos de conflicto y disputa. Tiempos en donde hay tanto por hacer para construir una patria más justa, libre y soberana, que nuestra única obligación es iniciar esa tarea a cada día.
Para el lector atento, la idea ya está trazada.
Los enemigos son poderosos. Han construido (y lo hacen a diario) desde su poder real el sentido, mintiendo, escondiendo o tergiversando. En nuestras aulas hemos crecido escuchando como conquista el genocidio del sur, como una gesta justificada nuestra indigna participación en la guerra contra el Paraguay, hablando poquito del fusilamiento de Dorrego o escondiendo directamente de la historia a héroes de la independencia como el indio Andresito Guacurarí. La lista sería interminable y aquí cada lector debe estar sumando en su mente una nueva línea.
Necesitamos resolver el ahora, es cierto, pero es indispensable que esa construcción de sentido, esa batalla cultural, sea desde la educación, porque “sin una educación liberadora (citando a Freire de nuevo) el sueño del oprimido es ser el opresor”.
Sin este cambio de paradigma, sin la construcción de un sujeto crítico desde la educación, será muy difícil sostener victorias políticas populares (no solo electorales) en períodos duraderos que posibiliten la ampliación de derechos y el bienestar para las mayorías. –